El vertiginoso ritmo de la actualidad política en España no da tregua a nadie. Esta semana, el tren ha vuelto a copar el huracán de la opinión pública a raíz del acuerdo para reeditar el Gobierno de coalición alcanzado entre el PSOE y Sumar. El pasado martes 24 de octubre, los líderes de ambas formaciones, Pedro Sánchez y Yolanda Díaz, escenificaron el pacto anunciando las medidas acordadas.
Una de ellas fue motivo de polémica por una confusión de la Vicepresidenta segunda en funciones. Díaz anunció que, en aras de reducir al máximo las emisiones de CO₂, el Gobierno tiene intención de reducir los vuelos domésticos. Sin embargo, lo hizo con una frase totalmente fuera de contexto y que se alejaba sobremanera de lo alcanzado entre socialistas y la formación de Yolanda Díaz.
Esta enunció que "han de acabarse los vuelos cortos de menos de dos horas y media cuando no haya alternativa al tren". La vehemencia y lo tajante del anuncio generó una oleada de críticas en las redes sociales, que no podían creer lo que estaban oyendo.
No pasó mucho tiempo hasta que se rectificó el error, subrayando que el acuerdo firmado por ambos partidos pretende "tal y como han hecho otros países de nuestro entorno, impulsar la reducción de los vuelos domésticos en aquellas rutas en las que exista una alternativa ferroviaria con una duración menor de 2 horas y media, salvo en casos de conexión con aeropuertos-hub que enlacen con rutas internacionales".
Observando qué rutas aéreas podrían ser sustituidas por trayectos en tren de menos de dos horas y media, solo aparecen tres: Barcelona-Madrid (2h 49'), Alicante-Madrid (2h 20') y Valencia-Madrid (1h 49').
¿Es el tren una alternativa real en España?
Subsanado el malentendido, queda claro la apuesta del futurible Ejecutivo por el tren, un medio de transporte a todas luces mucho más ecológico que cualquiera de los demás, incluyendo el coche y el avión. No obstante, España es víctima de una dualidad muy pronunciada en materia de servicio ferroviario.
Está bien que se impulse el tren, pues su comodidad y escasa contaminación son una evidencia palmaria, pero en un país de 47 millones de personas no puede haber una gran parte del mismo que no tenga conexiones con el resto de provincias o Comunidades Autónomas más que pasando por la estructura radial.
Desde la Unión Europea también se quiere potenciar el tren, especialmente el de alta velocidad. De hecho, España cuenta con la red de alta velocidad ferroviaria (AVE) más extensa de toda la UE, con 3.996 kilómetros, distribuidos en 3.027 km de alta velocidad de ancho estándar, 675 de red convencional de ancho ibérico puro y 127 km de red mixta (combinación de las dos anteriores).
Un gasto en infraestructuras que, sin embargo, contrasta con una densidad de tráfico cinco veces inferior a la de Alemania o Francia, según cálculos de la Fundación de las Cajas de Ahorro, quien apuntó que "hay un elevado stock de infraestructuras infrautilizado" y "ningún corredor es rentable desde el punto de vista socioeconómico".
Una España abandonada y sin tren
La problemática del tren hay que abordarla con una perspectiva nacional. Priorizar la alta velocidad ha sido una de las líneas maestras de los distintos Gobiernos en los últimos años, pero eso ha traído como consecuencia un abandono patente del tren convencional.
De hecho, solo hay 26 provincias en España que tengan línea de alta velocidad. De las 50 que componen la nación (excluimos a Ceuta y Melilla por razones logísticas obvias), hay ciudades clave como Bilbao, A Coruña, Santander, Pamplona, Cádiz, Teruel, Jaén, Soria, Oviedo o Badajoz, entre muchas más, que carecen de este servicio. Un retrato de la desigualdad que está generando en nuestro país la apuesta por el AVE en según qué zonas.
Pero no es solo eso, es que existen decenas de rutas por toda la geografía patria que no cuentan con conexión por tren, o que si la tienen es de una duración exagerada. Es más fácil ir en tren de cualquier provincia a Madrid que de esa misma a una ciudad cercana. Un sindiós inexplicable en un país occidental. Esto no hace más que reforzar la creencia de aquellos ciudadanos afectados de que hay españoles de primera y de segunda.
Muy sonado fue el caso del viaje de Soria a Pamplona. En 2022, un usuario preguntó a la cuenta de Twitter (ahora X) de Renfe qué alternativas tenía para ir en tren de la provincia al corazón de Navarra con motivo de las fiestas de San Fermín. El CM le explicó (con una errata, pues Pamplona no posee AVE) que no había tren directo, que debía ir a Madrid desde Soria en tren para después coger otro hasta Pamplona.
Buenas tardes, Jokin. No hay trenes directos desde Soria a Pamplona, pero si puedes desplazarte a Madrid o a Guadalajara, allí puedes coger el AVE directo a Pamplona.
— Renfe (@Renfe) June 21, 2022
Un saludo.
Si organizamos las opciones, la más corta es en coche, 158 kilómetros que se pueden recorrer en dos horas exactas. En tren, habría que ir en el exprés hasta Guadalajara y de ahí un Alvia a Pamplona. En total, más de 7 horas de viaje.
Entre Teruel y Cuenca hay 147 kilómetros de distancia. Dos horas y cuarto en coche. En tren, casi seis. Jaén está a 355 km de Murcia, unas 3 horas y 20 minutos directas en tu vehículo. En tren, más de siete. Y así con infinidad de rutas por toda España que nos obligan a ir en coche, obviando un medio de transporte que ha quedado demostrado que no está al alcance de todo el mundo. Presos de una red radial que margina a millones de españoles, obligados a no bajarse nunca del coche.
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