"Hemos venido para quedarnos". La dirección de Vox lo tiene claro. Basta con que logren un escaño en el Parlamento andaluz para quedar investidos como un nuevo actor en el bloque del centroderecha nacional. "Con entrar en la Cámara andaluza me conformo", asegura el juez Serrano, candidato de Vox en las autonómicas. Nadie lo esperaba hace unas semanas. Incluso Santiago Abascal, el presidente de la formación, dudaba en dar el paso de lanzarse a estos comicios, en los que hace tres años apenas alcanzaron los 20.000 votos.
El llenazo de Vistalegre lo cambió todo. Ante más de diez mil personas, Vox levantaba la voz y proclamaba su derecho a competir como un legítimo actor en el terreno de juego nacional. "Había mucha gente que era de Vox y no lo sabía hasta ahora", dicen en el partido, que se ha erigido en protagonista en estas elecciones, pese a su condición de extraparlamentario. Incluso la vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, les echaba un empujón este viernes, en pleno sprint de la campaña, al tacharlos de "anticonstitucionales". Precisamente ella, "que está gobernando gracias a los amigos de ETA y a los golpistas catalanes", señalan desde Vox. "¿Esos sí son constitucionalistas?", añaden, siguiendo su teoría de que cuanto más se les critique desde el PSOE, mejor para su marca.
La aparición de Vox ha roto el frágil equilibrio en el centroderecha. Hasta hace poco, el PP era amo y señor de ese flanco del electorado. Llegó luego Ciudadanos, con potencia y brío, amen de vocación de liderazgo. La formación de Rivera pretendía descabalgar al veterano partido, con apuestas más trasversales y más socialdemócratas. Había hueco en el escenario. Incluso pareció consagrarse un reparto de roles perfectamente establecidos y con visos de continuidad. Sólo quedaba por definir quién estaba al mando. Con Vox, las cosas cambian. Todo ha dado un vuelco, un giro radical. Por vez primera emerge otra fuerza en el ese espectro, más a la derecha, con perfiles populistas y con posibilidad incluso de arrastrar a votantes de la más pura izquierda.
Al estilo Revilla
Tan súbita ha sido su aparición que ni PP ni Ciudadanos han acertado aún con la fórmula para definirlos. Evitan tacharlos de extrema derecha, porque nunca se sabe si tendrán que recurrir a Abascal para algún tipo de acuerdo de Gobierno. "El panorama es nuevo, todo está pendiente de lo que ocurra en mayo", dice un dirigente de Génova. José María Aznar, desde su cátedra, anima a Casado a reunificar el centroderecha y retornar al esquema de los años 90. Pablo Casado lo tiene claro. Ese es el objetivo, pero sólo se podrá lograr cuando los populares retomen al poder. "Ese movimiento lo tendremos que hacer cuando recuperemos el Gobierno", explica.
Durante la campaña, Casado se ha mostrado abierto a sumar los escaños de Vox si con ello pudieran desalojar a Susana Díaz del Gobierno. Ciudadanos se muestra más remiso a esta fórmula. Incluso hablan de recibir los diputados de PSOE y PP para un Ejecutivo democrático con Juan Marín al frente. Es decir, una variante a lo Revilla en Cantabria. El partido menos votado se hace con el gobierno ante la imposible coalición de PP-PSOE.
Los últimos sondeos pronostican un abierto abanico para Vox, que va del 0 al 5. Todo es posible. Pase lo que pase en Andalucía, el partido de Abascal parece haber encontrado su nicho de fieles. Y a ritmo creciente. El centro derecha nacional tiene que hacerle un hueco a Vox. Al menos, hasta la cita electoral de mayo, que será el cedazo definitivo, la prueba del algodón, al criba que definirá el futuro del mapa político Hasta entonces, Abascal seguirá reclamando su silla en la mesa de la derecha.
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