Daniel Flores es un superviviente de la violencia de los narcos. No lo fue a cualquier precio. En su piel y en su alma aún guarda las cicatrices provocadas por estos delincuentes. Algunas se ven y otras no, al menos, a simple vista. Su vida cambió hace nueve años: persiguió durante 40 kilómetros a una furgoneta que portaba 500 kilos de hachís. La patrulla que conducía acabó siendo embestida a 160 kilómetros por hora. Estuvo tres años de baja por unas lesiones que aún arrastra. En todo este tiempo no ha recibido ni una felicitación. "No queremos medallas cuando estamos dentro de un ataúd", reafirma en una entrevista a Vozpópuli.
La figura de Daniel Flores, de 55 años, y sus palabras se han recordado en los últimos días en redes sociales tras el asesinato de dos agentes en Barbate. "Muerto no quiero medalla y vivo no me la dan", explica al ser preguntado por su famosa frase. Las pronunció en uno de los eventos de presentación del documental del CEP "¿Quién nos protege?". Este largometraje reúne testimonios de los agentes que han sufrido agresiones. Uno de ellos es el de Daniel.
"Muerto no quiero medallas"
"Queremos que nos apoyen cuando estamos vivos a seguir adelante, cuando estamos en un nicho metidos no queremos medallas", aseguró visiblemente emocionado. Nueve años después de su intento de asesinato aún sigue recordando con pelos y señales cómo y cuándo sucedió. Incidentes como el de Barbate hace que revivan los sentimientos de ataño. "Nos ha dejado a todos muy tocados. Mi suceso creo que fue la primera embestida grave de los narcos", relata.
Para conocer la historia de Daniel hay que remontarse al 7 de noviembre de 2014. El comienzo de la jornada hacía presagiar un día más sin complicaciones. Este agente del Puesto de San Roque (Cádiz) de la Guardia Civil estaba a las dos de la tarde junto a su compañeros haciendo un control en un cruce a la salida de la Línea. "En esa zona pasaban muchos vehículos cargados con droga de los narcos", asegura.
Solo llevaban diez minutos en el lugar cuando identificaron a una Mercedes Vito que circulaba rápido. "Ese no va a parar", llegó a decir a su compañero. Se tuvieron que apartar por la furgoneta: "Pasó a mi lado como un misil", recuerda Daniel. Después, comenzó una intensa persecución por la A-7 en dirección a Málaga.
La embestida de los narcos
La potente Mercedes de 140 caballos llegó a sacar una distancia de 500 metros sobre la patrulla de la Guardia Civil. Fueron cuarenta kilómetros de tensión a flor de piel donde los narcos pusieron en peligro la integridad de los usuarios de la carretera. Cuando parecía que la furgoneta desistía en su intento de huir, el delincuente frenó, engañó al guardia y le embistió contra el quitamiedos.
En ese momento, Daniel sintió que estaba como en una "cápsula de la luna", el "castañazo" fue acompañado del "polvo" y las "chispas". "Cuando nos despertamos el quitamiedos no me había atravesado de milagro", afirma.
La violencia del impacto con la furgoneta de los narcos dejó la rodilla "colgando por las dos partes". "Se trituró", describe. Fue tal la magnitud de la embestida que el trabajador que se encargó de retirar su vehículo policial dijo al ver la situación que habían muerto los dos guardias civiles. La embestida que sufrió Daniel es "como si pones la mano recta con un peso y le golpean con un martillo".
En ese momento comenzó el calvario sanitario. Fueron tres años en el hospital, rehabilitación, infecciones, placas de titanio y 18 tornillos. Este guardia civil de vocación buscaba de todas las formas posibles volver a su cometido. Se reincorporó por insistencia pero el puesto que le asignaron no era el deseado: estaba en fronteras poniendo sellos.
"Yo quiero salir de patrulla"
No contento con ello, Daniel volvió a la carga con sus superiores: "Yo quiero salir de patrulla". Fue enviado al equipo Roca de investigación. Su labor era dar con los ladrones del campo. Un trabajo que poco a poco ha tenido que ir dejando hasta la actualidad en la que está de baja por problemas físicos.
Las consecuencias de esa persecución con los narcos se han prolongado hasta la actualidad. Su pierna tiene cambios degenerativos. Ha tenido que infiltrarse en dos ocasiones. "Tengo diagnosticado estrés postraumático", admite.
En todo este tiempo, no ha recibido ni una llamada ni una felicitación por los servicios prestado. "No queremos medalla en el ataúd, de qué me sirve eso o el nombre de una calle. Yo quiero que me ayuden", propone este agente que ha luchado contra el narcotráfico.
Daniel se hartó de llorar cuando conoció el asesinato de Barbate. Los compañeros están en estado de shock y destrozados. "Yo me salvé de milagro pero pienso que esto va a ser un antes y un después. Siempre he dicho que hasta que no muera un guardia civil no iba a haber un cambio. Hay que dar más material y más personal", añade.
Una furgoneta con 500 kilos de hachís
Este guardia civil también cree que se debe reforzar las penas por los delitos. El delincuente que acabó con la salud de su pierna llevaba 500 kilos de hachís. Fue condenado por un delito contra la salud pública, dos delitos de lesiones graves, dos de atentado a agente de la autoridad y otro contra la seguridad vial. En total eran cinco años y medio de cárcel. "Mi abogado me dijo que me tenía que dar con un canto en los dientes si cumplía dos y medio", lamenta.
En cada palabra que pronuncia este agente se percibe el cariño que tiene hacia su Cuerpo. Volvió a trabajar por su insistencia. "Es la primera vez que un guardia me llama tanto para regresar a su puesto", bromeó un mando tras su incorporación. Sin embargo, no recibió un premio ni una misera llamada por todo lo que ha luchado y ha sufrido contra los narcos. "En muerto no quiero medalla y en vida no me han dado nada", concluye.
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