Una, dos, tres, cuatro... y cinco. La ministra de Igualdad y 'número dos' de Podemos, Irene Montero, guardó este lunes silencio hasta en cinco ocasiones cuando se le preguntó por la actuación de las fuerzas marroquíes en el salto de Melilla del pasado viernes que se saldó con 23 muertos según fuentes oficiales. Su partido exige al Gobierno que condene a las autoridades de Rabat, que según el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, hicieron un "trabajo extraordinario bien resuelto". Pero ella, que fie ninguneada, no lo podía de decir en Moncloa.
Lo cierto es que según ha sabido este diario, los morados pactaron con el PSOE bajar el tono contra la OTAN y dejar que el lado socialista comandado por Sánchez rindiera cuentas por el salto, pero no que a su ministra le dejen sin poder hablar. Eso ha enfadado a la cúpula del partido. Y todo para que Madrid preserve la relación con Marruecos y la foto de este martes en Moncloa con el presidente de Estados Unidos, Joe Biden -máximo apoyo internacional de Rabat en la cuestión saharaui-.
El entorno de Montero, de puertas para fuera, quita hierro al asunto e incide en que como "siempre, en todas las ruedas del Consejo de Ministros, la ministra portavoz responde a las cuestiones de actualidad". "La posición de Unidas Podemos está clara", zanja. Por eso, los suyos se apresuraron a presentar una proposición no de ley que insta al Ejecutivo a condenar el modus operandi marroquí. Es más, la líder, Yolanda Díaz, pidió que se aclare todo lo sucedido en Melilla. Pero la imagen de Moncloa no puedo ser más estrafalaria.
'OTAN, no'
Sánchez afronta desde este mismo martes una semana crucial. El presidente del Gobierno es el anfitrión de la cumbre de la OTAN más importante de sus siete décadas de historia, que se celebra en Madrid en plena invasión de Rusia a Ucrania. Precisamente el encuentro atlantista es otro de los grandes puntos de fricción con entre PSOE y Podemos, aunque aras de 'tener la fiesta en paz', los morados aceptaron no enviar a nadie de peso a la manifestación antiOTAN del pasado domingo que congregó a apenas 2.200 personas.
En verdad, a Podemos no le queda más remedio que ceder y tragarse el sapo de Melilla, pero también de la OTAN. Los morados ya lograron arrancarle al PSOE algunas medidas, como la reducción del precio del abono transporte, en el nuevo decreto anticrisis que Moncloa alumbró el sábado. Pero Sánchez ha vuelto a dejar claro que tanto la política de Defensa como la de Exteriores son sus parcelas, que defienden con celo.
Precisamente el otro gran frente que se abrirá en Moncloa será el gasto en Defensa. El Ejecutivo apuesta por un "crecimiento progresivo" del presupuesto que controla el ministerio capitaneado por la socialista Margarita Robles, algo que choca frontalmente con el pacifismo morado, que reclama ese dinero para cuestiones sociales en contra del interés de la OTAN, que quiere que sus socios alcancen más pronto que tarde el compromiso del 2% del PIB.
Marruecos, objetivo prioritario
Cabe recordar que España ha dejado claro que le interesan más las relaciones con Marruecos que con Argelia. Como contó este diario, ex altos cargos diplomáticos del Gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero, explican que nos unen muchos más lazos, económicos, políticos, de seguridad y defensa y territoriales con Rabat. La guerra en Ucrania amenaza con provocar un movimiento masivo de migrantes hacia Europa y el control de fronteras y de flujos se antoja fundamental.
España no puede permitirse una situación si quiera parecida a la crisis del año pasado provocada por Rabat y que puso a Ceuta y Melilla contra la espada y la pared. De ahí que la contundencia de Rabat se haya percibido en un primer momento como satisfactoria para Sánchez, quien no puede permitirse una sola mala palabra contra el país alauí, enemigo íntimo de Argelia con quien España mantiene una disputa diplomática.
La frontera entre Marruecos y Argelia permanece cerrada. Ninguno de los dos países está dispuesto a relacionarse en pleno pulso por la hegemonía. Ambos miran con el colmillo goteante al Sáhara, un territorio rico en hidrocarburos, sulfato, hierro y con salida al Atlántico, zona rica de pesca. Precisamente esa salida al océano es interés primordial de Argel, comprimida entre el desierto y el Mediterráneo, el camino que emprenden los migrantes.
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