Cuando faltan 24 horas para que Felipe VI se dirija a los españoles en Nochebuena, Zarzuela y Moncloa rebajan cualquier tipo de tensión entre el Rey y Pedro Sánchez. Pero ante la situación de tensión institucional que vive el país tras el fallo del TC, que paralizó el proceso legislativo en el Senado de la treta legal ideada por el Ejecutivo para renovar el tribunal de garantías -pendiente de cambio desde hace seis meses-, el presidente del Gobierno considera que el Rey no debe entrar a valorar el asunto ni mediar, porque se trata de "cosa de los partidos", según contó este jueves en Moncloa en conversación informal con los periodistas. De esa manera, Sánchez evita cargar sobre Felipe VI cualquier tipo de responsabilidad.
Poco importa la última polémica mediática desatada por el presidente del Gobierno con el jefe del Estado en la inauguración del AVE a Murcia el pasado lunes. Tanto Casa Real como el Ejecutivo coinciden en señalar en que la relación entre ambos se enmarca dentro de la "normalidad institucional" y que la interlocución entre ambos no se ha visto alterada. La relación es, sobre todo, institucional, según recalcan todas las fuentes consultadas en un lado y en otro.
El 'ruido' de una mala sintonía entre ambos se volvió a generar tras lo ocurrido hace cuatro días en la estación de Chamartín-Clara Campoamor de Madrid, cuando el presidente Sánchez se adelantó a Felipe VI, y también al presidente de Murcia, Fernando López-Miras, para saludar a las autoridades que esperaban en el andén antes de acceder al AVE. El jefe del Ejecutivo, que llegó a dar la espalda al Rey, también fue el primero en entrar en el tren.
Reuniones semanales
Todo un desplante, según algunos monárquicos y expertos en protocolo. Después de esas imágenes, se han publicado fotografías de los jefes de Estado y de gobierno con los semblantes serios e incluso se ha llegado a afirmar que la relación entre ambos, en plenos preparativos del discurso de Nochebuena de Felipe VI, es mala. Una versión que, eso sí, ambas partes desmienten.
Así, en Zarzuela se resta totalmente importancia a lo ocurrido en Chamartín y se destaca que "no hubo ningún lío" antes de subir al AVE. Además, añaden las fuentes consultadas, "ni fueron de espaldas, ni fueron en coches diferentes, ni nada por el estilo". Desde Casa Real, además, se insiste en que la comunicación entre Felipe VI y Pedro Sánchez es "totalmente normal" y la misma que se lleva dando entre el jefe del Estado y el jefe de Gobierno en las últimas tres décadas.
En ese sentido, afirman estas mismas fuentes, tanto el Rey como Sánchez mantienen los despachos semanales, de forma presencial, que llevan celebrando "desde siempre", a excepción de los meses más duros de la pandemia por las restricciones de movilidad. La interlocución, de hecho, es "permanente", bien de forma presencial o telemática, y la consigna es reunirse una vez a al semana: "Hay veces que es cada cinco días y otras cada ocho, pero siempre existe esa predisposición".
Un poder moderador sin funciones ejecutivas
El discurso de Nochebuena del Rey es uno de los más personales del monarca aunque esté refrendado por el Gobierno. Y está listo. Eso sí, no todo el mundo en Moncloa conoce su contenido. En el Gobierno no preocupa haber trasladado al Rey presión por la gravedad con la que respondió el Ejecutivo al fallo del Constitucional. Y confían en que Felipe VI dará en clavo cuando se dirija al país.
Cabe recordar que la Monarquía parlamentaria es un ente subordinado y un poder moderador sin funciones ejecutivas, pero el jefe del Estado, pese a la neutralidad a la que se debe mandatado por la Constitución, tiene potestad para propiciar con el mero diálogo el entendimiento entre Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo. Pero no entra en los planes de Moncloa utilizar al Monarca para tal fin. Por si hay alguna duda, el artículo 56 de la Constitución lo pone negro sobre blanco: "[El Rey] arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones".
No obstante, la carta del Rey, según precisan fuentes de Moncloa, es una baza que el Gobierno se guarda más para la política exterior, ya que Felipe VI asume la más alta representación del Estado en las relaciones internacionales y sus actos deben contar obligatoriamente con el refrendo del presidente del Gobierno o del ministro de turno competente. De manera que Felipe VI juega en un marco delimitado, pero con relativa capacidad de maniobra.
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