Si el PSOE tiene un mes marcado en rojo en el calendario es el de noviembre. Será entonces, si no hay cambios de guion de última hora, cuando se celebren las elecciones generales en España. Ese será el gran examen de Pedro Sánchez; su gran reto. El presidente del Gobierno se juega su permanencia en Moncloa cuatro años más. Y pese al mal augurio que le vaticinan la mayoría de empresas demoscópicas, el líder socialista no se rinde. Antes, en mayo, afronta otro gran test: los comicios municipales y autonómicos en los que los socialistas se juegan buena parte de su poder territorial, sustentado en varios sitios en Podemos.
En Ferraz saben que 140 escaños, como propugna el exgurú de Moncloa Iván Redondo en sus tribunas de prensa, es la cifra mágica que permitirá al PSOE y a su socio revalidar el Gobierno. Pero esa cifra, que el PP también está en condiciones de lograr por su propia cuenta, solo está al alcance si el PSOE ejecuta la entente con la vicepresidenta segunda y gran rostro de Sumar, Yolanda Díaz.
Ese es el segundo gran reto del partido este año. Solo si los barones del partido pierden sus ejecutivos, puede comenzar una ola de contestación al liderazgo de Pedro Sánchez. Y, por su puesto, si el líder socialista se lleva un revolcón en las urnas, el partido comenzará su particular travesía por el desierto. Pero en Ferraz confían en recuperar el Ayuntamiento de Barcelona, retener el de Sevilla y seguir fuertes en Valencia para que seguir gobernando en coalición con Compromís.
El puño de Sánchez
Y es que el PSOE está controlado por el presidente del Gobierno con puño de hierro. No hay un solo rostro que permita adivinar un relevo natural de liderazgo. La simbiosis entre Sánchez y su partido es total. Eso sí, algunos presidentes autonómicos, como el castellanomanchego Emiliano García-Page ya advierten de que una derrota del líder socialista abrirá un proceso de primarias para encontrar sucesor. Pero hoy por hoy no ha alternativa. Sanchez es el presente del partido. Y quiere ser su futuro. En Moncloa se piensa en liderar una etapa de 'revolución' económica similar a la que produjo el desembarco de Felipe González en la presidencia del consejo de ministros, en 1982. Y todo gracias a la lluvia de millones de los fondos europeos Next Generation.
El presidente cumplió a finales de año su agenda de concesiones a los independentistas de ERC sin apenas oposición interna. Tan solo algunos barones de su partido, como el propio Page o el aragonés Javier Lambán, han criticado abiertamente la reforma ad hoc del código penal para beneficiar a los condenados y pendientes de juicio del procés. Pero poco más. Solo palabras, porque lo cierto es que en Ferraz saben que no pueden rebelarse contra el líder socialista.
Los barones del partido, mientras, juegan a alejarse de Sánchez, conscientes de que su imagen en estos momentos quema. Y nadie se quiere achicharrar con las urnas en el horizonte. Se vio en los fastos del 40 aniversario de la primera victoria socialista, en 1982, y en el día de la Constitución. Los presidentes autonómicos del PSOE se distancian del jefe del Gobierno. Una parte importante del partido cree que con la reforma de la malversación 'por la puerta de atrás' se ha cruzado una línea roja peligrosa que ha tensionado las instituciones y revuelto el estómago de muchos socialistas.
La obsesión se llama Feijóo
Mientras, en el PSOE se intenta superar la obsesión del 'efecto Feijóo'. Ya sabe, el 'sorpasso en las encuestas del PP al PSOE gracias al desembarco en Génova, en abril, del expresidente gallego Alberto Núñez Feijóo. No hay herramienta mejor para calibrar la amenaza que se cierne sobre Moncloa y Ferraz como la intensidad de los ataques que Sánchez lanza contra el PP.
Y es que este 2022 volvió la confrontación bipartidista como hacía tiempo que no se recordaba en el Congreso. Con Ciudadanos a un paso de entrar en el anatómico forense y con Podemos a punto de mutilarse por su guerra cainita con la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, lo cierto es que la gran batalla política basada en el código de confrontación entre Gobierno y oposición tiene de nuevo a los grandes partidos como protagonistas indiscutibles.
Así, en el PSOE dan por superado el 'efecto' de marras tras 9 meses de Feijóoismo en el PP. Y sobre todo, después de que el jefe de Génova se levantara de la mesa a última hora y se negara a firmar con Sánchez el acuerdo para desbloquear la renovación del Poder Judicial, que estaba ya cerrado. Algo que tanto en Ferraz como en Moncloa se considera un error de calado del 'supuesto hombre de Estado' que llegó para propiciar pactos y destensar la política del insulto en la que está sumida España. Todo un dardo a Feijóo, el auténtico gran reto del PSOE.
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