El epidemiólogo Amós García Rojas (Santa Cruz de Tenerife, 1954) ve la luz al final del túnel. Cree que la vacuna estará disponible durante el primer semestre de 2021 y, aunque no servirá para eliminar del todo el nuevo coronavirus SARS-CoV-2, sí mitigará en gran medida el problema.
"Hasta que encontremos un remedio hay que reforzar el sistema sanitario y cumplir a rajatabla con las instrucciones sanitarias. Si no lo hacemos, esa luz que muchos vemos a final del túnel podría convertirse en un tren que venga de frente", asegura a Vozpópuli el presidente de la Asociación Española de Vacunología (AEV).
Reconoce sentirse "entristecido" ante las posturas contrarias a las nuevas medidas pactadas por el Gobierno y las comunidades autónomas. A su entender, muchas se explican "desde el cabreo" y carecen de "justificación científica". "Se basan en la incomodidad de las mismas. Sí, las mascarillas son engorrosas, pero evitan que un asintomático infecte a otros", insiste.
Antes de que los contagios se disparasen, el también jefe de la sección de Epidemiología y Prevención de la Dirección General de Salud Pública del Gobierno de Canarias vivía a caballo entre su profesión, su familia y el rock and roll. Es amante de los Rolling y dirige y presenta un programa radiofónico. Pero su agenda y sus vacaciones, como las de tantos otros profesionales sanitarios, llevan meses ocupadas por el coronavirus.
Desde que estalló la pandemia todos sus tuits comienzan apelando a la “calma” y la “prudencia”. Incluso en los que admite estar enfadado. ¿Qué efectos negativos puede tener la búsqueda a contrarreloj de una vacuna?
Llamo a la calma porque me preocupa que la llegada de la vacuna se presente como una carrera, sobre todo entre los países más poderosos.
A veces parece que la cuestión es más geopolítica que sanitaria. Me resulta inconcebible que Putin salga diciendo que ya la tiene y horas después aparezca Trump diciendo que está cerca. La rapidez, si no se explica bien, genera desconcierto y desconfianza en la población.
Rusia ha sido el primer país en patentar una vacuna y, a los pocos días, uno de los principales neumólogos del país ha dimitido al considerar que no estaba lista, ¿usted se pondría la vacuna rusa?
No me la pondría. Ni esa ni ninguna otra que no conozca y esté explicada científicamente. El producto que ha presentado Putin está en fase de ensayo clínico y es desconocido. No ha cumplido los plazos que debe seguir una vacuna de estas características.
Solo la ha registrado en Rusia y la garantía es que su hija se la ha puesto. Pero su hija posiblemente no forma parte de un grupo de riesgo. ¿Por qué no se ha vacunado él mismo? Lo que hay que hacer es publicar los resultados y explicar los avances. Ese es el único camino.
¿Cuándo estará disponible?
El proceso habitual de producción de una producto biológico es extremadamente lento y complejo. Suele durar unos cuatro años hasta que está disponible para ser administrada a todo aquel que lo necesite.
Está perfectamente secuenciado, pero en una situación de riesgo claro como la actual, las fases se van superponiendo. No se eliminan, pero se superponen para adelantar su llegada. Podría estar lista durante el primer semestre de 2021. Ojalá durante el primer trimestre, pero no lo creo.
¿Está capacitada cualquier farmacéutica de cualquier país para liderar el desarrollo de un producto de estas características?
Depende del perfil de cada empresa. Entran en juego muchos factores como las líneas de investigación que hayan llevado a cabo, la capacidad de inversión… Hay muchos prototipos que están en fase preclínica. En fase clínica hay menos. Y solo unos pocos están en fase avanzada como el de la Universidad de Oxford, CanSino y Moderna.
¿Cómo se debería anunciar la llegada de la ansiada vacuna?
Jamás en una rueda de prensa. Se tiene que presentar publicando los resultados en revistas científicas de impacto. Así lo están haciendo con la diseñada por Oxford o la del laboratorio CanSino en China.
Por otro lado, cabe aclarar que la vacuna va a ser el instrumento que nos va a permitir modular el problema, pero no va a eliminar el microorganismo. Como tantos otros, ha venido para quedarse.
¿Existe una cooperación internacional real en la búsqueda de la vacuna o reina el individualismo?
Ha habido proyectos en los que se ha cooperado. La UE ha invertido con la condición de que se garantice que la vacuna estará disponible para todo aquel que lo necesite en cualquier sitio ¿Ocurrirá eso al final? Esperemos que sí.
