La irrupción de la pandemia del coronavirus influye directamente en los planes de los terroristas. Las alteraciones en los vuelos internacionales ha frustrado las intenciones de personas altamente radicalizadas que pretendían viajar a zonas de conflicto para enrolarse en filas de las organizaciones yihadistas. Se trata de individuos con una alta predisposición a perpetrar acciones violentas y que no han podido salir de España para cumplir con sus propósitos. Un nuevo perfil al que los servicios de información siguen de cerca.
El Departamento de Seguridad Nacional (DSN) alerta en su Informe Anual 2020 de la aparición de este nuevo perfil de terrorista. “Es de los más preocupantes en la actualidad en el territorio europeo”, advierte este órgano, que depende orgánicamente de Moncloa y que cumple con funciones de asesoramiento a la presidencia del Gobierno en materia de seguridad.
Seguridad Nacional esboza las características que definen este nuevo perfil. Habla de individuos o grupos de personas que “han intentado desplazarse sin éxito” a zonas de conflicto, principalmente Siria e Irak, “y en las que pervive un interés por la causa yihadista”. En los últimos años, España ha detectado que 254 personas han viajado desde nuestro país hasta Oriente Medio para integrarse en filas terroristas. 223 son hombres y 31, mujeres. Se considera que 73 han muerto y que 131 aún se encuentran en zona de conflicto. Los 50 restantes habrían retornado a territorio español.
Pero los últimos acontecimientos sanitarios han frustrado las opciones de los individuos que querían seguir estos pasos. El tráfico aéreo se redujo drásticamente en 2020 por motivos sanitarios, al mismo tiempo que se estrecharon los controles de seguridad sobre los pasajeros. A esa circunstancia hay que añadir el llamamiento lanzado desde las organizaciones terroristas, instando a sus seguidores a que no viajen a zonas de conflicto. “Es más útil que cometan acciones violentas en sus respectivos países”, incide el informe.
Radicalización yihadista
Un mensaje que no ha pasado desapercibido para los servicios de información, que redoblan sus esfuerzos en el seguimiento de personas que encajen en este perfil para anticiparse a cualquier acción. Pesquisas no exentas de obstáculos: “La aleatoriedad de estas acciones hace que sean difíciles de detectar por parte de los cuerpos policiales y Servicios de Inteligencia”, incide el DSN.
A eso hay que unir el distanciamiento que mantienen las respectivas direcciones de las organizaciones terroristas con sus adeptos repartidos por el mundo: el proceso de radicalización no atiende a una conexión directa con los líderes y en muchos casos se incurre en el autoadoctrinamiento, lo que dificulta la investigación de los vínculos.
En este sentido, Seguridad Nacional advierte de que el incremento en el uso de tecnologías durante el confinamiento derivado de la pandemia “ha llevado a una mayor exposición a contenidos radicales” que el Estado Islámico ha diseñado para “la activación de terroristas autónomos”. También Al Qaeda ha tratado de “capitalizar la pandemia” con llamamientos para atacar objetivos occidentales. De ahí el riesgo de los viajeros frustrados. Más aún cuando se ha evidenciado “la presencia de propaganda yihadista en idioma español”.
Seguridad Nacional recuerda que uno de los principales focos de radicalización yihadista en España son las cárceles. En este contexto se produjo el pasado 13 de mayo la detención de tres presos en los centros penitenciarios de Murcia, Coruña y Ceuta, a los que se acusaba de captar a otros internos con propósitos terroristas.
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