España

Rafael Matesanz: "Ni los aplausos de todas las tardes han puesto de acuerdo a los políticos para cuidar la Sanidad"

El creador de la Organización Nacional de Trasplantes, el nefrólogo Rafael Matesanz, ha dedicado más media vida a impulsar un modelo que ha situado a España en el liderazgo mundial

El creador de la Organización Nacional de Trasplantes, el nefrólogo Rafael Matesanz, ha dedicado más media vida a impulsar un modelo que ha situado a España en el liderazgo mundial de donaciones de órganos y de trasplantes y que ha salvado decenas de miles de vidas en nuestro país. Vozpópuli ha querido reconocer su esfuerzo y dedicación, que ha situado a nuestro país como modelo para el resto del mundo.

Pregunta. Usted es el impulsor de la Organización Nacional de Trasplantes de la que ha estado al frente durante décadas. ¿Qué siente usted más de 30 años después al ver que España sigue, año tras año, en el liderazgo mundial tanto en donaciones de órganos como en trasplantes?

Respuesta. Con toda sinceridad, mucho orgullo. Cuando empezamos esta tarea colectiva, ni remotamente podíamos imaginar alcanzar estos niveles. Las cosas fueron saliendo bien, conseguimos que todo el país respondiera de forma adecuada y que los profesionales fuéramos tejiendo esta red. El año que viene cumpliremos 30 años de líderes mundiales y dice mucho en pro de la sociedad española y de nuestro sistema de salud. ¿Cómo recuerda esa época en los 80 en la que le vino esta idea y cómo consiguió lanzar la organización?

Realmente surge por una necesidad porque, en materia de trasplantes, las cosas estaban francamente mal en los 80. Hoy puede parecer increíble pero entonces había manifestaciones de pacientes renales en diálisis porque no podían acceder a un trasplante, había quejas en el Defensor del Pueblo, el clima en los medios era bastante belicista… y fue una iniciativa del Ministerio de Sanidad de entonces, con Julián García Vargas, que me puso a desarrollar el proyecto.

Tenía la idea de lo que había que hacer para fomentar la donación y fuimos desarrollando un modelo que fue de hospital en hospital y de comunidad en comunidad y funcionó. Funcionó porque la sociedad española es generosa cuando se le habla de forma adecuada y se le dio la vuelta a una situación trágica para los que esperaban un trasplante. En tres años ya éramos líderes mundiales y, desde entonces, no hemos hecho más que crecer en número de donantes y de personas que se benefician de procesos terapéuticos. Ahora un español que necesita un trasplante es el ciudadano del planeta que más posibilidades tiene de obtenerlo en un sistema igualitario que no discrimina por situación social.

P. Dejó de ejercer en 2017. ¿Tras más de media vida entregada a esta labor, uno se va satisfecho o con tareas pendientes?

R. Las dos cosas. Cuando dejé la ONT fue porque pensé que ya era el momento por edad y circunstancias familiares pero también porque habíamos encontrado a la persona adecuada para seguir con la labor de años, que es la doctora Beatriz Domínguez Gil que ha dado pruebas de que lo puede hacer muy muy bien. No me he desconectado en absoluto porque eso se lleva dentro pero sí contemplo más desde la barrera con una posición más analítica. Podría haberme quedado unos años más pero nunca me he arrepentido de haberme jubilado.

“Ahora un español que necesita un trasplante es el ciudadano del planeta que más posibilidades tiene de obtenerlo”

P. Se ha dicho de usted que ha sido el doctor que ha salvado 100.000 vidas. ¿Qué opinión le merece este tipo de titulares sobre usted? ¿Cómo cree que se le recordará en el futuro?

R. Es un titular superlativo porque nadie salva 100.000 vidas. En cualquier caso, las han salvado quienes han donado sus órganos y los profesionales capaces de hacer trasplantes. Es una actividad muy coral en la que interviene mucha gente. Aun así, son titulares que a uno le llegan de orgullo y creo que cuando pasen los años la gente seguirá beneficiándose de la ONT. A mi se me recordará como algo más lejano y solo para los iniciados pero siempre queda un poso de orgullo por lo hecho.

P. Ha tratado a miles de pacientes y muchos casos diferentes en su vida. Años después, ¿cuál es esa frase o esa imagen de algún paciente que se le ha quedado grabada en la cabeza?

R. Más que lo que me han dicho, se me han quedado grabas imágenes de pacientes que me han impactado. La que más, probablemente, la de un niño. Los niños tienen una sobrecarga emocional importante cuando está la vida en juego y en este caso recuerdo perfectamente a un niño vasco, llamado Ibai, que tuvo un accidente quirúrgico en el que se le necrosaron todos los órganos abdominales. Estaba en una situación desesperada y fue trasladado al hospital de La Paz de Madrid, que es la referencia en estas situaciones.

