Bárbaro Humberto Morales no pudo despedirse de su padre cuando falleció en Cuba, una espina que le quedó clavada en lo más profundo. Años después, llegó una pandemia, la que todos conocemos, y Morales fue uno de los miles a los que el coronavirus llevó a la delgada línea que separa la vida de la muerte. Pasó más de 30 días en la UCI, cerca de 20 en coma inducido, y en ese estado de ensoñación producido por los sedantes, su padre muerto apareció para darle ánimos.
"Vi a mi papá con una claridad... Nunca antes vi con tanta claridad a mi padre como en esa UCI, al lado mío. Papá estaba ahí conmigo, dándome ánimos. Yo me hacía a la idea de que la sala estaba formada por un cuadrado y en medio había un monitor que nos monitoreaba a los pacientes. Yo estaba soplando como para una espirometría y mi padre me decía “Tú puedes vencer esta prueba. Hijo, estoy aquí al lado tuyo. Tú eres un hombre y tú puedes. No me hagas quedar mal”. Es una de las experiencias más extrañas de mi vida. ¿Cómo iba mi padre a estar ahí? Y estaba. Mi papá insistía en que yo fuera fuerte, que me sobrepusiera a ello".
Así lo cuenta este paciente de covid. Un hombre de 70 años que hoy, medio año después de abandonar el hospital, arrastra un dolor neuropático en una de sus piernas. Morales había vivido cosas duras antes; combatió en la Guerra de Angola con Cuba y vio a compañeros suyos morir, pero, en sus propias palabras, "nada tan duro como esta enfermedad".
Miles de personas han pasado por la UCI a causa del coronavirus desde que estalló la pandemia. El Ministerio de Sanidad desconoce la cifra total de personas que han pasado por ella, como admite al ser preguntado por Vozpópuli. Según los últimos datos del Gobierno, ahora mismo hay 1.468 almas luchando por sus vidas en estas unidades.
¿Qué se siente cuando te dicen que te tienen que ingresar en una UCI porque estás muy mal o que te duerman sin saber si volverás a despertar, si verás un día más a tus hijos, a tu pareja y a tus amigos? ¿Y qué pasa cuando despiertas y vuelves, poco a poco, a vivir? Estas preguntas tienen respuesta, y podemos hallarlas en los pacientes que han transitado el duro camino de apagarse y renacer en una Unidad de Cuidados Intensivos, y en los profesionales que les han prestado atención y, también, cariño.
Capítulo 1: La entrada en la UCI
José Manuel Maceiras tiene 53 años, está casado y es informático. Fue de los que se infectaron en la primera ola, alrededor de mayo. Primero se contagió su esposa. Él empezó a sentirse mal, pero se le pasó a los dos días. Un domingo, deciden ir a La Paz para que ella se hiciera la PCR y le revisasen. Él se tuvo que quedar fuera, cumpliendo el protocolo, pero pensó que debía entrar a acompañarla, porque estaba muy mala.
"Tenía la saturación de oxígeno bien, pero al hacer la PCR, el que dio positivo fui yo", cuenta. Se lo comunicaron al día siguiente. Justo a partir de ese día empezó a sentirse mal. Era un lunes, y el miércoles ya estaba muy grave. "No podía respirar. No podía ni ponerme de pie. Llamé al ambulatorio, que lo tengo cerca de donde vivo, en Tres Cantos. Llegaron una enfermera y un médico con oxígeno a casa. Desde allí pidieron una ambulancia para que me atendieran en La Paz".
En Urgencias ya le estaban esperando. "Tenía 82 de oxígeno. Cuando me ingresan era el 26 de mayo. Estuve 3 o 4 días en Urgencias porque el hospital estaba repleto. Allí me hicieron los exámenes y me detectaron neumonía bilateral. Entonces subí a planta. Me vino a buscar el doctor Añón. Me dijo: '¿Cómo vas?'. Y le dije: “Yo me siento muy bien”. Y me contestó: 'Yo creo que no estás bien, así que te vienes conmigo'".
Cuando le comunicaron que tenía que entrar en la UCI, no tuvo miedo. "Me dijo que me llevaba a un sitio donde me iban a controlar, a mantener monitorizado y donde iban a atenderme mejor. Yo con oxígeno tenía una saturación de 88-89. Soy informático y entiendo que si te pueden monitorizar, estarás mejor".
