El exetarra José Luis Urrusolo Sistiaga reaparece en un libro en el que ajusta cuentas con la izquierda abertzale que encabeza el líder de Bildu, Arnaldo Otegi. El que fuera uno de los exponentes de la rama disidente que rompió con ETA antes del fin de los atentados, acusa a los herederos de la histórica Batasuna de haber eludido su responsabilidad en la violencia y haberla depositado en exclusiva sobre los presos de la organización. En ese sentido, les demanda que admitan lo "injusto" e "inaceptable" que fue generar aquella violencia.
A punto de cumplirse ocho años del cese definitivo de la violencia de ETA, la Fundación Fernando Buesa apadrina un libro coral con diversas colaboraciones bajo el título Víctimas y política penitenciaria (Editorial Catarata). Uno de los capítulos lo escribe Urrusolo Sistiaga, dispuesto a pasarle la factura a la izquierda abertzale desde el conocimiento que le otorga haber formado parte de ETA.
"Al hablar de la violencia de ETA como de las otras violencias, la responsabilidad no es solo de los que directamente la hemos utilizado. Hay responsables directos y responsables políticos. Tan responsables son unos como otros. Y en nuestro caso, los responsables políticos de la izquierda abertzale no pueden dejar esa pesada carga solo a los presos", advierte Urrusolo Sistiaga.
Del 'comando Madrid' a la 'Vía Nanclares'
Este exdirigente de ETA fue condenado a más de 600 años de cárcel por haber participado al menos en 15 asesinatos y los secuestros de los empresarios Emiliano Revilla y Diego Prado de Colón. Fue responsable del comando Madrid en la década de los ochenta. Quedó en libertad en 2016 tras cumplir 19 años de cárcel en los que rompió por escrito con ETA y se acogió a la llamada Vía Nanclares.
Aquello fue una estrategia puesta en marcha por el Gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero con Alfredo Pérez Rubalcaba al frente del Ministerio del Interior. El objetivo era romper la histórica unidad en el frente de presos de ETA premiando con beneficios penitenciarios a aquellos que diesen el paso de desvincularse de la organización criminal. A cambio se les acercaba a la cárcel alavesa de Nanclares de la Oca y después a la de Zaballa, de nueva construcción.
La ruptura pretendida por Moncloa no fue tal y apenas se sumaron una treintena de presos que fueron automáticamente expulsados por ETA. Tanto ellos como sus familiares en el exterior sufrieron el rechazo del entorno abertzale. En el interior de las prisiones, los cientos de etarras que aún permanecían recluidos se mantuvieron firmes en los postulados de ETA: no se podía elegir abogado, ni pedir permisos de salida, ni terceros grados... no eran presos comunes, sino que se consideraban presos políticos.
"Se habla mucho en los patios de la cárcel"
Urrusolo Sistiaga recuerda y reivindica su adhesión a la Vía Nanclares años antes del fin de los atentados y dice que "no eran pocos, entre ellos muchos que aún continúan en el colectivo, los que cuestionaban la continuidad de ETA y el funcionamiento del propio colectivo de presos. Se habla mucho en los patios de las cárceles, pero de ahí no salía".
Cuando la banda temió que el goteo de deserciones fuese a más, mandó a apagar. Activó a sus comisarios políticos, entre ellos varios abogados de los que visitaban las cárceles para mantener prietas las filas. Varios de ellos serán juzgados por ello próximamente en la Audiencia Nacional. Pero la situación dio un vuelco en el marco del periodo de disolución a plazos protagonizado en los últimos años por una ETA agonizante cansada de reclamar una última negociación que nunca llegó.
La organización -o lo que quedaba de ella- levantó el vetó a sus presos para acceder a progresiones de grado o solicitar permisos de salida. A ello también se refiere Urrusolo Sistiaga en su capítulo del libro: "El problema ahora es que, después de la desaparición de ETA, después de haber solicitado el desmantelamiento la Vía Nanclares, los presos del colectivo se encuentran buscando cada cual ya solo una mejora en su situación, lo que despectivamente antes llamaban una salida personal".
El exdirigente etarra cierra su intervención exigiendo a la izquierda abertzale que asuma sus responsabilidades: "Es necesario ir cerrando heridas reconociendo lo brutal, lo injusto, lo inaceptable de haberlas generado (violencias). Además es la única manera de ayudar a los presos que quieran situarse en esta reflexión, generando otro clima social y político que posibilite una aplicación más positiva de la legislación penitenciaria".
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