Apelación a la estabilidad democrática y decidida invocación al diálogo y la concordia son los puntos sobresalientes del segundo mensaje de Navidad de don Felipe, en el que se aborda en forma muy especial tanto la realidad de España surgida tras las elecciones del 20D, hace apenas cinco días, como el inquietante panorama planteado por los independentistas catalanes a la integridad de la nación. Es un mensaje limpio y directo, rebosante de sugerencias y casi de instrucciones para una clase política bloqueada en pulsos y pactos sin soluciones inmediatas. También busca la Corona apaciguar a una sociedad sobresaltada por la sublevación planteada en Cataluña por unas fuerzas políticas independentistas y minoritarias.
En un mensaje más escueto que su primer discurso de Navidad, don Felipe efectúa un llamamiento encendido a la necesidad de diálogo y entendimiento en una situación rebosante de incertidumbres. Subraya el rey que "la pluralidad política expresada en las urnas aporta sin duda sensibilidades, visiones y perspectivas diferentes", lo que obliga a practicar una forma de hacer política basada "en el diálogo, la concertación y el compromiso". Diálogo es la palabra que se repite dos veces en el mensaje del monarca, un gran elogio del entendimiento en unos momentos de turbulencias políticas a la espera de que se despejen las dudas sobre la posibilidad de formar un Gobierno estable.
El momento actual "precisa de todos los esfuerzos, todas las energías, todas las voluntades para consolidar lo conseguido durante décadas", afirma el rey
Es su ensalzamiento de la estabilidad, el Jefe del Estado subraya que el momento actual precisa de "todos los esfuerzos, todas las energías, todas las voluntades de nuestras instituciones democráticas para asegurar y consolidar lo conseguido a lo largo de las últimas décadas y adecuar nuestro progreso político a la realidad de la sociedad española de hoy". Reclama el rey a los políticos que sepan conducir unas instituciones dinámicas para que caminen siempre al mismo paso que el pueblo español.
La apelación del rey a la "reconciliación y superación de las diferencias históricas" y a un compromiso de las "fuerzas políticas y sociales con el servicio a todo un pueblo" es sugerencia del monarca a una clase política ahora atascada en una tesitura erizada de pulsiones, de intereses partidistas y de ostensosos personalismos. Ante ese panorama, el rey marca el camino irrenunciable del "entendimiento, la convivencia y la concordia en democracia y libertad". La Corona se convierte, así, en el motor de un clima imprescindible para orillar enfrentamientos entre las diferentes posiciones y para defender "la convivencia democrática" aprobada por todo el pueblo español. Y lo dice sin recurrir a la palabra 'consenso', tan devaluada en los últimos tiempos.
El desafío secesionista catalán
El proyecto común de nuestra convivencia prácticamente abre el discurso del rey, urgido, sin duda, por el desarrollo de los acontecimientos en Cataluña, con la sublevación puesta en marcha por las fuerzas secesionistas lideradas por Artur Mas y ahora espoleado por la CUP, un bloque antisistema, anarquista e independentista. Habla el rey de que "no debemos olvidar que la ruptura de la ley y la imposición de una idea o de un proyecto de unos sobre la voluntad de los demás españoles sólo nos ha conducido en nuestra historia al empobrecimiento y al aislamiento". Es un error del pasado, sugiere Su Majestad, que no debemos volver a cometer.
A diferencia de su mensaje anterior, Don Felipe no menciona explícitamente a Cataluña. Sin embargo se muestra contundente a la hora de transmitir un mensaje de "serenidad, tranquilidad y confianza en la unidad y continuidad de España", así como en primacía y defensa de nuestra Constitución. No ha de olvidarse que la Carta Magna otorga al rey la condición de garante en la unidad de España.
Don Felipe recuerda que el Estado reconoce "nuestra diversidad en el autogobierno de nuestras nacionalidades y regiones" y añade que "tengo muchas razones para poder afirmar esta noche que ser y sentirse español, querer, admirar y respetar a España es un sentimiento profundo, una emoción sincera y un orgullo muy legítimo". El monarca no deja pasar una mención a la necesaria cohesión nacional, "base de nuestro progreso político, cívico y moral".
El rey transmite un mensaje de serenidad, tranquilidad y confianza en la unidad y continuidad de España
Corrupción y consolidación económica
Las referencias a la recuperación económica de España están exentas de los nubarrones y los aspectos enormemente preocupantes de su discurso navideño anterior, en el que incluso se detenía en elogiar la actividad solidaria de organizaciones sociales, oenegés y otros colectivos solidarios. Estas singulares referencias ya han desaparecido, así como también las apelaciones a la necesidad de creación de 'empleos de calidad', expresión utilizada hace un año en una intervención escasamente amable hacia la labor económica del Gobierno de Rajoy. Tampoco se recogen ahora las menciones expresas a la corrupción que se efectuaba en el último discurso, cuando España vivía convulsionada por estos episodios vergonzantes, aunque se recuerda a nuestros políticos que han de actuar con sensibilidad hacia las demandas de "rigor, rectitud e integridad" que exigen los ciudadanos para la vida política.
Cambio de decorado
Tras las enormes críticas recibidas por el telón de fondo de su primer mensaje de Navidad, un cuartito excesivamente inhóspito e impersonal, Don Felipe ha trasladado en esta ocasión su 'plató' desde la Zarzuela al Palacio Real, una iniciativa inédita, pero que subraya la importancia que se pretende imprimir a partir de ahora a esta intervención, único discurso que se elabora íntegramente en la Casa Real. Realización televisiva eficaz, sobria, primeros planos potentes y poco más.
Las palabras del rey sobre "el diálogo -de nuevo- el compromiso con el sentido del deber y la responsabilidad" cierran esta felicitación navideña, que no está exenta de referencias optimistas hacia "el futuro de España en el que creo", y un apunte sentimental al recordar que es preciso marchar hacia adelante 'uniendo nuestros corazones", porque ya hace décadas "que el pueblo español decidió, de una vez por todas, darse la mano y no la espalda".