Hay que remontarse a José Félix de Lequerica, primer embajador de España ante Naciones Unidas una vez que el país fue admitido formalmente en la ONU (1955), "para encontrar un nombramiento tan sorprendente en un puesto tan delicado. Ni Franco se atrevió a tanto, porque, al fin y al cabo, Lequerica había sido ya embajador antes y hasta ministro de Asuntos Exteriores por unos meses, entre 1944 y 1945".
Lo dice Inocencio Arias a propósito de la designación del exministro de Industria Héctor Gómez como representante de España ante la ONU, una misión en la que el propio Arias se desempeñó durante siete años, periodo en el que tuvo que bregar con cuestiones de alta tensión como la guerra de Irak (2003). No fue enviado a Nueva York hasta que pasó por otras muchas legaciones e incluso ocupó cargos como la Subsecretaría de Exteriores o la propia Secretaría de Estado del Ministerio.
El nombramiento de Gómez ha causado una enorme perplejidad en la carrera diplomática, que Arias comparte, y eso que el diplomático almeriense nunca se ha opuesto a que "un político pueda ser embajador, algo que sostuve en mi época como subsecretario de Exteriores pese a las críticas que recibí por defenderlo".
Pero en el caso de Gómez, el problema no está en su condición de político, "sino en que un dirigente de partido solo puede encajar en una embajada tan difícil si tiene un conocimiento vivencial del contexto en que va a moverse. No creo que sea el caso de este exministro".
El nombramiento de Héctor Gómez en Naciones Unidas viene a confirmar que Pedro Sánchez es el verdadero jefe de la diplomacia española y su ministro José Manuel Albares, un simple monaguillo
La experiencia acumulada lleva a Arias a concluir que "si hay un puesto diplomático que, por su complejidad, exige solvencia y conocimientos en política exterior y del entorno, ese es el de embajador ante la ONU".
Según Inocencio Arias, el nombramiento de Gómez resulta "anómalo dentro de la lógica diplomática en la que el objetivo es contribuir al bien del país al que representas en términos de imagen e influencia". Sin embargo, añade que "Pedro Sánchez ha normalizado emplear nuestra red exterior como una oficina de colocación de políticos del PSOE que ya no le sirven. Definitivamente, este nombramiento viene a confirmar que el verdadero jefe de la diplomacia española es Sánchez y su ministro José Manuel Albares, un simple monaguillo".
De su etapa en Nueva York, Arias recuerda con especial intensidad la gestión del espinoso episodio de la guerra de Irak, que le costó más de un encontronazo con el propio Ejecutivo de Aznar por haber cuestionado en unos cursos de verano de El Escorial la existencia de armas nucleares en el arsenal iraquí con la que el Gobierno de entonces justificaba la participación en el conflicto que impulsaban EEUU y Reino Unido. "Me pregunto qué criterio va a seguir Gómez como representante español ante la ONU en cuestiones tan peliagudas como las guerras de Ucrania y la de Israel o el reto del cambio climático. Son temas complicados que requieren un conocimiento profundo del tablero internacional y de la posición que en él ocupan las principales potencias".
Una práctica nada habitual en el resto de Europa
La práctica de enviar a Naciones Unidas a un político en lugar de a un diplomático de carrera no es habitual en países del entorno europeo. "Alemania, Reino Unido o Italia suelen cubrir ese puesto con especialistas muy experimentados, porque es un cargo que requiere un alto grado de profesionalización". No es el caso de Gómez.
La costumbre en América es diferente: "EEUU y los países iberoamericanos recurren frecuentemente a políticos, pero en todos los casos con experiencia previa en los departamentos de Estado de sus respectivos gobiernos". Tampoco es el caso del exministro de Industria.
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