España

Las raíces del narcisismo y el caudillismo en el estilo sanchista de gobernar España

Tras el `gatillazo´ dimisionario presidencial de hace quince días que dejó atónitos a unos y asustados a otros se multiplican los comentarios sobre la psique de quien ocupa La Moncloa

-Comportarse con arrogancia, alardear mucho, ser engreído.

-Enojarse cuando no recibe un reconocimiento o trato especial.

-Aire de superioridad con excesiva necesidad de admiración.

-Incomprensión o desinterés hacia los sentimientos ajenos.

-Inseguridad disimulada e intransigencia ante la mínima crítica.

Los cinco anteriores rasgos de conducta parecen extraídos de los análisis que se vienen publicando sobre la figura del presidente Sánchez, pero corresponden a la descripción del Trastorno de la personalidad narcisista recogida en la Health Letter de la prestigiosa Clínica Mayo, de Estados Unidos. De igual modo aparecen similitudes con los comportamientos del Jefe del Gobierno, o quizás su precedente en el mundo clásico, en el perfil del caudillo ateniense Alcibíades Escambónidas (450 al 404 a.C.), personaje “guiado por una ambición sin límites” a decir de sus biógrafos y a quien Platón puso como ejemplo de imposible hombre de Estado por carecer de principios morales. Se trata de las raíces clínicas e históricas que subyacen bajo el estilo de gobernar del sanchismo, único en los más de cuarenta años de democracia española.

Tras el `gatillazo´ dimisionario presidencial de hace quince días que dejó atónitos a unos y asustados a otros, dentro y fuera de España, se multiplican los comentarios sobre la psique de quien ocupa el palacio de La Moncloa. Al margen de que esos juicios, en su mayoría solventes y ponderados, sean despachados con la consigna sanchista del fango que ensucia la vida pública, no son nuevos en la opinión pública. Han estado presentes desde que Pedro Sánchez inició sus bandazos políticos tras la moción de censura que le llevó al poder, siendo el psiquiatra forense José Miguel Gaona quien hace cuatro años lo identificó como prototipo de los políticos mentirosos compulsivos, quienes llegan a creerse sus propias mentiras, que no son aleatorias, y terminan incapaces de decir la verdad. El mentiroso compulsivo, decía Gaona, muestra una patología “que se suele encuadrar dentro de los trastornos de personalidad”.

Solo habían pasado tres meses desde que llegara a la Presidencia del Gobierno tras la moción de censura en 2028, cuando un estudio grafológico sobre una servilleta de papel escrita por el líder del PSOE de su puño y letra detectaba estas características del autor: “testarudo”, “obsesivo”, “cuida su imagen”, “narcisismo”, “sin avidez por el dinero” y “no es fácil hacerle entrar en razón”. Todo ello coronado por dos rasgos dominantes: “la veleta del viento guía sus actos” y “su defensa será el ataque inmediato”.

Siendo la regeneración de la democracia el leit motiv del jefe del Ejecutivo tras su abstracto “punto y aparte”, resulta oportuno mirar a la cuna de la democracia, la Grecia clásica, buscando referentes de algún gobernante en el que se aprecien perfiles semejantes a quien ahora está al frente del Consejo de Ministros. El modelo indiscutible para esa referencia es Alcibíades Clinias Escambónidas, cuya forma escandalosa de llevar los destinos de Atenas en el siglo V a. de C. ha sido objeto de más estudios psicológicos y morales que políticos o militares.

Alcibíades, sobrino de Pericles, discípulo de Plutarco y amigo muy íntimo de Sócrates, ha quedado para la historia como un demagogo, traidor, osado, embaucador y marrullero que consiguió hacerse con el poder de Atenas. Bastantes pasajes y el propio título del estudio biográfico `Alcibíades. La ambición del poder´ (Víctor M. Renero. Editorial Alderabán. 1998) parecen versar sobre el dramático gobierno de la nación en la España de 2024, tal que al describir la trayectoria caudillista del ateniense como “un constante camino en pos del poder y la gloria”. La asociación con las maneras de quien ahora encabeza el Gobierno español parece inevitable al leer de Alcibíades que “guiado por una ambición sin límites y dotado de una asombrosa capacidad de adaptación, mantuvo a toda Grecia pendiente de él, de sus arriesgados juegos políticos y sus calculadas alianzas estratégicas”.

El ambicioso Escambónidas, con un trágico final a la medida de lo que sembró, fue quien emprendió las Guerras del Peloponeso que resultaron una ruina para Atenas en medio de la admiración y el odio que despertaba en el pueblo. A las similitudes con el estilo sanchista de gobernar se suman los juicios sobre Alcibíades vertidos por su contemporáneo Platón en El primer Alcibíades o de la naturaleza humana, incluyendo un sabrosísimo diálogo del gobernante mentiroso y narcisista con su querido Sócrates.

En la conversación de estos dos amantes sinceros y dolidos, el filósofo le canta las cuarenta al político en este pasaje de fácil traslación a la conducta de Sánchez Pérez-Castejón. “Estás persuadido de que apenas hayas arengado a los atenienses los harás sentir que mereces ser honrado más que Pericles y que ninguno de los ciudadanos que hayan ilustrado la república; que te harás dueño de la ciudad, que tu poder se extenderá a todas las ciudades griegas y hasta a las naciones bárbaras que habitan nuestro continente”.

A propósito de las carencias del temido Alcibíades, Platón concluye con una reflexión que no se sabe si habrá estado presente en las inexplicadas cinco jornadas reflexivas que se vivieron en la Moncloa: “La virtud es moral y políticamente la primera necesidad de un pueblo. He aquí lo que debe tener en cuenta el que quiera conducir y manejar los negocios públicos. ¿Y enseñará al pueblo a ser virtuoso, si no lo es él mismo? (…) La virtud (…) es la única capaz de crear los verdaderos hombres de Estado y de labrar la felicidad del pueblo”.

A Alcibíades le encajaba como un guante el mito del bello y engreído Narciso, algo que también perciben los analistas en la trayectoria del presidente del Gobierno, con la particularidad de que el narcisismo está considerado una patología que a la hora de relacionarse con los demás el psicoanálisis la describe como “un tipo de relación presidida por la soberbia, la arrogancia y la altanería”, algo de lo que se ocupa ampliamente Sigmund Freud. La Clínica Mayo de Rochester (Minnesota, EE.UU.), a través de su Health Letter (boletín sanitario) antes citado abunda en esas características del narcisista, sumando “el sentido desmesurado de su propia importancia, relaciones conflictivas y una carencia de empatía por los demás”, manteniendo ese prestigioso centro médico que el único tratamiento para dicha patología es la psicoterapia.

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