Cualquier resultado era un triunfo para el partido de Santiago Abascal. Pero todo el mundo esperaba más. Las enormes expectativas generadas por la formación que ha copado la atención durante toda la campaña electoral no se han cumplido. Al cierre de los colegios electorales, algunas encuestas le daban más de cincuenta diputados; pero con el 80% de los votos escrutados, finalmente se quedarán en el entorno de los 23 puestos en la Cámara Baja, donde entran por primera vez.
"La resistencia ya está dentro del Congreso y no vamos a parar", exclamaba el secretario general, Javier Ortega Smith, ante algunos centenares de simpatizantes congregados frente a las puertas del hotel Gran Meliá Fénix de Madrid, donde Vox ha instalado su cuartel general para el seguimiento del recuento.
Desde su inesperada irrupción en las elecciones andaluzas del pasado mes de diciembre, Vox ha conseguido convertirse en el centro de todas las miradas poniendo en la agenda debates que ningún otro partido había puesto hasta ahora encima de la mesa. "Nadie hablaba de la inmigración, ni del expolio fiscal, ni confrontaba contra la ideología de género. Nuestros diputados van a ser la única oposición de lo políticamente correcto", arengaba el número dos ante un público que seguía con semblante abatido el lento escrutinio.
Los de Abascal consiguieron con sus propuestas arrastrar hacia sus posiciones al Partido Popular de Pablo Casado, que veía en la formación verde un pozo por donde se podían caer muchos de sus votantes desencantados por los escándalos de corrupción o por la gestión de la crisis catalana hecha por Mariano Rajoy. De hecho, los populares son los grandes damnificados de estas elecciones. De los 137 diputados que obtuvieron en las generales de 2016, ahora se quedan con 65 escaños.
A Abascal apenas le hicieron falta sus propuestas en materia económica. El partido lo apostó todo a una campaña centrada en el discurso emocional y patriótico contra todos los frentes. Desde los independentistas catalanes, hasta los socialistas de Pedro Sánchez; los "veletas" de Albert Rivera; o la "derechita cobarde", en referencia al PP. También supo segmentar muy bien sus mensajes para intentar atraer a nichos de votantes muy concretos. Contra la inmigración irregular; contra la ley de violencia de género.
Ahora, la formación tendrá voz en las Cortes Generales. En una carrera de fondo, empezó a sumar a los desencantados con la actuación del PP en la crisis catalana, a los molestos con la ley de violencia de género; a los nostálgicos del franquismo que se quedaban en casa; también apuntaron a aquellos parados que ven en la inmigración el chivo expiatorio del desempleo.
Poco a poco, Vox ha ido incrementando la base de votantes y ha alimentado sus expectativas electorales con una puesta en escena perfectamente estudiada. Mítines abarrotados por toda España donde su líder debía coger un megáfono para dirigirse a los centenares de simpatizantes que se quedaban fuera de los recintos. Pero finalmente, el músculo demostrado en las calles no se ha traducido en la fuerza necesaria en el Congreso para ser determinante en la formación del Gobierno ni para superar a los populares.
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación