En junio de 1981, apenas cuatro meses después del 23-F, la entonces secretaria de Organización del PSOE, Carmen García Bloise, envió una nota interna a los tres máximos dirigentes del partido -Ramón Rubial, Felipe González y Alfonso Guerra- sobre las medidas de "protección" del mismo ante "la siempre eventual posibilidad de cualquier intentona golpista".
Este plan secreto contenía cuatro fases -alerta, alarma, acción y ocultamiento- en el caso de que hubiera que colocar al PSOE "en semi-clandestinidad o clandestinidad total" si se producía otra asonada militar y, a diferencia del 23-F, tenía existo. El documento, al que ha tenido acceso Vozpópuli, se encuentra en el archivo histórico del PSOE y fue desclasificado en 2015 al poco tiempo de llegar Pedro Sánchez al cargo de secretario general (leer abajo).
García Bloise advirtió a sus superiores de que había que mejorar el servicio de seguridad del PSOE tras el 23-F, con el fin de "profesionalizar" al grupo de personas que lo formaban. Además, les planteó la "preocupación" por la "falta de nexo" entre la dirección nacional y las distintas federaciones territoriales "en caso de dificultad".
Plan PSOE tras 23-F by Vozpopuli
"Me parece urgente establecer una 'dirección única' cuya única finalidad será el dirigir la organización socialista si llega el caso de tener que poner la organización en semi-clandestinidad o clandestinidad total", indicó la secretaria de Organización al inicio del informe, al que se le añadieron dos anexos sobre cómo proteger al partido en la ilegalidad y qué dirección política tenía que haber en ese escenario.
Donde ocultar los documentos
La primera tarea, a juicio de García Bloise, era elegir un responsable de seguridad en cada provincia tras ver las carencias que hubo el 23-F. "Hay que elegirle con mucho cuidado porque el Grupo de Seguridad tiene que continuar aunque cambien las Ejecutivas o pase por las circunstancias que pase el Partido", hace hincapié. Cada grupo debía constar de media docena de personas, quienes debían aceptar "sin reticencias" la autoridad del máximo responsable.
El plan también incluía las directrices para retirar archivos, ficheros y documentos comprometedores de las sedes, así como los lugares en los que se podían esconder: "No es aconsejable que esté todo en el mismo sitio, sino repartida en varios, pero bien localizados y de forma que se pueda disponer de ella rápidamente si hace falta".
La tercera fase de "acción" era donde "la serenidad y los nervios se ponen a prueba" y la comunicación es primordial. "Siempre debe haber un teléfono libre para llamar o recibir las comunicaciones de suma importancia", se subraya en este punto. Además, el número de teléfono desde el que se llamase, tanto en Ferraz como en escalones inferiores, "debe conocerlo muy pocos compañeros y debe saber, cada uno que lo tenga, la importancia que tiene".
La cuarta fase de "ocultamiento" era el paso a la clandestinidad, donde la red de comunicación se reduciría "al mínimo" y se impondrían una serie de actuaciones. Por ejemplo, establecer una clave "para saber que el que llame es quién dice o que no está coaccionado". También se habla de utilizar seudónimos al hablar de personas y que cada grupo de seguridad adopte "un mismo apellido".
Mejor esconderse en la ciudad
En el caso de que hubiera que ocultar a un dirigente o afiliado que corriese especial peligro, se marcaron varias obligaciones. Por ejemplo, no ir a casa de ningún compañero del PSOE, que en dicho domicilio no hubiera "niños pequeños" y que se descartase cualquier piso "no habitado hasta ese momento", con el fin de no levantar sospechas.
Recordar y sacar conclusiones de la siguiente frase: Donde menos se ve una piedra es entre otras piedras"
La dirección socialista también hizo hincapié en que el domicilio en el que se ocultase una persona estuviera "en el casco urbano", pues era más fácil evitar los controles dentro de una ciudad que en las carreteras. Además, se imponía tener un piso alternativo ante la sospecha de que el que se utilizaba hasta ese momento hubiera dejado de ser seguro. "Nunca habrá en el mismo sitio más de un compañero importante", era otra de las advertencias.
Igualmente, se instruyó para no utilizar pisos francos y se subrayó que las casas más seguras eran aquellas de "simpatizantes no afiliados" al PSOE o de personas de "confianza personal" del dirigente socialista que se quisiera esconder. "Recordar y sacar conclusiones de la siguiente frase: Donde menos se ve una piedra es entre otras piedras", se resume en el escrito.
Una dirección "vertical o directa"
García Bloise planteó a Rubial, González y Guerra de la importancia de crear una "estructura operativa" que conduzca a una "dirección vertical o directa" en el caso de pasar a la clandestinidad. Se trataría, en su opinión, "de unificar con un eslabón desde la Comisión Ejecutiva Federal hasta la agrupación local la continuidad de la cadena".
La entonces secretaria de Organización del PSOE propuso informar de ello a "Nico" -con toda seguridad el secretario general de UGT, Nicolás Redondo- pues el plan organizativo en la clandestinidad tras lo ocurrido el 23-F debería aplicarse "con mucha discreción".
Al frente de la dirección política del PSOE quedaría, según el organigrama de García Bloise, la Ejecutiva Federal encabezada por Felipe González, más cinco miembros de la Ejecutiva del sindicato 'hermano' de UGT y tres responsables del grupo parlamentario. Ese hubiera sido el PSOE en la clandestinidad si hubiera triunfado otro 23-F.
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