Aterrizó en Barcelona en la tarde del 17-A. Soraya Sáenz de Santamaría viajó junto a Mariano Rajoy y el ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido nada más conocida la magnitud de la tragedia. Cataluña temblaba y Barcelona se desangraba. Desde entonces, la vicepresidenta del Gobierno apenas se ha movido de Barcelona. Su despacho en la delegación de Gobierno, en la calle Mallorca, corazón del Ensanche, objeto de ciertas bromas y algunas burlas, ha resultado ahora de enorme utilidad. En plena tensión con el equipo de Puigdemont por la actuación de los Mossos d'Esquadra durante la crisis, Santamaría ha buscado el contacto directo por los sectores más afectados por el zarpazo del terror.
La política, al margen. Días de llanto. Los independentistas, en su sitio. Oriol Junqueras agradeció el mensaje de condolencias enviado por la vicepresidenta y poco más. Tan sólo la inevitable coincidencia en los actos públicos. La norma de Rajoy era clara. No se entra a polémica alguna, no se levanta la voz, no se responde a los desprecios de la Generalitat. Así ha sido. Los pocos ministros que se han pronunciado estos días, con Zoido al frente, han recitado sin titubeos la letanía de la 'cooperación' y 'coordinación', un mantra ya arrasado por los acontecimientos.
La actividad desarrollada estos días por la vicepresidenta en Cataluña ha sido dura e intensa. Santamaría conoce muy bien a la sociedad catalana después de largos meses de presencia intermitente en Barcelona para impulsar su 'operación diálogo', de gris resultado. Prácticamente extinguidos los lazos con la Generalitat, Santamaría mantiene relaciones con sectores muy diversos de la sociedad civil catalana, entre los que cuenta con buenos amigos. Sin apenas despliegue de medios, sin muchas declaraciones, sin comparecencias informativas. Prudencia y sigilo. "Ni una excusa para la polémica o el debate", comentan en su entorno.
Asociaciones de comerciantes y restauradores han sido, este jueves, sus últimos visitantes en el despacho barcelonés. Hay inquietud por los efectos en el turismo. Y preocupación por la seguridad. Santamaría ofrece información y transmite confianza. Eso al menos comentó uno de los presentes en otra de las reuniones, esta vez con los hoteleros, un sector directamente afectado. "Estamos pasándolo muy mal con la persecución por parte de la alcaldesa Colau y ahora, ésto, los yihadistas", señalaba en privado uno de los presentes.
Abatido entre viñedos
También por el despacho desfilaron los cónsules que ejercen en Barcelona, muy mimados, por otra parte, por la Generalitat en su empeño por 'internacionalizar' su proyecto de 'república'. El atropello brutal de las Ramblas provocó víctimas de 34 nacionalidades. Algunas, mortales. Otras muchas, todavía en el hospital. El ministro de Exteriores, Alfonso Dastis, llegó por los pelos a la cita. Viajó a España desde Galápagos, donde pasaba sus vacaciones, según trascendió.
No todo ha sido despacho. También Santamaría se desplazó a Cambrils, la localidad tarraconense donde estuvo a punto de ocurrir otra tragedia. El A-3 de los terroristas volcó y sus ocupantes fueron tiroteados y abatidos por los Mossos. La vicepresidenta mantuvo un encuentro con la alcaldesa Camí Mendoza, de ERC, y se acercó hasta el Paseo Marítimo, escenario de los hechos.
¿Qué pasa con los Mossos?
También quiso estar Santamaría en Sant Sadurní y Subirats, las localidades del Alto Penedés por cuyos viñedos deambulaba Younes Abouyacquob, el autor material de los atropellos de las Ramblas, cuando fue interceptado por la policía y reducido a tiros. Entre la sorpresa con los alcaldes Maria Rosell y Pere Pons. Estaba acompañada por la ministra de Sanidad, Dolors Montserrat, catalana y con residencia familiar en la región.
La manifestación del sábado, que se espera masiva, supondrá el punto final a las largas jornadas de duelo. Algunos consejeros de la Generalitat se han sacudido el luto, han utilizado los dramáticos hechos para hilvanarlos con la cita del 1-0. Joaquim Forn, responsable de Interior, ha desempolvado el debate sobre la presencia de los Mossos en Europol y ha denunciado una 'ofensiva mediática' contra la policía catalana. Jordi Turull, portavoz del Govern, ha ido más lejos al referirse a 'actitudes miserables' o que las críticas a los 'agujeros' de los Mossos se deben a 'envidias'.
El Gobierno central elude estas polémicas, no responde a las invectivas. Sáenz de Santamaría, en su prédica del amor cuasi fraterno con la Generalitat, llegó a decir en Sant Sadurní que la colaboración es máxima y que Rajoy y Puigdemont hablan varias veces al día. El lunes será ya otra cosa. Vuelve la política.
El calendario del 'procés' se desentierra. Los independentistas arrancarán el calentamiento de la Diada y será entonces cuando, se supone, ya se permitirá desvelar algunos de los aspectos que se han mantenido ocultos estos días de dolor. Tanto sobre la actuación de los Mossos como de la gestión de las Generalitat. La silenciosa 'operación Soraya' habrá terminado. La 'operación diálogo' pasó a mejor vida. Se pone en marcha la 'operación 1-0' en la que la vicepresidenta tiene también mucho que decir.
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