Jorge, el receptor del último mensaje de Whatsapp de Diana Quer, dijo que se enteró de la desaparición de su amiga por Instagram. Clarisse, una feriante que estaba en las fiestas de A Pobra la noche del crimen y que se presentó en el juzgado calzada con zapatillas de felpa, quiso dejar claro que no era ni gitana ni merchera, sino portuguesa. Diego, un empleado de la anterior, con estética y maneras de yonqui de toda la vida –chándal y zapatillas zarrapastrosas–, aseguró que en el momento del secuestro de la chica debía estar dormido, porque se había bebido unas cervezas y se había fumado unos porros. Francisco, el mariscador que encontró el móvil de Diana dos meses después de su desaparición, dijo que no tiene un horario fijo, porque su jornada de trabajo la marcan las mareas. Todos esos mundos tan dispares confluyeron en el salón de bodas de los juzgados de Santiago de Compostela en la tercera sesión del juicio por la desaparición de Diana Quer.
Los testigos de la jornada trasportaron al jurado en el tiempo –la madrugada del 22 de agosto de 2016– y en la distancia –A Pobra do Caramiñal, a 59 kilómetros de Santiago–, la fecha y el lugar del asalto de José Enrique Abuín a la joven madrileña. Su amiga Nerea recordó el último intercambio de ropa que hizo con la víctima, que llevaba su jersey cuando fue asaltada. Nerea se había quedado con la chaqueta vaquera de Diana, de la que se despidió minutos antes de que fuese atacada. Jorge, a quien la chica mandó aquel inquietante mensaje sobre el tipo que le decía “morena, ven aquí”, rememoró que cuando le contestó ya no vio el doble tick en la pantalla de su teléfono. Irene fue la última persona que la vio con vida y fijó ante el jurado el lugar exacto gracias a las fotografías del sumario.
Aladino, Serafín, Guillermo, Laurentino, José, Manuel y Javier son feriantes que estaban en A Pobra la fecha de los hechos. Sobre ellos se puso el primer foco de la sospecha y la Guardia Civil escudriñó su pasado en busca de un hilo del que tirar para resolver el caso, pero allí no estaba. En sus declaraciones ante el jurado, todos dijeron que no notaron que les faltase gasóleo –'El Chicle' siempre ha sostenido que se encontró a Diana tras sustraer combustible a los feriantes– y que no escucharon nada extraño la noche del crimen. Clarisse, propietaria de un puesto de globos, comenzó su testimonio con un “juro toda la verdad” y salió de la sala con un “venga, que salga todo bien”, mirando hacia el sitio donde se agrupan todas las partes del proceso y el acusado, así que quedó la duda del verdadero destinatario de los buenos deseos de la mujer. Antes, dijo que no pudo oír nada porque ella, antes de echarse a dormir en su camión vivienda –híbrido muy nombrado en la sesión de hoy–, siempre se toma unas pastillas para dormir.
Diego, un joven que dijo tener muchos problemas, como a la vista estaba, trabajaba para Clarisse en el momento del crimen, vendiendo globos. Su testimonio era muy esperado, porque durante el tsunami mediático del caso confesó ante las cámaras de un programa de televisión que oyó unos gritos y una discusión a la hora en la que desapareció Diana. Sin embargo, ante el jurado y el presidente del tribunal se le pasó el hambre de fama y dijo que a esa hora debía estar dormido, tras el alcohol y los derivados cannábicos que reconoció haber consumido esa noche. Y es que los minutos de gloria no valen lo mismo en televisión que en una sala de Justicia.
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