Fuego, humo, adoquines y sangre. El suelo de la calle Ferraz este martes por la noche era un reflejo de la batalla campal que se vivió en la manifestación contra la amnistía. Un grupo de radicales, de ideología neonazi, tomaron la cabecera de la protesta desde el inicio con un claro objetivo: implosionarla desde dentro. El temple de los antidisturbios duró horas hasta que una lluvia de botellas de cristal desencadenó los enfrentamientos en el centro de Madrid.
Desde las siete de la tarde, las inmediaciones de la sede del PSOE en la calle Ferraz se convirtieron en un auténtico fortín. Los sucesos de la noche del lunes obligaron a la Policía Nacional a desplegar un dispositivo más amplio de la Unidad de Intervención Policial (UIP). Pero los radicales no se arredraron en sus intenciones.
"Soy un nazi"
Los 'amagos' de romper el cordón policial se llevaron a cabo durante horas. Los agentes llegaron incluso a hablar con los radicales que estaban en la cabecera de la marcha. Algunos de los asistentes recriminaron sus actuaciones: "Soy un nazi", le respondió uno de ellos a una mujer septuagenaria a la que desplazaron a la fuerza de la cabecera de la protesta.
La tensión se mascaba en el ambiente. Un primer envite, con una lluvia de cervezas y de huevos, no alteró la tranquilidad de los agentes. De forma impasible siguieron avanzando posiciones lentamente para acercarse a la cabecera de la manifestación.
Después llegaron los insultos, los petardos y las bengalas. La mecha que encendió la llama policial fue el lanzamiento de botellas de cristal. La cabeza de uno de los agentes de antidisturbios fue el blanco de uno de estos impactos. Ese fue el momento en el que comenzó la batalla campal.
Los radicales, bien aleccionados, usaron desde adoquines hasta cubos de basura. Dejaban tras su rastro los destrozos mientras que el resto de asistentes intentaba refugiarse en la iglesia de la calle Ferraz o en los portales de los edificios cercanos.
Una batalla en cada esquina
Su reguero de violencia se extendió por el Parque del Oeste y la calle Alberto Aguilera. Instalaron barricadas para impedir el tránsito de los vehículos policiales. Quemaron contenedores. Destrozaron motocicletas. Todo lo que tenían a su alcance.
Unos destrozos que abarcaban los 300 metros que hay de la calle Ferraz hasta el Paseo de Moret. Los antidisturbios tuvieron que recular y avanzar en diferentes ocasiones. Incluso se llegaban a parapetar en las esquinas ante el temor de emboscadas de los radicales.
"¡Todos detrás, mantened la línea!". Son las palabras de un oficial de la UIP que intentaba proteger a sus hombres en una esquina de la vía pública. Al otro lado, un grupo de violentos había tirado un contenedor de basura. De su interior sacaron todo lo que tenía cristal para lanzarlo sin contemplación a los agentes.
Unos metros más cerca del intercambiador de Moncloa, otros radicales habían quemado varios cubos de basura. Una joven vecina salió de su casa con un extintor para apagar las llamas. El fuego dejó paso al humo y los antidisturbios solicitaron refuerzos.
Los vecinos de Ferraz aplaudieron a la Policía
La llegada de nuevos policías frenó la violencia de los radicales, que huyeron dejando un mar de daños a su paso. Los antidisturbios se replegaron y mientras recorrían la calle Ferraz, por última vez este martes, recibieron los aplausos de los vecinos que se encontraban en las ventanas. Su trabajo había concluido.
El escenario de esta batalla campal quedó en manos de los servicios de limpieza y de los sanitarios de Samur-Protección Civil, que atendían en la zona a los heridos. El sonido de las detonaciones de la Policía Nacional dejó paso al ruido de las sirenas.
La calle Ferraz recuperó la calma al filo de la medianoche. El panorama era desolador. La impresión de los testigos coincidía: "Nunca hemos vivido una situación parecida". En el suelo quedaban zapatillas, bolsos, banderas de España y todo tipo de herramientas que fueron utilizadas para protagonizar una noche de violencia en la capital.
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