Estamos ante una pandemia mundial y esto no se soluciona vacunando solo a los ciudadanos de EEUU o de cualquier otro país. Se soluciona vacunando a todos y, especialmente, a los que tienen menos recursos porque es allí donde va a ser más difícil conocer el impacto de la enfermedad.
¿Por qué motivos?
Porque la esperanza de vida es muy baja, la población es más joven y, por tanto, más asintomática. A Canarias están llegando pateras con jóvenes africanos que vienen escapando de hambrunas y muchos son positivos y no lo saben.
Quiero destacar el bajo riesgo que representan porque, precisamente a ellos, se les hacen pruebas nada más llegar y se les puede hacer un seguimiento.
Si la vacuna sale finalmente al mercado, ¿quiénes serán los primeros beneficiarios?
Dependerá de sus características, pero lo lógico y lo razonable es vacunar a los grupos más vulnerables, a quienes tienen mas riesgo de fallecer. Y por supuesto también a los sanitarios, que son los que están en contacto con los enfermos y se pueden y pueden contagiar más fácilmente.
Desde que se supo de la existencia del nuevo coronavirus hasta que se empezó a actuar pasaron meses. ¿A qué lo achaca?
La información que recibíamos e China era sesgada. Las cifras de fallecidos en China son poquísimas, es imposible que tengan esos datos. Parecía que iba a ser una gripe. Había mucha incertidumbre y quizá hemos pecado pensando que con nuestro nivel de desarrollo ya estaba todo solucionado.
Para Europa era un problema de China y difícilmente iba a llegar a sus fronteras. Obviamos u olvidamos que se trata de una enfermedad transmisible y que el cambio climático conlleva también otro cambio en el lecho ecológico de los microogarnismos. También pudimos obviar u olvidar que nuestro modelo de desarrollo se basa en mazacotes urbanos...
Pero luego llegó a la vecina Italia y comprobamos que el coronavirus sí traspasó las fronteras europeas. ¿Tardamos en actuar o tampoco?
Llegó porque no se le puede poner puertas al campo y menos en un mundo globalizado. Es complicado decir si se debería haber actuado antes o después. En aquellos momentos había otra situación que conviene analizar con prudencia y cautela.
El Gobierno ha pactado con las CCAA el cierre de los locales de ocio nocturno ante los rebrotes. También ha prohibido fumar en la calle. ¿Qué hay de los colegios? ¿Aboga por mantenerlos cerrados?
Es una decisión compleja y complicada. Uno de los elementos clave del desarrollo vital de las personas es la sociabilización. Pero tiene que llevarse a cabo con plenas garantías.
En el caso de los colegios no es tanto por los niños, ya que el impacto de la enfermedad en ellos es muy leve, pero puede tener una gran repercusión en su entorno familiar. Quizá la solución pasa por disminuir la ratio de las aulas, aumentar los espacios y contratar más personal docente.
Muchos españoles piensan que avanzamos hacia un nuevo confinamiento... ¿Sería un fracaso?
Si lo hacemos es porque hemos fracasado en el mensaje de que la limitación de los contagios se puede conseguir con la responsabilidad del sistema sanitario, que pasa por crear buenas redes de rastreadores, y con la responsabilidad de la ciudadanía. No hay que olvidarse de usar la mascarilla y de mantener las distancias.
Creo que la dinámica de un confinamiento global no es el elemento que se deba poner sobre la mesa, aunque quizás sí de forma selectiva. La realidad nos dirá cómo actuar.
¿Con qué temas echan humo los grupos de WhatsApp de los epidemiólogos? ¿Entienden la actitud de algunos jóvenes este verano?
Se incendian con muchas cosas. No me gusta criminalizar a la juventud porque muchos han desempeñado un gran papel en la lucha contra la pandemia. Pero hay gente, muchos jóvenes y otros no tan jóvenes, que no perciben la situación de alerta. Hay que huir de las muchedumbres y de los espacios cerrados.
Usted dice que la salud pública no ayuda a ganar elecciones, pero sí a perderlas. ¿Quién saldrá perdiendo en los próximos comicios?
Todos. Estoy convencido. La imagen de falta de empatía va a pasar factura a todos los partidos. A unos se les pide responsabilidad por estar en el poder y a otros se les va a recriminar el no haber sido capaces de brindar su apoyo en una situación tan compleja.
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