Una prueba de lo mal que llegó a estar es que su versión difiere de la que recoge José Manuel Añón, jefe de Sección de Medicina Intensiva de La Paz, su médico en la UCI. "Ellos están en una situación en la que confunden los días. Lo ingresamos la primera vez una noche, estuvo 24-36 horas ingresado con oxigenoterapia no invasiva. Fue evolucionando bien. Salió a la planta y empezó a evolucionar mal, y ese fue el segundo ingreso que el relata como el primero".
Este especialista explica que en La Paz hubo que pasar de 30 camas de críticos a 150 solo para covid en la primera ola. El hospital llegó a tener 1.000 enfermos ingresados a la vez. "Nuestros ingresos en críticos en la primera ola fueron 254. Había guardias en las que ingresábamos de golpe a 17 personas en la UCI o teníamos 30 llamadas para pedir valoración sobre ingreso en UCI". En La Paz hubo pacientes que llegaron a estar más de 100 días en UCI. Uno, llegó a los 235 días.
En el caso de Morales, también descubrió por sorpresa que tenía la covid. Todo empieza en el mes de octubre. Alrededor del día 10 salió de su trabajo (sigue trabajando a los 70 años) como encargado de un garaje. Una persona le da un golpe con el coche. Uno bastante fuerte. "Fui a casa cabreado y alrededor de las 7 de la noche empecé a sentir dolor en el cuello. Me fui al Hospital Gómez Ulla, donde me tomaron la temperatura. Era la primera vez en mis 70 años de vida que tenía fiebre y no lo sabía. Le dije de broma a la enfermera que cambiara el termómetro. En otro termómetro volví a dar 39 y medio de fiebre".
Prueba PCR y positivo en covid. "Me fui a casa porque no tenía más síntomas y mi saturación de oxígeno era buena. El sábado empiezo a fatigarme y el domingo era insoportable. No era compatible la respiración con la vida. Voy al Gómez Ulla y la saturación ya estaba en 80 y pico". Morales ingresa en planta, donde siguió empeorando. "Me daban oxígeno y oxígeno y me faltaba el aire. Estuve como dos días en planta. Estoy fatigado pero consciente. Me meten en la UCI y me deprimo tanto que digo a la jefe de la sala que iba a pedir el alta voluntaria. Me dijeron que si estaba loco, que si me soltaban me moría. A veces me preguntó cómo hice eso, supongo que estaba medio atontado".
Capítulo 2: Dormir... ¿para despertar?
Volvamos a José Manuel Maceiras. "Llegas a la UCI y te ponen en una cama donde conectan una cantidad de aparatos. Te reciben con mucho cariño, te sientes rodeado. Estaba muy expectante porque no sabía lo que era estar en una UCI. Las cosas se van complicando y te preocupas más. Empiezas a sentir que no respiras suficientemente bien. Aunque te suban los litros de oxígeno no respiras. Los tratamientos, uno tras otro, no funcionan".
El 8 de abril, Maceiras entra en coma inducido. Sin embargo, asegura que no sintió miedo cuando le dijeron que lo iban a dormir. "Estaba intranquilo y no te sientes bien. Cuando me dicen que me tienen que dormir me sentí bien atendido, los doctores transmiten confianza y, por otro lado, soy cristiano. Pensaba que Dios me había puesto en el mejor lugar y en las mejores manos".
Explica que después de tantas horas agobiado, "necesitas tener paz". "No quieres continuar con ese tormento sin fin que es no respirar. Piensas que te van a dormir y que te vas a recuperar, aunque mucha gente no vuelve a despertar. En ese momento, es más fuerte el deseo de tranquilidad que el miedo".
Piensas que te van a dormir y que te vas a recuperar, aunque mucha gente no vuelve a despertar"José Manuel Maceiras, expaciente de covid en UCI
El momento de la sedación es también uno de los más difíciles para los profesionales de las UCI. Añón explica que una cosa particular de esta pandemia es que los pacientes que enferman de coronavirus pasan a planta y después a UCI. Es infrecuente que los manden directamente desde Urgencias. En la UCI el paciente se pone peor progresivamente. Cuando el paciente empieza a deteriorarse, el personal ya ha establecido una relación humana con él.
