"Euskadi y España son países libres". La frase, que en cualquier otro político se podría haber considerado un gazapo, en Sánchez muchos la observan como un claro guiño a sus socios de Gobierno, en este caso Bildu, debido a su hemeroteca personal. Es más, al contrario de lo que le ocurría a Mariano Rajoy, Sánchez no es conocido por sus meteduras de pata con la lengua castellana: el presidente no suele dar una puntada sin hilo.
Ya antes de llegar a la presidencia del Gobierno, ya exhibió cercanía con el independentismo, especialmente el catalán y el vasco. "Dentro de España hay una nación que se llama el País Vasco", proclamó Sánchez ante los medios antes de citarse con el PNV. Ocurrió en 2017, cuando el ahora presidente hizo una ronda de reuniones como precandidato a las elecciones primarias del PSOE.
Fue una de las primeras veces que opinó sobre el nacionalismo. Después, en un desayuno informativo en septiembre de ese mismo año, afirmó que España es una nación, aunque por términos históricos también tendría esa categoría "al menos Cataluña, País Vasco y Galicia".
A quien más guiños ha lanzado Sánchez ha sido al independentismo catalán. "Para mí España es una nación de naciones y Cataluña es una nación", señaló Sánchez en un acto en Cataluña junto al PSC durante su campaña a liderar a los socialistas. Luego prosiguió, por si su argumento no había quedado claro: "Hay que reconocer a Cataluña como lo que es, una nación". Por aquel entonces ya mostró cierta sintonía con los intereses políticos del independentismo.
Esta frase también la repitió el 4 de mayo de 2017 en una entrevista que concedió a ElDiario.es. En ella, señaló que "Cataluña es una nación y su Estado es el Estado español". El argumentario no varió un año después, cuando ya obtuvo la categoría de candidato. En el día de Sant Jordi de 2018, durante las primarias que enfrentaron a Patxi López y Sánchez para liderar el PSOE, dijo una vez más que "España debe reconocer que Cataluña es una nación". Una frase muy parecida a la que dijo un año antes.
En junio de 2018, una vez ganó las primarias del partido y se convirtió en el secretario general del PSOE, Sánchez comenzó a matizar sus palabras y a mostrar su simpatía por los nacionalismos, aunque de una forma mucho más discreta. En una entrevista en Espejo Público, anunció que en su propuesta de reforma de la Constitución no incluiría el término nación para Cataluña, aunque sí apoyaría que "se reconozcan las singularidades de la sociedad catalana". Añadió además que "el problema en Cataluña no es de nomenclatura sino de convivencia. Se necesita un nuevo acuerdo, hay que alcanzar un acuerdo en la reforma constitucional y luego catalanes y no catalanes tienen que votar esa reforma".
De los guiños de Sánchez, estos lodos
Pedro Sánchez, salvo en Ermua, no ha vuelto a lanzar guiños semánticos a los nacionalismos, pero sí que lo ha hecho en términos políticos. La lista de episodios en los que el presidente se ha rendido ante los intereses de los nacionalismos es bastante larga: desde los indultos a los políticos del procès hasta el acuerdo de la Ley de memoria democrática con EH Bildu, con el partido abertzale con permiso para revisar el texto. La última la publicó Vozpópuli ayer: La Generalitat ha recibido de Sánchez 509,1 millones en las últimas 5 semanas.
Las consecuencias de todos estos 'gestos' es lo que se pudo ver en el Congreso de los Diputados el pasado jueves: el independentismo que en su día ensalzó, tras el paréntesis de la pandemia, vuelve a la carga. EH Bildu, ERC y BNG pidieron ante los medios de comunicación que Sánchez reconociese de forma efectiva "la voluntad ciudadana libremente expresada" como "el mejor y único instrumento democrático" para resolver "los conflictos políticos territoriales" con "Euskal Herria, Galiz y Catalunya".
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