Yolanda Díaz se desinfla. Sumar, que logra 3 eurodiputados (4,65 %), empata en escaños con el nuevo partido del activista Alvise (4,58 %) y Podemos, con dos asientos (3,27 %) abre una brecha en el electorado de la izquierda tras su divorcio de Sumar. Es cierto que la vicepresidenta segunda ha ganado el duelo a sus excompañeros, pero la estrategia socialista para absorberla la ha destrozado. Mientras, los fieles de Podemos han aupado a la exministra de Igualdad Irene Montero a Estrasburgo.
Yolanda Díaz tiene varios problemas. Y este resultado electoral lo certifica. La vicepresidenta segunda no ha construido un liderazgo fuerte. Los partidos que componen su coalición tienen serias dudas sobre la viabilidad del proyecto. El PSOE ha sido capaz de neutralizarlo y crecer a su costa. Una de las grandes críticas internas a Yolanda Díaz por parte de Podemos era la sumisión a las tesis socialistas. Siempre dijeron que convertirse en una marca blanca de Ferraz era una pésima línea de acción.
La líder de Sumar se ausentó del cuartel general donde los suyos siguieron el devenir de la noche electoral. Y delegó en los ministros Ernest Urtasun y Sira Rego el abrazo a la candidata, Estrella Galán. No obstante, el único atisbo de autocrítica ha sido una llamada de atención por la baja participación: "Creo que toca reflexionar sobre qué estamos haciendo mal los partidos para explicar la importancia de las políticas europeas".
Y también un aviso a los partidos para que se pongan las pilas si quieren que Sumar no muera. "Nos tomamos muy en serio este resultado y toca reflexionar para reforzar el proyecto político y seguir gobernando en favor de los derechos de la gente", ha dicho Urtasun. Y es que en clave interna, solo los comunes, que representa Jaume Asens y Compromís, han logrado representación europea. Ni Más Madrid ni Izquierda Unida tendrán asiento en Estrasburgo.
Lo cierto es que pocas veces se ha visto en política algo igual. Sumar, un experimento ideado para unificar un espacio político disperso e impredecible, con menos de tres meses de vida oficial -su asamblea constituyente fue el pasado 23 de marzo-, está en declive. Y en una posición de extraordinaria debilidad. El riesgo es que la amalgama de partidos de izquierda se fragmente aún más con el perjuicio que supone para la coalición con los socialistas.
En esta ocasión, Díaz se ha arremangado. Esta campaña se ha involucrado casi por encima de sus posibilidades. Pero ya no le acompaña el halo de hace unos años. El proceso de unidad de la izquierda la ha dejado políticamente muy tocada. Y su situación en Moncloa la tiene contra las cuerdas. La vicepresidenta segunda está completamente desdibujada. El peso de la legislatura lo lleva el PSOE y Pedro Sánchez no va a darle oportunidad de armar ruido mientras no le interese.
La sensación dentro del partido de Yolanda Díaz es que los socialistas les han noqueado. Y que, por eso, deben responder con la misma fuerza. Es decir: a puñetazo limpio. Si no, el riesgo de caer en la irrelevancia y terminar como Ciudadanos, absorbido por el PP, es grande. Esa tesis sustenta el recrudecimiento del conflicto retórico con los socialistas.
Pero, en el fondo, hay más. Yolanda Díaz empieza a estar cuestionada internamente. Su liderazgo no se ha desplegado como el guante de seda en mano de hierro que se esperaba de ella al principio, cuando se produjo su irrupción. La vicepresidenta está débil y los suyos han olido la sangre.
Para el recuerdo queda la negociación de las listas para las elecciones europeas; la salida de la lista de Més Mallorca y la guerra abierta con Izquierda Unida por su cuarta posición, que llevó a la vicepresidenta a congelar la integración de los partidos en su dirección sin fecha, por el momento, para retomar el debate. Aquello fue todo un golpe al rumbo que Yolanda Díaz tenía marcado. Sumar contaba con lograr al menos los cinco escaños de Unidas Podemos en 2019. Pero no ha sido posible. Aunque Sumar y los morados suman exactamente esos escaños.
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