“De la misma manera que el deporte mejora la vida de los que lo practican, la práctica del catalán favorece la inclusión social y la igualdad de oportunidades”, reza una guía de `sensibilización lingüística´ de la Generalitat. “La inmensa mayoría de los catalanohablantes convergen al castellano cuando alguien se les dirige en esa lengua” y eso es una prueba de “sumisión lingüística”, dice otro manual del programa Sensibilización y cambio de hábitos impulsado por el gobierno de Salvador Illa. Se trata de 26 talleres y guías lanzados desde el Ejecutivo del PSC para modificar las sensibilidades, los hábitos, las conductas e incluso las conciencias lingüísticas de los catalanes, a semejanza de una ingeniería social por medio de la lengua.
Para el Departamento de Política Lingüística del Govern, aunque los cambios de hábitos están ligados a las actitudes, las mentalidades y los discursos públicos, “más allá de la sensibilización, hay que activar técnicas y mecanismos que favorezcan el cambio de hábitos lingüísticos”. Una entidad colaboradora en este vasto programa del gobierno de Illa para modelar socialmente a la población, lo explica crudamente: “Es posible revertir la situación de precariedad social causada por siglos de imposición del castellano”, asegura Tallers per la Llengua, dotando a los participantes de “recursos cognitivos y conductuales” para que utilicen cómodamente el catalán en las relaciones interpersonales.
La campaña Sensibilització i canvi d'hàbits se gestiona por la Secretaría de Política Lingüística y, sobre todo, por el Consorci per a la Normalització Lingüística (CPNL), responsable de una guía de recursos para centros educativos donde recomienda que los timbres de avisos o la música que suene en los comedores escolares sirva para “familiarizar a los alumnos con la música en catalán”, aportando el CPNL su catálogo de melodías catalanas en Spotify.
Ese mismo organismo oficial recomienda padrinos de conversación, variante infantil de las parejas lingüísticas para practicar lenguaje verbal, así como “actividades formativas para las familias” que dejen claro que el catalán ha de ser centro de gravedad del ámbito escolar y comprobar si las asociaciones de padres están identificadas con los objetivos lingüísticos del colegio.
Aunque el citado Consorci normalizador anuncia un taller de sensibilización para profesionales sanitarios, este sector cuenta para ese fin con Salut-Metges pel Català, entidad presentada como think tank que en realidad es una asociación de médicos apadrinada desde la Generalitat para extender el uso del catalán en el mundo de la sanidad. Tiene un decálogo lingüístico para médicos que marca la lengua cooficial como preferente en la relación con los pacientes, pero la recomienda como exclusiva sin opción de cambiar al castellano en la redacción de las recetas, en las llamadas a los pacientes en sala de espera y en los informes de derivación de enfermos. El decálogo de derechos para pacientes recoge que estos han de recibir en catalán las citaciones, diagnósticos, historia clínica, información sobre medicamentos y prótesis, etcétera.
El sentido del despliegue de recursos para moldear nuevos hábitos y conductas lingüísticas de los catalanes, iniciado por el gobierno independentista de Aragonés y ampliado por el gobierno sanchista de Illa, lo sintetiza el lema de Tallers per la Llengua, De la consciència a la conducta. Ese es el fondo de la llamada “asertividad lingüística” para terminar con el “sometimiento” al castellano propio de aquellos catalanohablantes que cambian de lengua cuando su interlocutor habla en castellano. Ese taller de asertividad es una muestra de los desvaríos señalados en la reciente Jornada sobre Derechos Lingüísticos organizada por Impulso Ciudadano en la Universidad CEU San Pablo: identificar derecho lingüístico con pertenencia a un grupo cultural diferenciado, moldear la vida social para ajustarla al nacionalismo lingüístico y hacer ingeniería social con el idioma.
Una de las campañas de sensibilización lanzadas por el CNPL, organismo dependiente del Govern, es la denominada 21dies D’entrada, en català. Consiste en un cursillo intensivo itinerante por diferentes municipios donde grupos de vecinos coordinados por miembros de Voluntariat per la llengua se comprometen a hablar de entrada en catalán con todo el mundo y en todas partes, durante 21 días. Los organizadores de esos cursillos aseguran que así “damos la oportunidad de usar y practicar el catalán” a “las muchas personas que en los últimos años han llegado de fuera”.
Entre las veintiséis guías y talleres de sensibilización y cambio de hábitos de la Secretaría de Política Lingüística, los hay destinados a las empresas, con recomendaciones y normas incluso para la gestión telefónica, indicando que el catalán “es factor de calidad en la atención al cliente”. También las hay dirigidas a deportistas y profesores de educación física, a monitores de tiempo libre o al ámbito de la tecnología, concretadas estas últimas en el argumentario 10 raons perquè els productes digitals parlin català y un decálogo para aumentar su presencia en internet.
Para conocer la dimensión del conjunto de la política que despliega la Generalitat de Cataluña en este terreno, hay que tener en cuenta que la campaña de sensibilización es solo una de las actividades del CPNL y que éste es uno de los doce organismos oficiales que cuelgan del Departamento de Política Lingüística. Ahí no entran las 361 agrupaciones inscritas en el censo de entidades de fomento del catalán, que se benefician de subvenciones anuales por ayudar a su extensión y son de lo más variopintas: de la Unió Excursionista d’Olesa de Monserrat a la UGT, de Joventut Obrera Cristiana Nacional de Catalunya a la Associació LGTBIQ+ de Sitges, de la Federació Catalana d’Activitats Subaquàtiques al Centre Catòlic de Sants, del Gremi de Cinemes de Catalunya a la Confederació Sindical de la Comissió Obrera Nacional de Catalunya, etcétera.
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