Las negociaciones entre ERC y Junts para formar gobierno en Cataluña están encalladas. Uno de los principales protagonistas de esta parálisis es Carles Puigdemont, que se siente cada vez más aislado en Waterloo y no quiere perder ascendencia sobre la política catalana. Después del fracaso del primer pleno de investidura de Pere Aragonès del viernes, desde ERC empiezan a admitir que quizás el acuerdo llegará en el último minuto.
Según la Ley de Presidencia y el reglamento del Parlament, la segunda vuelta debe celebrarse dos días después de la primera votación fallida, lo que situaría el segundo pleno en el domingo 28, pero la presidenta de la Cámara, Laura Borràs, estudia celebrarlo el martes 30 al entender que deben ser dos días hábiles, aunque en otras legislaturas ha habido plenos de investidura en fin de semana.
Si en esta segunda vuelta tampoco se alcanza un acuerdo se abre un periodo de dos meses para lograr una entente antes de que se active, de nuevo, el reloj electoral. Y algunos sectores de Junts prevén que la negociación llegue a buen puerto en esta última etapa. ¿El motivo? El papel que está teniendo el exmandatario catalán desde Waterloo.
Consell per la República
Puigdemont no quiso intervenir ni en el proceso de primarias de su partido -donde los presos del 1-O se decantaron por el candidato que perdió, Damià Calvet- ni en la campaña electoral. Sin embargo, ahora ha reivindicado su figura, está llevando, junto a Borràs y Jordi Sánchez, el peso de las negociaciones y condiciona su apoyo al futuro gobierno a ser considerado una "autoridad nacional" y que su Consell per la República -un ente privado con solo 90.000 inscritos- sea la voz del Govern en el exterior.
En Lledoners, en cambio, son más posibilistas con los planteamientos de ERC. No solo entienden las reservas de los republicanos -y de una parte importante de la CUP- con este ente con sede en Bélgica sino que ven con buenos ojos que desde Madrid, ya sea el ala catalana de Podemos y Gabriel Rufián, como portavoz de ERC en el Congreso, trabajen para los indultos que les permita salir de la cárcel.
Como Puigdemont, son escépticos con la mesa de diálogo entre gobiernos, pero aceptan que ERC, como partido ganador del bloque independentista el pasado 14 de febrero, reivindique su estrategia. De hecho, el propio Aragonès, en su discurso de investidura, ha pedido reactivar esa mesa "de manera inmediata" y ha asegurado que, si es investido presidente, convocará un 'Acuerdo Nacional por la Amnistía y la Autodeterminación' que agrupe todas aquellas formaciones políticas, instituciones y entidades que están de acuerdo con la libertad de los presos del 1-O y con un referéndum.
Puigdemont insinúa que ERC lo quiere preso
La vuelta de Meritxell Serret de Bélgica, entregándose al Tribunal Supremo, rompió la estrategia de la defensa judicial de Puigdemont, Clara Ponsatí y Toni Comín en Europa. Especularon incluso con un "pacto" con el Gobierno de Pedro Sánchez por parte de ERC para facilitar su vuelta. El hecho de que ERC esté trabajando también en la vuelta de su secretaria general, Marta Rovira, fugada a Suiza, ha encendido las alarmas en el entorno de Puigdemont.
El propio ex 'president' hizo un hilo en Twitter donde insinuaba que "sectores del independentismo" "lamentan que no estemos en la cárcel" y reivindico el "trabajo hecho" desde el "exilio".
Desde los círculos afines a ERC se difunde cada vez más la idea de que hay que hacer política en Cataluña y no dudan en recurrir a la vuelta de los exiliados republicanos con la restauración de la democracia en España como ejemplo. Los escritores Raimon Galí y Joan Sales, dijo Sergi Sol, exjefe de comunicación de ERC en TV3, volvieron de México porque, como escribieron, "es más importante poner un ladrillo en Cataluña que una catedral en México".
En este sentido, renuncian otorgar un rol tan preponderante del Consell per la República. Están abiertos a readaptarlo para que todas las formaciones que lo integran se sientan representadas, pero tienen muy claro que el centro de gravedad del plan rupturista debe pivotarse desde Cataluña. Y no desde Waterloo.
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