La tesis de Pablo Iglesias sobre el peligro de un gobierno de coalición entre PP y Vox ha sido adquirido por ERC en el Congreso de los Diputados. En las últimas ruedas de prensa, el portavoz Gabriel Rufián ha repetido “palabra por palabra”, según comentan en Unidas Podemos, el argumentario de Iglesias, que servía tanto para chantajear a los independentistas con el miedo a una sustitución de Gobierno, como para cerrar filas de cara al debate presupuestario que se abrirá en las próximas semanas.
“Si la izquierda española vuelve a decepcionar, Vox y el PP, seguramente, llegarían a Moncloa. Si Vox llega a Moncloa significa, seguramente, la ilegalización de ERC, CUP, Junts, BNG, Bildu, Unidas Podemos... y problemas muy graves para el PSOE”, dijo Rufián el pasado 14 de septiembre. Fue un mensaje dirigido a Sánchez de cara a los presupuestos, para que mantenga sus promesas a Cataluña a cambio de recibir el apoyo en el techo de gasto y las cuentas de 2022. Promesas que, por cierto, tanto en el Gobierno como en los ambientes nacionalistas reducen a “enviar más dinero” para la región.
Un elemento destacable es que en los últimos días la sección de ERC activa en Madrid se ha alineado con Iglesias. El ex líder de Podemos sostuvo que sobre los partidos nacionalistas y Unidas Podemos sobrevolaba la amenaza de la extrema derecha, y que un gobierno de coalición con Vox y el PP acabaría ilegalizando a todos los partidos activos a la izquierda del PSOE.
De enemigos a amigos
Iglesias actúa con el afán de defender las posiciones conquistadas durante su año y medio de Gobierno con Sánchez. El líder morado está técnicamente desconectado de su partido, aunque la entente con Irene Montero se ha reforzado, y en sus últimas salidas públicas ha reivindicado su legado. De ahí que insista en respaldar el bloque de la investidura, del que depende la permanencia en el Ejecutivo de Unidas Podemos.
La emulación de Iglesias por parte de Rufián ha generado incluso cierta ironía entre las filas moradas. Algunos bromean con que Iglesias se ha convertido en el “intelectual de cabecera” de los republicanos catalanes. Mientras que otros destacan el elemento político: con ERC al mando de la Generalitat, Podemos confía en que los republicanos se mantengan fieles a su línea de apoyo externo a Sánchez y no generen demasiados problemas en la negociación presupuestaria.
Desde el Ejecutivo, los sectores más ortodoxos aplauden a Sánchez en cuestiones con la ampliación fallida del aeropuerto de El Prat (creen que los nacionalistas han quedado retratados) y confían en que el pacto con Unidas Podemos y ERC tenga en el futuro un peso más “cosmético” que real. Es decir, que creen que la Moncloa ignorará más a menudo a sus socios para afianzar la recuperación económica.
Más dinero para Cataluña
En las relaciones con el Govern catalán, fuentes gubernamentales sostienen que el plan de Sánchez es inflar de dinero la región. Si bien esto puede generar malestar en otros territorios, lo cierto es que Sánchez quiere consolidar la marca socialista y ganar las próximas elecciones en Cataluña, al igual que hacía Zapatero. Es por esto que el PSC de Salvador Illa se ha lanzado de inmediato a criticar a la Generalitat cuando rechazó el plan de 1.700 millones de euros para ampliar El Prat.
Podemos, por su parte, ha logrado en los últimos días algunas victorias políticas con el decreto de la luz, pero quedan pendientes asuntos muy importantes para su electorado, como la reforma laboral y la intervención del mercado del alquiler. El sector de Irene Montero ha dado la orden de centrarse en la vivienda, dejando a Yolanda Díaz el protagonismo en la cuestión laboral. El futuro de las dos dirigentes dependerá de quien logre imponer su agenda a Sánchez. Siempre y cuando una de las dos pueda hacerlo.
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