Política

Felipe VI conocía a través de su padre los movimientos de Susana Díaz en el PSOE

Susana Díaz se mantuvo desde el verano en contacto con la Casa Real tanto antes como después de la defenestración de Pedro Sánchez. 

En la recepción del Palacio Real, con motivo de la Fiesta Nacional, algún miembro del equipo de la Casa del Rey comentaba, con suma discreción, que "el panorama parece despejado". La abstención se abría camino entre las filas socialistas, una vez desalojado Pedro Sánchez de Ferraz. Susana Díaz fue la protagonista de la multitudinaria ceremonia. Prudente en sus declaraciones, insistió hasta la fatiga en mostrar en público su deseo de que finalmente se lograra superar el atasco institucional. Se hizo un selfie con Soraya Sáenz de Santamaría.

Después de un año de Gobierno en funciones, el horizonte, en efecto, está a punto de despejarse. A finales de mes, y tras dos intentonas fallidas, puede confirmarse la investidura del presidente del Gobierno. Desde Zarzuela se ha seguido con atención y casi obsesión este largo proceso, culminado con el terremoto vivido en el seno del Partido Socialista. En la Casa Real se ha manejado información de primera mano sobre el devenir de los acontecimientos, tanto por el partido en el Gobierno, como desde un sector del la principal fuerza de la oposición. 

Relación con el Rey emérito

Ahí entra en juego la figura de la presidenta de la Junta de Andalucía, pendiente siempre de mantener estrechos lazos con la Jefatura del Estado. La fluida relación de Susana Díaz con el Rey emérito no era secreto alguno. En 2014, para sorpresa de algunos, fue recibida en Palacio dos veces en menos de seis meses. Don Juan Carlos y la lideresa andaluza "se entendían muy bien, había sintonía, el Rey la apreciaba", según fuentes del Ejecutivo andaluz. Susana Díaz aparecía por entonces en todas las quinielas como la persona llamada a dirigir los destinos del PSOE en un futuro más o menos próximo. Pedro Sánchez le guardaba el sillón en Madrid mientras ella completaba su mandato  al frente de la Presidencia regional. Los planes se torcieron. "Sánchez, soberbio y alocado, no entendió su papel", dicen los susanistas.

Felipe VI recibió en audiencia a la presidenta de la Junta andaluza en julio del pasado año, dentro de una ronda institucional con diferentes presidentes autonómicos. Se habían visto un mes antes, en Sevilla, con motivo de una entrega de premios. La relación de Díaz con el Monarca no es tan cordial ni tan estrecha como la que mantenía con el Rey emérito, de acuerdo con versiones de la Junta andaluza. El intercambio de información entre el Palacio de la Zarzuela y el de San Telmo, pese a todo, ha sido particularmente frecuente  en estas últimas semanas, en especial en torno a todo el proceso que derivó en la defenestración del anterior secretario general.

Los movimientos del Sur

“Hay que estar muy atentos a los movimientos del sur”, trasladaba sigilosamente, este verano, un buen conocedor de la Casa Real. Aún no había fracasado Mariano Rajoy en su intento de investidura y nadie confiaba en que la líder andaluza se dispusiera finalmente a dar el esperado y definitivo paso para hacerse con el control de la situación en su partido. Todo estaba en el aire y los augurios eran más bien tenebrosos.

La información que fluía desde Sevilla hacia la Zarzuela, al igual que hacia algunos despachos de Moncloa, apuntaban a un horizonte de cambios. La maquinaria del viejo PSOE, con Zapatero y González al frente, se había puesto en marcha tras la hecatombe de las elecciones del 26-J. Sánchez se movía como pollo sin cabeza, rumbo a un pacto con Podemos y los separatistas catalanes. Todas las miradas se orientaron entonces hacia el sur, con un punto de escepticismo. Susana Díaz ya había amagado con ‘tomar el AVE’ en un par de ocasiones. Nunca lo hizo.

En la recepción de Palacio, el pasado 12 de octubre, entre copas de cava y canapés, un miembro del equipo de Zarzuela deslizaba con sigilo que, tras la caída de Sánchez, la abstención era prácticamente un hecho. “El próximo Comité Federal despejará los obstáculos”, comentaba. Acababa de producirse la agitada reunión del 1 de octubre, una sesión en la que el cónclave socialista puso punto final a la ‘era Sánchez’. Todo eran dudas e incógnitas. Cábalas periodísticas y amagos de revueltas en la familia del PSOE.  

Algunos rostros del equipo de Felipe VI, sin embargo, aparecían muy tranquilos en el Salón del Trono en esa mañana lluviosa de la Fiesta Nacional. El Rey evitó cualquier protagonismo. Incluso se retiró raudamente del ágape. En un rincón de la sala, un miembro del equipo de la Casa transmitía una sensación de alivio. “Nos dicen que la abstención parece garantizada, solo se opondrán los que ya se sabe. Esto necesita tiempo, pero todo parece bajo control”. El mensaje llegaba de los socialistas del sur. La investidura parecía tener el camino abierto y la solución al embrollo institucional, más cerca que nunca.

Una agenda congelada

No ha ocultado el Monarca su preocupación profunda  a lo largo de estos doce meses de vacío de Gobierno y su temor a acudir por tercera vez a las urnas. Sensación que compartía con Mariano Rajoy, pese a que el presidente en funciones, tras la erupción del volcán socialista, no disimulaba su deseo íntimo de concurrir a nuevas elecciones. “Borramos al PSOE del mapa, nos salimos”, le dijo alguno de sus colaboradores.

“Se le han hecho muy largos estos doce meses al Rey”, confiesan las fuentes mencionadas. Con su agenda paralizada, su presencia pública casi inexistente, su imposibilidad de mover un brazo más allá de lo que marca la Constitución, el Monarca temía por los efectos demoledores de esta anómala etapa tanto para la institución como para la propia estabilidad democrática. En verano cambió todo. 'Los vientos del sur' que llegaban a Zarzuela llevaban un sonido de cambio. No había detalles, ni se hablaba de fórmulas o de calendarios. La suerte estaba echada. Este fin de semana, el PSOE dará el necesario paso al frente y, a finales de mes, la pesadilla habrá terminado. Las Cortes habrán investido finalmente a un jefe de Gobierno que, casi con total seguridad, será el mismo que estaba.

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