Dinero transportado en helicóptero, un director adjunto operativo de la Policía llamado “Emilio Pino”, viajes a Suiza, personajes que recuerdan demasiado a políticos, jueces y hasta periodistas que han acaparado los medios de comunicación los últimos años. Estos son sólo algunos de los muchos guiños a las tramas de corrupción real que contiene la ficción de la película El Reino, protagonista en la última de la gala de entrega de los premios Goya.
La obra del director madrileño Rodrigo Sorogoyen, protagonizada por el omnipresente Antonio de la Torre, arranca con un ritmo frenético impulsado por una música machacona de discoteca. Recuerda a un anuncio de televisión de la antigua Caja Madrid que proclamaba el inicio de los años locos. “El dinero nos hace libres, te abre las puertas del mundo, te da una segunda luna de miel, o una tercera, nos hace jóvenes, guapos… ¿Quieres? Con nosotros, puedes”. Corría el año 2006, faltaba poco para todo empezase a saltar por aires.
Cuando uno acude al cine a ver El Reino, descubre que mucho de lo que está viendo lo ha leído antes en los periódicos o lo ha escuchado tantas veces en los programas de televisión donde han ardido políticos que otrora parecían intocables. Es evidente el guiño del director a los los papeles de Bárcenas o la libreta de Granados. La obsesión del protagonista Manuel Gómez Vidal (Antonio de la Torre) es hacerse con los cuadernos en los que un compañero de partido anotó durante años pagos y sobresueldos de toda la formación política. El protagonista lo considera un “seguro de vida” que poder presentar a la prensa.
La forma de anotar los pagos, con sus nombres junto a las cantidades, recuerda inevitablemente a los papeles de Bárcenas, desvelados en su día por el diario El País. En la película son varias libretas de tapas verdes parecidas a la Moleskine de 123 páginas en la que anotaba sus secretos financieros el cabecilla de la trama Púnica, Francisco Granados.
En otro momento de la película la UCO irrumpe en casa de Gómez Vidal, quien esconde un pen drive con información comprometedora. Imposible no acordarse del “puto pen drive” del cabecilla de la trama Gürtel, Francisco Correa, que contenía toda la contabilidad B de su grupo empresarial. Así lo definió el propio Correa en marzo de 2009 a su abogado en Soto del Real: “Es que sin ese pen drive no tendrían nada, me pongo malo”.
Gómez Vidal busca blindarse con datos comprometedores de sus compañeros de partido. Opta por acudir a una cita con una grabadora escondida entre la ropa. Buena parte de la operación Gürtel se sustentó sobre las revelaciones que captó durante dos años la grabadora que escondió en su bolsillo el concejal del PP en Majadahonda José Luis Peñas.
Son tantos ingredientes los que se entremezclan de tantas investigaciones que resulta imposible acertar la ciudad costera en la que se enmarca la acción. ¿Valencia?, ¿Alicante?, ¿Málaga?, ¿Marbella?... Esta característica obliga a descartar Madrid como opción, eso a pesar de que la trama incluye la pugna entre Gómez Vidal y Paco (Nacho Fresneda). Ambos son compañero del partido a nivel autonómico, ambos tienen aspiraciones políticas, ambos compartieron un pasado de excesos.
Paco goza de la protección de Ceballos (Ana Wagener), la líder de la formación y mujer de muchos arrestos. Este triángulo evoca inevitablemente al enfrentamiento que mantuvieron Francisco Granados e Ignacio González bajo el liderazgo de Esperanza Aguirre en el PP de Madrid, que se apoyó sobre González, presunto cabecilla del caso Lezo.
La Guardia Civil bautiza la trama de corrupción que da sentido a la película con el nombre del yate en el que los protagonistas celebran unas vacaciones entre botellas de champán y relojes de lujo. Luego las imágenes acaban filtradas en la prensa como sucedió con las vacaciones en el Mediterráneo de Granados, su socio David Marjaliza y el exalcalde de Valdemoro José Miguel Moreno.
Tanto en la trama Gürtel como en Púnica algunos de sus implicados alcanzaron pactos con la Fiscalía. En la película también se muestra un acercamiento entre investigados y el Ministerio Público en una reunión donde detallan numerosos gastos en clubs de alterne. Encajarian con el “volquete de putas” que se ofreció en el chalet de Granados a los tres guardias civiles que habían declarado en el caso de los espías.
Cabrera, el blanqueador
Uno de los personajes más celebrados de la película es el de Cabrera (Luis Zahera), el blanqueador oficial de la trama. Viaja con frecuencia a Suiza o a China. En un momento de la película se siente traicionado por los políticos y se desahoga relatando los favores prestados, como llevar dinero en un helicóptero a Andorra. Según el sumario del caso Pujol, el clan del expresident usó helicópteros del servicio catalán de tráfico para desplazarse a Andorra, país en el que tenían parte de su fortuna.
En esa escena de la película, Cabrera habla con Gómez Vidal, quien se queja de que sus jefes políticos nunca le consideraron como uno de los suyos. Granados se definió en varias ocasiones como un “paleto”. Según publicó OkDiario, Granados llegó a declarar ante el juez que en una ocasión el expresidente Mariano Rajoy llamó a Esperanza Aguirre y le recomendó que “hiciese caso al paleto de Valdemoro” en lugar de a Ignacio González.
Pocas cosas describen mejor la opulencia en la que se manejó la corrupción en España como el cuadro de Miró que tenía en el cuarto de baño el cerebro del caso Malaya de Marbella, Juan Antonio Roca. Una de las escenas de El Reino muestra al protagonista en el cuarto de baño y el plano se fija en un ostentoso lienzo en la pared.
Son varios los secundarios que guardan parecidos razonables con personajes reales. Es el caso de la jueza, una mujer de melena negra y gesto lánguido como el de Mercedes Alaya, instructora de los ERE de Andalucía. También la presentadora de televisión Amaia Marín (Bárbara Lennie) cuya media melena negra y sus preguntas incisivas invitan a imaginar que Sorogoyen se inspiró en la presentadora Ana Pastor. Hasta los planos de su programa de televisión son los mismos que usa El Objetivo de LaSexta.
Entre la trama se mueve como pez en el agua un personaje lenguaraz de baja estatura de tez morena y pelo engominado hacia atrás. Jura fidelidad a su amigo mientras da órdenes a unos operarios sobre dónde deben colocar unas sillas donde parece que se va a celebrar un acto. El perfil es muy parecido al de Álvaro Pérez El Bigotes, uno de los hombres de Francisco Correa.
También pasa casi desapercibido, pero en un momento en el que Gómez Vidal se siente acorralado amaga con recurrir a su amigo el director adjunto operativo de la Policía Nacional que en la ficción se llama “Emilio Pino”, un nombre muy parecido al del número dos del Cuerpo durante el Gobierno de Mariano Rajoy, Eugenio Pino.
La película está producida por Atresmedia, pero eso no impide que incluya un alegato del protagonista en el que denuncia que “el poder protege al poder”. Lo hace para destacar cómo desde la dirección de los medios de comunicación también se maniobra para tapar corruptelas. El sumario del caso Lezo contiene escuchas al adjunto a la presidencia de Atresmedia y presidente de La Razón, Mauricio Casals, en las que, entre otras cosas, se jacta de haber frenado una información contra el expresidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González.