"Se vienen tiempos complicados. La verdad es que el futuro pinta bastante negro. Las conversaciones que tenemos día a día aquí con mis compañeros son de incertidumbre total". Juan Pérez nació con la cultura del campo en sus venas. Es la cuarta generación de una familia de agricultores que se levantan todas las mañanas para trabajar de sol a sol en sus cultivos, en especial con los melones y sandías. Empezó con los 17 años, una edad temprana, y tomó el testigo de su padre como si de una coronación real se tratase. Tras más de 27 años conociendo cada centímetro de su parcela y estudiando al dedillo el gremio como si de su palma de la mano se tratase, la palabra que más repite cuando le preguntan por la nefasta situación por las que está atravesando el sector agrícola es: incertidumbre.
El campo se está muriendo y sus agricultores caminan de manera autómata hacia el precipicio como si de un paso de Semana Santa se tratase. Nos quedamos con lo superficial, con el desabastecimiento de melones y sandías que está sufriendo el oligopolio formado por Mercadona, Lidl y Carrefour y no queremos ir más allá y ver que el verdadero problema está en el sector agrícola que lleva meses ingresado en la UCI. "La gente está muy desganada, hay muchísimas parcelas que están abandonadas, muchísimas. Hace cuatro años cuando alguien se jubilaba o dejaba la tierra, en seguida el vecino compraba la finca o la alquilaba para seguir produciendo, porque había alegría, había ánimo de trabajar", así explicaba Juan la desgana y la melancolía generalizada de los trabajadores de Pilar de la Horadada, un pequeño municipio situado al sur de Alicante.
Las caras largas y las plegarias para que el clima respete su cultivo y no quedarse a dos velas tras el fin del estío. ¿Cómo hemos llegado a este punto que recuerda más a un escenario apocalíptico que a las historias de nuestros abuelos sobre el campo? Juan asevera que ha sido "un cúmulo de circunstancias para que pase lo que está pasando" y de un paulatino abandono de las empresas líderes y con más recursos -tanto económicos, como estructurales-, dando como resultado la tormenta perfecta de desgracias. Una soga que aprieta cada vez más. "El recorte del traspase, el aumento de los cobros ecológicos, el recorte del traspase de Tajo Segura, la limitación que tenemos de extracción de agua de pozos, todo eso al final nos ha llevado a la situación que tenemos, que es que ya estamos cultivando casi un 40% menos de la superficie que se cultivaba hace tres años", añade explicando los principales protagonistas de la narrativa de los cultivos en este 2023.
El viento no sopla a favor ni tan siquiera en el aspecto climatológico. Parece que San Isidro Labrador les hubiera echado un mal de ojo. Y es que el mes de abril fue la sentencia para el cultivo de melones y sandías. Ya lo sufrió la ciudadanía, un tiempo atípico que recordaba más a las fechas estivales. Esto hizo mucha mella en el gremio, que auguraban un año en barbecho. Y le dieron en el clavo. "A todo esto hay que añadirle los problemas climatológicos que hemos tenido la segunda quincena de abril y el mes de mayo por la lluvia", tal y como explicaba Juan esas precipitaciones anómalas le hicieron perder un 80% de producción en comparación al anterior año. Peor calidad, menos calibre de la producción y una reducción del número de sandías y melones, es decir, una hemorragia que no cesaba.
Los tiempos de sembrados son muy 'exquisitos'. Necesitan unas temperaturas estables, una humedad controlada, la justa cantidad de agua... La cuestión es que ni las lluvias les han respetado, ni el calor le ha dado una tregua. "Tenemos altas temperaturas y calor en Europa, todo desde casi prácticamente final de junio hasta todo el final de julio, que llevaba ya más de tres semanas en Europa en esta situación, más las altas temperaturas que tenemos en España". Los termómetros marcando cifras desorbitadas no solo afecta a la producción, sino a la demanda. Los melones y sandías son la fruta por antonomasia del verano. El fervor por refrescarse con estas frutas, hizo que la temporada diese el pistoletazo de salida antes de lo previsto, dejando en fuera de juego a los agricultores. Así explica Juan como el sector ha experimentado un "aumento de la demanda y una falta de producto" haciendo que vayan a contrarreloj.
Este 2023, como era de esperar, no va a ser un año de grandes beneficios. Según el testimonio de Juan, en su caso particular llegará a cubrir "gastos y poquito más". Y no solo entra en juego la compra-venta de los melones y sandías, sino que hay todo un mecanismo interno, oculto que tiene un coste elevado en comparación a otro tipo de frutas o hortalizas. "Una hilera de sandía puede costar fácilmente unos 13 o 14 mil euros por cultivo, cuando un producto normal y corriente, un maíz, una calabaza, puede estar por la mitad aproximadamente. Un año como este, si podemos presionar un poco más con el precio, podemos llegar a pedir entre 70 céntimos el kilo de sandías".