"Muchos profesionales se han roto cuando, después de decirle a un paciente que hay que sedarle, le han visto con el móvil despidiéndose de la familia. Ver eso sabiendo que cuando lo vas a intubar tiene un 40% de probabilidades de no salir adelante, pues es muy duro". Para Añón, "cada muerte por covid en la UCI es un fracaso y un drama familiar".
La experiencia de Maceiras en el trance de la sedación también resultó de lo más místico. "Cuando me duermen sentí al lado mío a ángeles protegiéndome. Dos a cada lado de mi cama. Tenía a Jesucristo delante. Sentado en un sofá conmigo. Yo le decía cosas. Él no decía nada, solo me miraba. Cuando desaparece tengo la sensación de que hay una luz y de que me enchufan".
Maceiras estaba boca abajo, en posición de prono, mientras dormía, y cuando lo despertaron le dieron la vuelta. Dice que en ese momento desapareció la figura de Jesús y, al abrir los ojos, empezó a escuchar en toda la sala: “Se despertó. Se despertó”. Y toda la gente comenzó a aplaudir. "Estuve dormido 7 días. Me sentí protegido".
Tenía a Jesucristo delante. Sentado en un sofá conmigo. Yo le decía cosas. Él no decía nada, solo me miraba"José Manuel Maceiras, expaciente de covid en UCI
A los pocos días de despertar, volvió el mismo problema. Maceiras vuelve a tener la inquietud de respirar mal y uno de los doctores le dice que tienen que volver a dormirle, pero ahí él ya tiene mucha confianza. "La segunda vez que me desperté me asusté al notar la traqueotomía. Después, fui mejorando poco a poco. Uno se da cuenta de si mejora según va cambiando de mascarilla. Llevaba mucho con la verde, que te ocupa todo y tiene reservorio. Pasas a una azul que solo te cubre la boca. Salir de la verde a la azul es un mundo".
Uno de los momentos que más impresionó a este informático fue cuanto se quitó la mascarilla, "a escondidas", y respiró: "Me puse a llorar. Era la primera vez en más de un mes que respiraba por mí mismo. Ahí me di cuenta que iba a salir adelante".
En una UCI tienes que ser psicológicamente muy fuerte. No hay televisión. No hay nada que hacer. Maceiras se fijaba en los equipos, en cómo funcionaban y qué tecnología tenían. También tenía al lado suyo gente muy enferma. "Veías los procesos de gente al lado. Vi intubaciones. Vi a sacerdotes dando misa. Y también vi a personas morir. Eso fue lo más duro, necesité atención psiquiátrica. Para mí era muy difícil. Ya bromeaba con el sacerdote. Cuando llegaba le decía: 'Tú a mí no me saludes, eh'".
También recuerda el impacto al ver por primera vez sus músculos en la UCI, "ves que estás hecho una piltrafa. Piensas si volverás a andar. Tenía clarísimo que cuando saliera iba a entrenar duro".
El doctor Añon recuerda todas las complicaciones que pasó: "Él estuvo con ventilación mecánica 20 y pico días. Se le hizo traqueotomía y presentó como complicación una insuficiencia renal aguda, por lo que hubo que hacerle hemofiltración continua. Fueron casi 40 días en UCI y en ventilación mecánica más de 20. Estuvo sedado en dos fases. El total fue de cerca de 17 días".
Este especialista explica que "para ellos, el tiempo que han estado ingresados en la UCI y sedados es un tiempo que no ha existido. Algunos no se acuerdan, y para otros ha existido en un mundo distinto. Te cuentan los sueños, las pesadillas… Pero no son conscientes del tiempo".
Bárbaro Humberto Morales también estaba tan mal que "no tuvo tiempo" de asustarse. Después de estar en coma y volver a ver a su padre, pasa unos días en estado de semiconsciencia donde le pregunta a una enfermera quién ha pagado su estancia allí, que si su hija tiene dinero para pagarlo.