La única solución viable era el trasplante de todos esos órganos que había perdido, un trasplante multivisceral que es el más complicado. Encontrar un donante es muy complicado porque deben venir de otro niño y tener el mismo tamaño, además de coincidir el grupo sanguíneo. El niño estaba en situación de urgencia e iba a fallecer en cuestión de días. Las posibilidades matemáticas de encontrarlo eran prácticamente nulas pero, sin embargo, sucedió. Sucedió el milagro y se encontró en un par de días gracias a un acuerdo con Portugal y un donante que surgió en Lisboa. Fue como encontrar una aguja en un pajar. Fue una de las mayores alegrías de mi vida. El niño se trasplantó y, años después, las palabras de agradecimiento del padre valen por toda una carrera.

P. ¿Alguno de los muchos premios y galardones que ha recibido ha estado a la altura de este tipo de reconocimiento y satisfacción experimentada al salvar a tantos pacientes?

R. Nunca. Una de las cosas que más me llenan es el grado de emotividad que tienen los niños. He vivido lo que era una unidad de diálisis infantil hace 30 años cuando las opciones de ser trasplantados eran muy pequeñas. Lo que realmente llena es ver a un niño que ha recibido un hígado y que años después hace vida normal de adulto. Eso es lo que hace que uno piense que lo que ha hecho en la vida ha merecido la pena.

P. España es líder en trasplantes pero, hace poco, escribió un artículo en el que apuntaba a los opiáceos como factor fundamental que ha disparado la donación de órganos en Estados Unidos.

R. Es una constatación. España, hace cinco años, tenía en torno a un 35% de donación más que Estados Unidos. En el último, en el que se ha producido una disminución del 18% a nivel mundial por la pandemia, en Estados Unidos subió. Lo que ha pasado en los últimos años ha sido una epidemia de drogadicción en Norteamérica, especialmente con opiáceos por vía oral. En el año 95 se comercializó el medicamento OxyContin, un analgésico muy potente y muy adictivo. Se dieron muchas facilidades que aquí nunca se habrían dado y ha producido unas cifras escandalosas con más de dos millones de adictos y más de medio millón de pacientes fallecidos por sobredosis. Por casualidades de la vida, muchos de esos fallecidos pueden ser donantes de órganos y el aumento espectacular de donantes en Estados Unidos durante los últimos años se ha debido específicamente a esto, lo cual supone una paradoja dentro de la Sanidad en la que vemos que muchas vidas perdidas se convierten en un pequeño porcentaje de vidas salvadas.

“No nos podemos sentir muy orgullosos de cómo hemos gestionado la pandemia porque España ha sido de los países más castigados”

P. Me menciona la pandemia y le pregunto por ella. Tuvimos unos meses muy duros, luego el propio presidente del Gobierno llegó a proclamar hace más de un año que se había vencido al virus y desde entonces hemos visto muchas oscilaciones en las curvas de contagios y fallecidos. Usted, como doctor, ¿cree que hemos pecado de triunfalismo?

R. Es evidente. Muchas veces hemos dado por derrotada a la pandemia y ahora, por primera vez, podemos decir que está controlada pero no derrotada. Con la incidencia por debajo de 50 y con casi el 80% de la población vacunada, hay motivos para ser razonablemente optimistas pero la pandemia no ha terminado, entre otras cosas, porque no se ha acabado en grandes zonas del mundo y sigue la posibilidad de que haya nuevas cepas o que venga gente que no está vacunada. Pero sí es cierto que la filosofía debe tender a convivir con el virus y las condiciones en estos momentos son razonablemente buenas.

P. ¿Necesitamos una ley de pandemias?

R. Sí. El marco legal se ha mostrado claramente insuficiente y rígido. Lo ha dicho todo el mundo, incluido el propio gobierno. Necesitamos un marco legal que conozca todo el mundo, que sea flexible y para hacer frente a situaciones que, esperemos, no sean tan graves como esta. Pero las pandemias se van a seguir repitiendo periódicamente y que no dispongamos de una ley de pandemia es algo que no he entendido nunca.

P. ¿Cómo cree que se ha gestionado la pandemia?

R. Ha habido de todo. Mucha gente la ha gestionado, desde el gobierno central hasta las autonomías. Los comienzos fueron francamente desastrosos, sobre todo en el retardo en tomar decisiones. Si se hubieran tomado más rápidas, que se podría haber tomado porque teníamos ejemplos cerca, como en Italia, se habrían evitado muchas de las terroríficas consecuencias que tuvo sobre todo la primera ola. A partir de ahí ha habido de todo con una ordenación política muy complicada, con los campos poco delimitados en el gobierno central y las autonomías… y ha habido un tira y afloja continuo con elementos políticos encima de la mesa.

Ha habido quien lo ha hecho bien, quien lo ha hecho menos bien y quien lo ha hecho fatal. En conjunto no nos podemos sentir muy orgullosos de cómo hemos gestionado la pandemia y las cifras están ahí porque España ha sido de los países más castigados. Algunas cosas eran imprevisibles pero otras se podrían haber gestionado mejor.

P. Me habla de la gestión política y me pregunto si, a veces, en su carrera ha tenido la sensación de que era más complicado enfrentarse a ella que a un trasplante.

