Lo que no lograron la pandemia del coronavirus, los ataques terroristas o las algaradas revestidas de violencia lo ha conseguido Vladimir Putin con sus mercenarios de Wagner, quienes, unidos a las continuas asonadas militares que sacuden la región, han puesto en jaque las misiones militares de la Unión Europea en África. Bruselas estudia cambios drásticos en sus operaciones sobre el terreno, al entender que los objetivos marcados en la hoja de ruta están lejos de cumplirse. Y España, con militares desplegados en Mali, Senegal, República Centroafricana y Somalia, vive con incertidumbre los acontecimientos en el Sahel, un área considerada como estratégica por su proximidad física y los vínculos diplomáticos fijados en los últimos años.
La crisis de seguridad que se vive en el Sahel fue uno de los dos motivos principales que, junto a la guerra de Ucrania, centraron la reunión informal de ministros de Defensa celebrada la pasada semana en Toledo. Se trata de dos escenarios que tienen un común denominador: el interés de la Rusia de Putin de extender su influencia internacional; en el caso ucraniano, mediante una guerra convencional que se prolonga desde hace más de un año y medio, mientras que en territorio africano lo pretende mediante acuerdos económicos... y la actuación de los mercenarios de Wagner. Cabe recordar que el último vídeo difundido por Yevgueni Prigozhin antes de morir en un accidente aéreo destacaba el esfuerzo de sus mercenarios en alcanzar los objetivos marcados por Moscú en África.
La propagación de los tentáculos rusos en el Sahel coincide con el declive de las misiones europeas en la región, con estrategias militares opuestas entre sí. Los primeros ofrecen tropas y medios militares para combatir terroristas -diversas sucursales de Estado Islámico y Al Qaeda operan en el mapa-, organizaciones criminales y grupos armados con intereses personalistas o secesionistas. Inestabilidades que fluctúan entre sí, se retroalimentan y cuyos protagonistas, en numerosas ocasiones, alcanzan acuerdos estratégicos de colaboración. Un cóctel explosivo difícil de asumir para los gobiernos africanos. Y Rusia exprime esa inestabilidad para ofrecer su brazo armado y, de paso, obtener réditos inmediatos.
En el polo opuesto se encuentra la filosofía europea, que desarrolló un modelo militar en base a las lecciones aprendidas en escenarios de Oriente Medio, como Irak o Afganistán. Según esta filosofía, los avances militares conseguidos con el despliegue de fuerzas de combate tiene una duración limitada, ya que la población local lo asume como una injerencia extranjera en asuntos propios. Así se pusieron en marcha las misiones de adiestramiento, asesoramiento e instrucción, con el objetivo de formar a los ejércitos locales en las destrezas necesarias para que asuman la lucha contra estas inestabilidades. Un trabajo más arduo y dilatado en el tiempo, pero bajo la convicción de que los objetivos alcanzados serían más firmes.
África, en Toledo
En la reunión celebrada en Toledo la Unión Europea hizo balance de los éxitos cosechados en sus misiones y las conclusiones estuvieron muy alejadas del optimismo. Los ministros de Defensa, con Margarita Robles como anfitriona del encuentro, pusieron sobre la mesa la necesidad de replantear los despliegues militares en África. Más aún tras los continuos golpes de Estado -Níger, Gabón, Mali, Burkina Faso o Sudán, entre otros- que se han sucedido en los últimos años.
Por el momento no se han fijado las pautas específicas: ¿Se abrirán misiones en nuevos escenarios menos volátiles a los golpes militares? ¿Se replanteará el modo de intervenir ante cada crisis? Robles desveló ante los medios la necesidad de elaborar un "análisis integral" de la situación en el Sahel para determinar el futuro de las misiones: "En función de lo que la Unión Europea decida y valorando las circunstancias, España tomará las mismas decisiones que tome la Unión Europea".
Y, en cualquier caso, la decisión asumida por la Unión Europea tendrá consecuencias directas para nuestro país. Los expertos coinciden en calificar al Sahel como la "frontera avanzada" de España, en tanto que las inestabilidades que se viven en la región tienen -por proximidad geográfica- consecuencias directas en nuestras fronteras. Que el Sahel se convierta en un polvorín terrorista, bajo gobiernos militares inestables y la propagación de organizaciones criminales supone, en primer término, el aumento de los flujos migratorios incontrolados rumbo a África, con los propios inmigrantes como principales víctimas de la extorsión de las mafias dedicadas al tráfico de seres humanos.
También tiene consecuencias directas en los intereses económicos y diplomáticos que España mantiene en la región. La Unión Europea encuentra en África algunas de sus principales fuentes de suministro en materias primas o energía.
Misiones españolas en el Sahel
Pero, además, España mantiene una fuerte presencia militar en el Sahel. Mali es la misión más amplia, con cerca de 300 efectivos. Tradicionalmente se encargaban de adiestrar y asesorar al ejército maliense, pero los constantes golpes de Estado y la irrupción de los mercenarios de Wagner ha obligado a suspender estas operaciones. ¿Cuál es entonces la misión de los militares españoles? Asegurar la presencia europea en el país para no entregarlo de forma definitiva a Rusia.
Las tropas españolas también están presentes en Senegal, con una misión liderada por el Ejército del Aire, ofreciendo apoyo logístico con sus aviones de transporte a las fuerzas europeas que operan en la región. Pero tras la retirada de Francia de Mali y la parálisis de la misión de la UE, su actividad se ha visto reducida drásticamente.
El Ejército de Tierra cuenta con un número muy reducido de efectivos en República Centroafricana. Aunque la misión también es de asesoramiento e instrucción, la labor actual de los militares españoles es la de 'Force Protection'; o lo que es lo mismo, son el músculo que protege a las autoridades militares y civiles de la Unión Europea en el país, igualmente influido por Rusia a través de Wagner.
El último escenario con presencia sobre el terreno es el de Somalia. A pesar de las inestabilidades que hay en el país, que en tiempos pasados representaba la definición plástica de 'Estado fallido', las relaciones con la Unión Europea son estrechas, y el balance que hacen los países aliados -incluido España- es cauto, pero positivo.
A todos estos despliegues hay que sumar las labores de la Armada en el golfo de Guinea, con acuerdos de seguridad cooperativa con diversos gobiernos, aunque en este caso se trata de acuerdos bilaterales ajenos al paraguas de la Unión Europea.
La incertidumbre sobrevuela las misiones españolas en África: ¿continuidad, ruptura o evolución? No hay respuesta inmediata, pero para la Unión Europea se ha convertido en un debate urgente, con todas las consecuencias que cualquier decisión pueda tener para España.
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