El regreso de Manuel Valls a Francia es un hecho. Lo dicen sus redes sociales, donde la inmensa mayoría de sus mensajes son ya en clave de política francesa. Y lo reconoce parte de su entorno, que admite con cierta contrariedad que Valls se marchará tarde o temprano.
El exprimer ministro francés llegó a Cataluña como la gran esperanza del constitucionalismo. Y se marchará por la puerta de atrás, víctima de la división que él mismo ha fomentado en el seno de su movimiento político y de la ruptura de Ciudadanos, PSC y PP a las puertas de otras elecciones autonómicas.
Valls ha desconectado de Cataluña y de la política española. Su papel en el Ayuntamiento de Barcelona es ahora residual pese a haber sido la llave del Gobierno entre Ada Colau y el PSC y lograr que, de este modo, la segunda institución más importante de la región no quedara en manos del separatismo.
Los últimos atentados del integrismo islámico en Francia han devuelto a su exprimer ministro y exministro del Interior a la primera plana de las televisiones y los periódicos. Valls ha subido a la ola y se deja querer a la espera de una oportunidad. No aceptará cualquier encargo, pero la coincidencia de sus allegados es que se irá. Además, su experiencia en el ámbito del terrorismo avalaría su marcha. Después de la masacre del Bataclán y en la sede de Charlie Hebdo en 2015 creó la Secretaría de Estado para las víctimas para ayudar a todos los afectados por terrorismo, iniciativa que le valió el premio Gregorio Ordóñez en 2018.
“Valls es una dirigente enigmático en cierto sentido y solo él conoce sus tiempos”, explican a Vozpópuli algunas de las personas que le han acompañado desde su llegada a España. “Pero está claro que él ya no está aquí y si Francia le llama, volverá”.
El fracaso de Valls
No hay una sola razón que explique el fracaso de Valls. La llegada del exprimer ministro francés a la política catalana se consideró como uno de los movimientos más audaces del constitucionalismo. Muchas personas, políticos y empresarios, se implicaron en esta operación, que se planteó como un desembarco en la alcaldía de Barcelona pero que tenía horizontes más ambiciosos tanto en Cataluña como en el resto de España.
Uno de los factores de la lenta agonía de Valls ha sido la división de los partidos constitucionalistas. Valls desembarcó de la mano de Ciudadanos y Albert Rivera, con el que acabó enfrentado. Su intento de lista transversal no cristalizó en el apoyo de PP y PSC, y Valls sumó a algunos restos de Unió Democrática con la esperanza de llegar también al espacio catalanista moderado.
Uno de los factores de la lenta agonía de Valls ha sido la división de los partidos constitucionalistas. Valls desembarcó de la mano de Ciudadanos y Albert Rivera, con el que acabó enfrentado
Es cierto que la moción de censura de Pedro Sánchez sorprendió y cambió radicalmente el escenario que tenía en mente. Pero más allá del contexto, Valls no reunió entorno a su proyecto a los votantes constitucionalistas y obtuvo seis concejales en las municipales del 2019. El resultado mejoró ligeramente a Ciudadanos en solitario, pero fue una mejora insuficiente que le condenó a la irrelevancia en Barcelona. Valls entregó la alcaldía a Colau la alcaldía, en un gesto que le costó la ruptura con Rivera.
“Es quizá de lo que más orgullosos nos sentimos. Evitar que Barcelona tuviera como alcalde a un dirigente de ERC como Ernest Maragall fue un acierto”, dicen desde su partido Barcelona pel Canvi. “Lo peor es que ninguno de los otros partidos constitucionalistas supo ver la oportunidad que teníamos por delante y que Valls era ese líder que podía llevar el cambio a Cataluña”.
La moción de censura de Sánchez
El golpe electoral evidenció que la operación Valls no tenía fuerza con Sánchez abrazando en La Moncloa la estrategia del apaciguamiento con el separatismo. Ningún partido cedió un milímetro ante Valls, que además ha sufrido en sus propias carnes lo incómodo que es vivir en Cataluña cuando eres un líder constitucionalista.
“Valls es una persona acostumbrada a recibir muestras de respeto en Francia, y aquí se ha encontrado con los reproches y los insultos cada vez que sale a la calle”, señalan estas fuentes. El nacionalismo nunca perdonó que "uno de los suyos" -de familia catalana, republicana y del barrio barcelonés de Horta-, no abrazara la causa del procés. Durante los años en que fue primer ministro en Francia medios afines al nacionalismo así como figuras como el propio Carles Puigdemont sugerían que el político simpatizaba con el separatismo. Un extremo que se descubrió falso nada más se interesó por la política española y apoyó las manifestaciones constitucionalistas de Societat Civil Catalana.
El otro gran problema de Valls ha sido interno. La ruptura con Ciudadanos colocó a Eva Parera, ex senadora de CiU y exdefensora del derecho a decidir, como su mano derecha en el Ayuntamiento. Valls aglutinó entorno a su figura a intelectuales y empresarios, pero también a un nutrido grupo de afiliados sobre todo de Ciudadanos pero también del PSC antinacionalistas y muy descontentos con la marcha de sus respectivos partidos.
Además, la estrategia de comunicación cayó en manos de los llamados maragallistas. Figuras como Guillermo Basso, que fue técnico superior en el gabinete de alcaldía de Barcelona de Pasqual Maragall, o el periodista Albert Montagut, asesor de Maragall durante los Juegos Olímpicos, idearon una campaña electoral con marcado acento filocatalanista que confundió a gran parte de los potenciales electores de Valls.
Los restos de Unió
¿Puede sobrevivir el movimiento político de Valls sin Valls? Lo más probable es que no pero la batalla en su seno ha comenzado. Y Parera y todos los exdirigentes de Unió ahí refugiados han ganado peso frente al sector constitucionalista de centro izquierda.
“Son como la noche y el día. No se pueden ni ver”, aseguran quienes mejor conocen ese grupo. “Parera está haciendo todo lo que puede por quedarse al frente en cuanto salga Valls y para nosotros ya no tiene sentido seguir en este proyecto si Valls se acaba marchando”.
Lo que no ha perdido vigencia del proyecto capitaneado por el exministro francés, reconocen los implicados, es la necesidad de acabar con la "polarización" en la política española. Valls y otros dirigentes seguirán trabajando, ya sea a través de un think tank o alguna organización, para acercar posturas entre PP, PSOE y Ciudadanos y alejarlos de Vox y Unidas Podemos. "La crisis el coronavirus ha puesto de relevancia la necesidad de políticas útiles", concluyen. Esto, sin embargo, será desde una segunda línea y muy alejados del plan inicial de Manuel Valls.
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