Después de 17 años desde la orden de ejecución que el Ministerio de Defensa firmó con la antigua IZAR Construcciones Navales S.A para la construcción de cuatro submarinos de la clase S-80 y una inversión de casi 4.000 millones de euros, este jueves se botará en la base naval de Cartagena el primero de ellos, el 'Isaac Peral', en presencia de los Reyes y con la princesa Leonor ejerciendo de madrina. La heredera nació en 2005, un año después del citado contrato, lo que da una idea de los problemas que ha habido con esta entrega.
El ansiado acto con el que la Armada exhibirá orgullosa su nueva arma submarina aparca uno de los contratos más onerosos que ha tenido que afrontar las Fuerzas Armadas en las últimas décadas. El desvío presupuestario ha alcanzado los 1.800 millones de euros, según reconoció recientemente la ministra de Defensa, Margarita Robles, si bien ella no ha tenido ninguna culpa en ello pues todos los problemas técnicos en el diseño del S-80 se produjeron bajo los gobiernos de Zapatero y Rajoy.
Esos 1.800 millones de euros equivalen al coste de 12 hospitales 'Zendales' o a 34 rescates como el de la aerolínea Plus Ultra por parte de la SEPI. Los retrasos se empezaron a acumular casi desde el principio, aunque fue a finales de 2012 cuando El País reveló que se había producido una desviación de 125 toneladas en el peso del submarino que afectaba a su flotabilidad y obligaba a rediseñarlo por completo.
Ese sobrepeso tan llamativo se produjo después de que Navantia hubiera roto en 2010 su asociación con el astillero francés con el que cofabricaba el submarino Scorpène. Hasta aquel momento, el astillero público español había construido los S-70 con la ayuda de los franceses, pero nunca se había enfrentado al reto de diseñarlos en solitario.
Y el primer intento con el S-80 fue un completo fiasco. Tras empezar de cero el proyecto con un nuevo equipo de ingenieros, Navantia tuvo que alargar la eslora del 'Isaac Peral' en más de diez metros para compensar su exceso de peso. También se tuvieron que modificar los muelles de atraque de la base naval de Cartagena.
Todo este sobrecoste se cuantificó inicialmente en 1.550 millones de euros, más una reserva de cien millones para atender imprevistos, pero éstos se han ido acumulando hasta llegar a los citados 1.800 millones. A ello se añadieron los costes de las gran carenas o ITV completas -desmontaje completo de la nave para su posterior rearme- que se han realizado en la última década en el 'Tramontana' y el 'Galerna'. Para este último se destinaron 47 millones de euros.
Panorámica del S-81 en el astillero de Navantia.
Con todo, el resultado final del 'Isaac Peral' es uno de los submarinos con mayor poder de disuasión. Al margen de los sumergibles nucleares de las grandes potencias, este arma de la Marina española será el batiscafo convencional más avanzando del mundo. Cuenta, además, con un sistema de propulsión independiente de aire que le permite una autonomía de 21 días bajo el agua y tiene capacidad para lanzar misiles Tomahawk y alcanzar objetivos a más de 1.500 kilómetros de distancia.
La puesta a flote del 'Isaac Peral' se producirá la próxima semana por razones operativas. El sumergible quedará amarrado en el muelle de la base para iniciar las pruebas de flotabilidad. En enero de 2002 hará su primera navegación en aguas del Mediterráneo y su puesta en servicio será a principios de 2023.
La situación en la Armada
Este será el final del túnel para el arma submarina, si bien la Armada Española afronta aún unos años críticos para el mantenimiento de sus capacidades. A la espera de incorporar las fragatas F-110 y los citados submarino S-80, que son los proyectos de renovación más ambiciosos, la realidad es que desde la última crisis económica ha dado de baja 27 buques de diversa envergadura y sólo ha incorporado nueve. Y parte de la flota, pendiente de programas urgentes de mantenimiento y reestructuración, se encuentra al borde de la obsolescencia.
En junio se dio de baja el submarino 'Mistral' tras 35 años de servicio. En paralelo, el Gobierno comprometió la incorporación de las fragatas F-110 con un techo de gasto de 4.325 millones, llamadas a sustituir a las de la clase Santa María. Además, la Armada necesita renovar con urgencia las fragatas F-100 para extender su vida útil al menos 15 o 20 años más pues la obsolescencia amenaza con alterar ese equilibrio: la edad media de los buques de la Armada ronda los 27 años, muy cerca de los 30 o 35 con los que se considera que han cumplido con su vida útil.
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