El PSOE estaba acostumbrado a recibir en las clausuras de sus congresos las visitas de los líderes de la patronal y de los sindicatos. Ayer domingo cumplieron con esta tradición en Sevilla Cándido Méndez (UGT) e Ignacio Fernández Toxo (Comisiones), pero no el presidente de CEOE, Joan Rosell. Este último prefirió delegar en el líder de los empresarios andaluces, Santiago Herrero, al que Rubalcaba, el nuevo secretario general del PSOE, le hizo un feo muy grande, hasta el punto de que dejó bien claro en público, durante el discurso de clausura del congreso, que ni siquiera conoce su nombre. Herrero improvisó entonces una sonrisa forzada, mientras los delegados socialistas interpretaron que, en realidad, lo que quiso hacer Rubalcaba fue un claro reproche a Rosell por haber despreciado la invitación que hace semanas se le cursó desde Ferraz.
Rubalcaba terminó rápido su última intervención en el Congreso, consciente de que los ánimos entre algunos delegados no estaban para muchas cabriolas, ni tampoco entre la representación sindical. De hecho, el secretario general de UGT respaldó hasta el final la candidatura derrotada de Chacón porque opina que Rubalcaba, con sus años y con sus derrotas a las espaldas, no es el mejor dirigente para pilotar la nueva etapa del PSOE en estas circunstancias. Pero nada de esto se percibió ayer domingo ni en las actitudes ni en los discursos. Se impuso la sonrisa profidén y los gestos para la galería.