La última vez que el PSOE puso a un portavoz de la ejecutiva ante los periodistas en su sede, Pedro Sánchez era presidente en funciones. Ferraz lleva casi tres meses -desde el 9 de octubre- sin ofrecer ruedas de prensa. Y todo indica que nada va a cambiar en el corto plazo. Al menos hasta la conferencia política de los días 20 y 21 de enero en La Coruña. Fuentes oficiales explican que no tienen prisa para elegir a un nuevo rostro que comparezca tras las reuniones de la dirección de cada lunes. En este tiempo, el partido ha evitado preguntas incómodas sobre la amnistía, el mediador y la relación con Carles Puigdemont.
La llegada de Pilar Alegría a la portavocía del Gobierno descabezó la comunicación del partido que, por el momento, se reparte entre los ministros con más peso político del gabinete. Sánchez anhela potenciar la simbiosis entre el Gobierno y el partido. Por eso, Ferraz descarta situar a alguien que no esté en la sala de máquinas, donde se deciden todos los asuntos y la estrategia política del gabinete de coalición.
Lo más sangrante es que el cerrojazo (sólo dos ruedas de prensa en casi seis meses) se produce justo cuando el partido tiene negociaciones comprometedoras con Junts más allá de las de la investidura. Ferraz y Moncloa no quieren preguntas incómodas sobre sus conversaciones con los de Puigdemont. El acuerdo que cerraron ambas fuerzas para hacer a Sánchez de nuevo presidente contemplaba una primera reunión "en noviembre" y con la presencia de un verificador internacional que finalmente se celebró el 2 de diciembre sin noticia alguna. Y en la que los independentistas, supuestamente, propusieron al PSOE la celebración de un referéndum de autodeterminación sobre el futuro político de Cataluña amparado en el artículo 92 de la Constitución.
Ni una palabra de las conversaciones
El núcleo duro de Sánchez en Moncloa no responde cuando se le pregunta por la marcha de las conversaciones entre el PSOE y Junts. Y se limita a zanjar que cuando haya acuerdos se harán públicos.
El PSOE tiene un gran reto por delante este 2024. Pedro Sánchez tendrá que pelear para que la ley de amnistía, que le permitió permanecer en Moncloa, no le saque de allí.
La amenaza está encima de la mesa y la puso el propio Carles Puigdemont: una moción de censura apoyada por Junts que derribe al Gobierno de coalición. Lo cierto es que la medida de gracia será el tema de este año. No solo por las noticias que acarreará su tramitación, sino por todo lo que la rodeará: desde el regreso del expresidente catalán a España al pronunciamiento del Tribunal Constitucional sobre la ley. Ante esta situación, Ferraz ha decidido controlar al máximo la comunicación. El partido no quiere ni un solo desliz.
La recién nombrada portavoz del Gobierno, Pilar Alegría -y todavía portavoz socialista-, se escuda los martes en Moncloa en que las negociaciones del PSOE con Junts son una cuestión de partidos que no debe airear desde la mesa de la portavocía gubernamental. Y eso que las conversaciones afectan a la gobernabilidad del país. Moncloa siempre dijo que los acuerdos a los que llegaron con los partidos de la mayoría conllevan el compromiso de mantener un Gobierno estable y una legislatura completa. Fuentes gubernamentales explican que su intención no es ocultar. Y que "cuando haya novedades se darán a conocer".
Silencio por "prudencia"
Pero el historial del partido no le deja en buen lugar. El PSOE justificó su silencio las primeras semanas en aras de la discreción y la prudencia que merecían, según ellos, las negociaciones con Junts. El objetivo era que nada frustrara las opciones de Sánchez de ser reelegido. El apagón fue tal que tras los encuentros del presidente con los portavoces de Bildu y Junts nadie del partido dio explicación alguna. Y todo se solucionó mediante un comunicado.
El presidente del Gobierno aglutina más poder orgánico que nunca en el partido desde que se hizo de nuevo con los mandos de Ferraz, en 2017, tras enfrentarse a las primarias a Susana Díaz. El secretario general del PSOE, en el último congreso, quitó poderes al comité federal. Las voces críticas en el partido con la amnistía, que ha sido un "mal trago", son imperceptibles. Salvo Emiliano García-Page y Odón Elorza, nadie en el partido espetó a Sánchez reproche alguno por llevar tan lejos la negociación con los independentistas.
Mientras, el partido intenta dar carpetazo a la amnistía cuanto antes. Aunque no lo está teniendo fácil, porque la tramitación parlamentaria va a ser larga y tortuosa. Es más, estará repleta de hitos que harán que se cuele de nuevo en la actualidad. Además, las instituciones europeas están vigilantes. Aunque el propio Sánchez dice estar tranquilo y convencido de que la ley será vista con buenos ojos por los españoles cuando comprueben que ha contribuido a desinflamar el problema catalán. El presidente intenta comunicar.
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