Un gasto que no se equipara a la cifra con la que tasan las grandes empresas la compra de la sandía y el melón. Aquí radica el quid de la cuestión. Un campo de batalla lleno de minas para el gremio de la agricultura. Los procesos burocráticos que se llevan a cabo hacen que la cifra que les llega a los trabajadores sea insignificante, simbólica. "Nosotros tenemos unos gastos de envasado de unos 24, 25 céntimos aproximadamente. En el tema del transporte, puede que sean otros 20 céntimos. Estamos hablando de que el supermercado a lo mejor adquiere la sandía aproximadamente a un euro, un euro y algo. En el caso del supermercado, siempre multiplica por dos o por tres el precio de lo que le cuesta", añade Juan que denuncia el abuso y la regularización de un proceso que penaliza al pequeño y favorece al grande.
En toda esta vorágine de concatenaciones de imprevistos y desperfectos, entra en juego Marruecos. Un peón que, tras varios movimientos estratégicos, se transforma en una formidable reina. Marruecos invirtió un dineral para crear toda una red de infraestructuras y de invernaderos para abastecer a nivel nacional con sandías y melones, con el deseo de poder entrar a jugar en las grandes ligas.
Aun así, no todo lo que brilla es oro. El sistema marroquí carece de unos controles de calidad y los pesticidas forman parte del acervo de la agricultura autóctona. Esto desemboca en un enfado generalizado del gremio español, que ven como en vez de salvaguardar el producto local y tender lazos de fidelización con el 'made in' España, les cambian como si fueran de usar y tirar comprando al por mayor al que le ofrece una mejor oferta.
"Lo primero es la protección de la agricultura. La agricultura, para nuestro Gobierno, es una cosa secundaria. Ningún partido político se ha preocupado por la agricultura como debería. Nunca. Porque hemos sido un sector bastante maltratado siempre. Nosotros nos sentimos así, yo desde que empecé en la agricultura, con 17 años, nos hemos sentido maltratados". Un sector olvidado, perdido de la mano de Dios y que las autoridades imponen a golpe de martillo sus medidas que, según la sensación de Juan, lejos de ayudar, lo que hacen es poner más trabas en el camino.
El alegato no se queda ahí. Los agricultores, que son los que mejor conocen la situación que se vive en el día a día, señalan con el dedo a la Administración, aclarando que "no nos han defendido en Europa", permitiendo que productos de otros países, con muchos menos controles de calidad y con muchos menos costes de producción de los que tenemos en España, tengan carta blanca para comercializar en nuestras fronteras. El mundo agrícola no pide tanto, simplemente que premien lo nuestro, que favorezcan nuestros cultivos antes de dejarse engatusar por las frutas y verduras de otras naciones.
Un punto y final al desabastecimiento de los melones y sandías
La paz tras la tormenta. No todo es negro en el sector agrícola y todo indica que a partir de agosto todo volverá a la normalidad. Así lo analiza José Vicente Andreu, presidente de ASAJA Alicante, que a pesar del revés que está dejando bajo mínimos a la industria, augura un futuro en el que, lejos de ser prometedor, se empieza a divisar en el horizonte un pequeño fulgor de luz. "¿Qué va a pasar a partir de 10 días? Si todo sigue lo previsto, Castilla-La Mancha empieza a recolectar sus sandías y sus melones. Y en Castilla-La Mancha hay muchos melones y muchas sandías. Entonces este desabastecimiento va a desaparecer. Todos los años, cuando llega el agosto, los que tienen su propio cultivo empiezan a abastecer a nivel nacional", explica el José Vicente el cambio de rumbo que se va a producir a partir de agosto.
¿Un problema esporádico o que transciende más allá? La incertidumbre se ha apoderado de los agricultores nublando por completo su visión del panorama y del futuro del gremio, a pesar de las esperanzadoras palabras del presidente de ASAJA Alicante. Es más, probablemente los trabajadores de las tierras de Castilla-LaMancha sean capaces de dar la vuelta a la tortilla y sacar beneficio, nunca mejor dicho, de la situación nefasta de sus homólogos valencianos.
José Vicente Andreu, ante la llegada inminente de la época de negociaciones entre agricultores y supermercados, espera que este año los trabajadores vendan los melones y sandías a 30-35 céntimos el kilo. "En Castilla-La Mancha el agricultor cobra la sandía normalmente 15, 18, 20 céntimos el kilo", por lo que aumentarán el margen de beneficio, siempre y cuando la caída en la producción sea menor que el incremento del precio.
Luces y sombras. El inicio del fin de la agricultura, de los campos españoles con cultivos de primera clase mundial, de los agricultores que ven como pasan los años sin un relevo generacional, que cuiden de sus tan preciadas tierras, y de un mar de dudas, de incógnitas que ya ha firmado el obituario de su primera víctima: las sandías y los melones.
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