R. Siempre he tenido esa sensación (ríe). De hecho, la gente que conoce a fondo la Organización Nacional de Trasplantes sabe el mayor mérito ha sido evitar las embestidas políticas. Durante tres décadas he tenido que lidiar, y la palabra no es exagerada, con 16 ministros de dos colores diferentes y cada uno con sus peculiaridades y, probablemente, ha sido lo más difícil que me ha tocado hacer en la gestión de la ONT. Y si la ONT ha logrado lo que ha logrado es porque ha sobrevivido a las embestidas de los diferentes grupos políticos y ha conseguido un consenso, que es su principal activo. Cuando ha tocado tratar con los portavoces políticos de todos los partidos, he conseguido una unanimidad total con todo el arco parlamentario que ha mostrado su apoyo y eso es un capital de confianza muy importante.

P. ¿La Sanidad Pública está preparada para la avalancha que va a tener en los próximos años como consecuencia del envejecimiento paulatino de la población?

R. Esa avalancha ya se viene produciendo desde hace tiempo y es algo progresivo. La sociedad española es una de las tres más envejecidas del mundo y eso genera sobrecarga sanitaria. En torno a un 70% del gasto sanitario que genera una persona es en sus últimos meses de vida. Cuando más envejecida está la población, más gasto genera y eso se va a acrecentar. Creo que el sistema sanitario español ha sido sometido a una descapitalización muy importante desde comienzos de siglo. No es de hace poco ni atribuible a un solo partido entre otras cosas porque, al estar tan descentralizada, la responsabilidad de financiación recae en todas las comunidades.

El mayor problema es que está ligeramente por encima del 6% del PIB y creemos que lo ideal sería en torno al 7,5%. Ya nos daríamos con un canto en los dientes si fuera de un 7% pero no se ve un esfuerzo presupuestario en las administraciones. Si no se consigue financiación, el futuro de la sanidad española tal y como está concebida y como la conocemos va a estar complicado. La pandemia ha sido una prueba de esfuerzo de la sanidad española de la que no ha salido bien librada. Todos hemos podido ver las carencias. No podemos sentirnos satisfechos de cómo ha reaccionado nuestra sanidad porque no da para más, porque está muy descapitalizada, los sistemas y los profesionales están sobrecargados, mal pagados… y necesitamos que todas las administraciones se pongan las pilas.

Cuando uno ve a qué se dedican los primeros fondos europeos que han llegado y ve que a Sanidad hay algo así como un uno y pico porciento y que es la séptima o la octava prioridad, ya dice algo. Dice que la Sanidad no se considera una prioridad y que ni siquiera los aplausos de todas las tardes durante la pandemia han conseguido poner de acuerdo a los políticos en que esto hay que cuidarlo. Lo digo con mucha pena porque uno de los grandes logros de nuestro sistema democrático es nuestro sistema sanitario y lo estemos dejando caer.

“Sin financiación, el futuro de la sanidad tal y como la conocemos va a estar complicado”

P. Si algo ha puesto de relieve la pandemia es el trabajo y el esfuerzo de los sanitarios. ¿También esas malas condiciones que a veces tienen en su ámbito laboral?

R. Ha habido situaciones sangrantes. Además del gran número de contagios por una deficiente protección, ha habido sectores como la atención primaria que se han visto sobrepasados. El sistema no ha respondido bien, lo ha hecho todo lo que ha podido pero no ha hecho gala de estar sobrado, ni mucho menos.

P. Le planteo las tres preguntas en común que hacemos a las 10 personalidades distinguidas con motivo del décimo aniversario de Vozpópuli. ¿Cuál es la principal característica de la sociedad española?

R. La solidaridad. Por lo que me ha tocado gestionar, la sociedad española, cuando el mensaje es razonable y está bien expuesto, es muy solidaria. No solo en momentos de catástrofes, también en el día a día. El español es capaz en el día a día del “hoy por ti, mañana por mí”. Nuestro lema siempre era que había que donar órganos porque cualquiera de nosotros o de nuestros familiares los podía necesitar y esto la gente lo ha entendido perfectamente.

P. ¿Y un aspecto que la sociedad española deba mejorar?

R. El mal nacional es la envidia. Es un defecto muy serio y hay una tendencia en la que, en lugar de cooperar con fin común, el que saca la cabeza tienden a cortársela con mayor frecuencia de la deseable y esta envidia evita muchas veces proyectos cooperativos que tendrían un valor tremendo.

P. Por último, ¿qué valor le da a la libertad de prensa?

R. Es un valor fundamental. A mi que me ha tocado vivir durante años sin libertad de prensa, veo una variación para bien con respecto a mis años de juventud porque realmente es una forma de vigilancia para que poderes públicos y privados hagan lo que tienen que hacer. Sin libertad de prensa no existe ese contrapeso y los poderosos harían lo que les diera la gana. La libertad de prensa es un valor irrenunciable que se debe blindar con toda la fuerza porque a cualquier sociedad desarrollada le va mucho en ello.

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