Ora compartiendo gran parte de ese dramatismo que predica otro Nobel como Paul Krugman, ora contemporizando y aportando soluciones para salir del bucle europeo, el asesor del ex presidente Bill Clinton y nobel de Economía en 2001 Joseph Stiglitz echó ayer un capote a los sindicatos y compareció junto a Ignacio Fernández Toxo en el Auditorio Marcelino Camacho en un acto de CCOO para tratar el tema al que el economista de Indiana más se ha referido durante el último lustro: soluciones a la crisis. Stiglitz defiende a la par a los sindicatos y al 15M, porque entiende que la salida al tormento reside en la “sociedad civil”.
Como buen (semi) heterodoxo, Stiglitz criticó de principio a fin la austeridad. “No todos los países pueden tener superávit”, dijo, en referencia a Alemania. “Para que haya superávits tiene que haber déficits. El problema es que el país del superávit quiere imponer sus medidas al resto de la UE porque es más cómodo pedir a los demás que hagan ajustes que devaluar la moneda común. Y Berlín se ha opuesto a una revisión del tipo de cambio desde 2005”.
Por eso no tardó el Nobel en sugerir que quizás la solución está fuera del euro. “No va a ser fácil que esta divisa continúe. En la dirección actual, no creo que sobreviva. Pero yo les digo a los que temen su desaparición: ‘¡Tranquilos! Hay vida más allá de la deuda y la devaluación.” Cuando le insistieron en si creía posible que el euro desaparezca, Stiglitz respondió: “Sí, tajantemente. Cada vez hay un mayor consenso entre los economistas que conozco de que así ocurrirá. Lo que no sabemos es cuándo ni quiénes lo abandonarán”.
Pero no todo eran parches al euro. Su discurso fue un tira y afloja. O un afloja y tira. El estadounidense está seguro de que hay una solución política que pasa por una Europa realmente cohesionada, pero no cree que ésta vía llegue por parte de los dirigentes, ni siquiera por parte del socialista François Hollande, como se encargó de recordar para sorpresa del auditorio. “Si el BCE tomase dinero prestado y luego lo prestase a Estados y pymes, bajaría el coste de la deuda. Pero esto no se hará. También hay un principio, que dice que la expansión equilibrada de los impuestos contribuye a incrementar el PIB. Tampoco se hará”.
“¡Imaginen que los Estados de mi país fuesen responsables de su deuda y déficit! Habría problema por todas partes. Pero hay una autoridad federal que contribuye a la estabilización de esos males”, continuó. “¿Dónde está la UE, dónde está el control del tipo de interés y el tipo de cambio? Y recordó que en enero de 2010, cuando se dio el problema griego, ya propuso a Europa avanzar en esa unión política y fiscal que Merkel o Sarkozy “nunca tuvieron en cuenta”.
Para terminar, Stiglitz adjetivó la austeridad de muchas maneras, cada cual peor: “injusta”, “irracional”, “criminal”, “suicida”. Recordó que la Administración Clinton frenó a los republicanos de un intento similar –después, con Bush, dispararon la deuda- y que el también republicano Herbert Hoover condujo a EEUU a la Gran Depresión tras el crash del 29 con una austeridad predecesora a la europea. Y volvió a la desazón para referirse a los políticos europeos: “Hablan de combinar austeridad con crecimiento. ¿Cómo se hace eso? ¿Qué medidas tomarán? El dolor que estáis soportando es salvaje”, indicó a su público.
Al concluir el acto, Stiglitz se fue de manifestación con las centrales. Al menos no habló de corralito, como su colega Krugman.
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