"El gran problema viene cuando ya estoy consciente. Cuando me sientan por primera vez, me doy cuenta de lo mal que estaba. Para movilizarme tuvieron que utilizar una grúa. Cuando me sentaron en aquel sillón, no era capaz ni de estar erguido por la falta de tono muscular. Otro de los momentos que no puedo olvidar es cuando vi mis piernas. Mis pantorrillas parecían las de alguien que había estado en un campo de concentración, eran dos hilos. Perdí 30 kilos. Estuve 17 días en coma y en la UCI un mes".
Mis pantorrillas parecían las de alguien que había estado en un campo de concentración, eran dos hilos"Bárbaro Humberto Morales, expaciente de covid en UCI
Capítulo 3: El renacer
Morales tenía una obsesión cuando se recuperó y lo devolvieron a planta: subir andando a su casa, que está en un segundo sin ascensor. Hizo labor de rehabilitación en el Gómez Ulla. Luego, cuando dio negativo en covid, lo trasladaron al Hospital de la Cruz Roja, para seguir haciendo ejercicios, a su parecer insuficientes.
"Al llegar a casa pude subir el segundo piso. Fue como si hubiera nacido. Mira que he vivido cosas… Pero nada tan emocionante como ser capaz de subir las escaleras de mi casa. Era como si hubiera subido el Himalaya sin que los sherpa me ayudaran. Con mi mochila de emociones", recuerda. "Lo más bonito que tiene esto es que la gente aún niega la enfermedad, creen que no existe. Irresponsables que van de aquí, para allá, que ponen en riesgo tu vida y la mía. A ellos les digo que se cuiden. No importa que seas un cachas, si esto te coge por medio, vas a estar jodido".
Subir al segundo piso de mi casa fue como subir el Himalaya sin ayuda de los sherpa"
Ahora sigue sin poder hacer vida normal. Como secuela de la covid tiene el llamado 'pie equino'. "Necesito más rehabilitación, pero no puedo pagarme la sanidad privada. La Constitución dice que la rehabilitación tiene que ser plena. Sin embargo, no ha sido así". Morales cumplió 70 años en el hospital. El día 1 de marzo, con dolores neuropáticos enormes, volvió a trabajar. "Tenía la baja pero pedí el alta voluntaria. Tengo que pagar la casa, la luz, el agua y tengo que trabajar. Mi mujer está enferma y no puede. El dolor no se quita con nada, está ahí. Es como un perro mordiéndote. Hoy necesito medicarme para dormir. El covid persistente existe. Yo soy el covid persistente".
Si para Morales subir el segundo piso era una obsesión, para Maceiras el primer gran reto fue subirse a la ambulancia que lo llevaría de vuelta a casa. "El momento ambulancia es tremendo. Te enfrentas a que estás saliendo a la calle. Yo vine en una ambulancia acostado, con oxígeno. Cuando salí fui en una donde te toca ir sentado y tú mismo te montas. Cuando la vi, pensé si sería capaz de subirme. Lo conseguí. Llegamos a la casa y me estaba esperando toda la gente".
Final: El hombre que mira desde su atalaya
La primera vez en más de un mes que Bárbaro Humberto Morales vio de nuevo a su mujer fue desde la ventana del Hospital de la Cruz Roja. El momento fue tan inspirador que escribió un poema: “Desde mi atalaya”. Nadie sabía que un hombre anónimo, desde su atalaya, apreciaba la grandeza de la vida:
Desde mi atalaya
Amanece
y en la quietud
de mi encerrada atalaya
contemplo
una parte
de esta bulliciosa
ciudad que se levanta
como cada día.
Todos los que veo
en esta calle
de allá abajo
son
ajenos
a mi presencia,
no saben
que los observó
y
ni se imaginan
que un día
yo también
fui como ellos,
que caminé
otras calles
de igual manera
que ellos.
Tampoco saben
que ahora
recompongo
mi destrozado cuerpo
que
está maldita enfermedad
me dejó
como secuela.
Solo pido
a Dios
que nadie
más venga
aquí
cuando yo me vaya
y que tampoco
cada mañana
se ponga
a contemplar
lo que yo ahora veo.
Barbaro H.
Hospital De la Cruz Roja
Habitación 14-14 (2)
Madrid.
12 de Diciembre del 2020.
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