En la madrugada del lunes 7 de noviembre de 1938 el pequeño Santiago, entonces un risueño niño de 7 años, descansaba plácido, a punto de levantarse para ir a la escuela en Cabra, Córdoba, donde vivía con toda su familia. Pero la Guerra Civil, que sucedía lejana y en parte ajena a la rutina del pueblo, cambió por completo sus planes y la vida de muchos de sus vecinos. Ese día, a las 7 y media de la mañana, el bando republicano bombardeó la localidad, acabando con la vida de 109 personas. Aparte de la muerte, las víctimas sufren a día de hoy otro castigo: el olvido. A diferencia de lo que ocurrió en Guernica, el otro gran bombardeo de la guerra que sí consiguió pasar a forma parte del imaginario colectivo, los muertos de Cabra no han recibido nunca "el reconocimiento público" y con "demasiada frecuencia" han caído en el olvido.
Santiago Rodríguez Chiachio sobrevivió al bombardeo. Tiene ahora 92 años y está en plena forma; de hecho juega al golf dos días a la semana. Este 85 aniversario es para él una oportunidad de recordar aquel drama que se olvidó y que acabó con la vida de muchos de sus amigos. Por ello, recibe a Vozpópuli en su casa de Madrid, acompañado del hijo del Jefe de Servicio en el Hospital de Cabra en aquel entonces, Juan Leña Casa, y del licenciado en historia y amigo de ambos, Javier Iglesias de Ussell.
Él era entonces un niño, y lo vivió como tal. "A mí los aviones me atraían mucho, como a todos los críos de aquella época. Esos días previos fueron sorprendentes, porque normalmente no pasaba ningún avión, y de repente rondaban muchos [estuvieron tres días consecutivos haciendo pruebas de aviones, pero los locales no sabían si eran republicanos o nacionales; no fue hasta el tercer día que cayeron las bombas]. Cuando empezó todo, me acuerdo que mi madre nos levantó a las siete y media, nos puso debajo de la escalera, y yo, que era pequeño y tenía muy poca cabeza, intentaba salir de mi casa, porque oía los camiones y la gente pasar gritando; a mí me atrajo mucho. Llegué a salir, pero mi padre me dio un pescozón y me metió dentro otra vez de mi casa", cuenta Rodríguez Chiachio.
El bombardeo tuvo lugar en dos puntos algo distantes; uno en la plaza de Abastos, en la parte norte de la ciudad. Los aviones atravesaron el pueblo y fueron a la parte sur, que es donde estaba la prisión, el cuartel de la Guardia Civil y el colegio de las Escolapias, donde una hora y media más tarde Santiago y sus hermanos iban a asistir. Y allí, en esas clases, cayó una bomba. "Fue una masacre en todos los sentidos, nadie se lo esperaba", recuerda Santiago, que se salvó "por pura suerte".
Las horas posteriores al bombardeo las recuerda peores. "Fueron muy tristes. Había griterío por todos lados", recuerda. En cuanto la situación se calmó un poco, su padre sacó a su familia (su mujer y sus sus siete hijos) del pueblo. "No pudimos pasar por la plaza de Abastos, donde había ocurrido una parte de la masacre, ni tampoco por la plaza vieja, donde estaba el colegio al que yo iba, las Escolapias. Tuvimos que dar un rodeo andando; la casa que tenían mis padres en el campo estaba a cinco kilómetros, lo tuvimos que hacer a pie, porque no teníamos ni vehículo ni nada, y nos aislamos allí; allí vivimos la parte triste y dramática del bombardeo y de los muertos que hubo", cuenta ante la cámara.
Su gran amigo Juan Leña, durante mucho años embajador de España en China, también nació en Cabra; pero su vivencia fue distinta. Él nació unos años después del bombardeo y no lo vivió en primera persona. Pero siempre lo ha tenido muy presente porque su padre era el Jefe de Servicio en el hospital de Cabra cuando se produjo el ataque. "Yo he oído hablar desde muy niño de aquella experiencia, mi padre estaba trabajando ese día. Me impresionaba mucho entrar al hospital, que ya no existe, había un salón muy largo, y me daba miedo pasar por allí, porque en ese salón se colocaron la mayoría de los muertos hasta que se les llevó al cementerio", relata, con cierta mirada de consternación todavía en sus ojos.
Su padre, que cuando se produjo el alzamiento militar fue depurado unos meses porque durante unos años fue alcalde republicano ("una muestra de la falta de motivos para bombardear el pueblo"), siempre recordaba a las más de 100 víctimas y al elevadísimo número de heridos, que siempre situaba "muy por encima de la cifra que se daba".
¿Por qué Cabra?
Durante muchos años la gran duda ha sido la que gira a los motivos por los que el bando republicano escogió Cabra como objetivo del bombardeo. "No se sabe, no había una justificación", coinciden los tres entrevistados. "Y nadie se lo esperaba en el pueblo", recuerda Santiago y relata que allí, en su zona, la guerra era ya totalmente ajena. "El ejército republicano estaba ya concentrado en la parte noreste de España, en la famosa batalla del Ebro, el exilio había comenzado ya. Nadie se esperaba que hubiera un bombardeo en Cabra en esa fecha".
¿Y por qué lo hicieron entonces? "No se sabe, no se sabe. Si fue una reacción, nadie sabe el por qué", lamenta con pesar. Entonces surge entre los tres una conversación sobre los motivos: uno habla de una acción de represalia sin objetivo fijo; otro de un supuesto hospital de sangre con concentración de mandos, un tercero le contradice y apunta que el bando republicano hablaba durante mucho tiempo de que ahí estaba una importante división de los nacionales, pero que tampoco tiene sentido porque marcharon mucho antes de que aquel 7 de noviembre; que había italianos escondidos...
"Nada de eso es verdad. La prueba es que todas las víctimas del bombardeo, menos 10 o 12 personas, son civiles, sobre todo clase obrera y trabajadora. Lo único cierto es que había un pequeño campo de prisioneros, pero que una parte de ellos también murieron, porque también lo bombardearon. No tiene explicación alguna", explica el exembajador, Juan Leña.
"Ese bombardeo pudo tener razones de venganza, pudo tener razones de querer desviar la atención y de extraer tropas del frente de la batalla del Ebro, pero, en definitiva, en términos militares, la guerra estaba perdida por la República. Eso fue un bombardeo sin ninguna justificación, que, además, produjo un número de víctimas mortales elevadísimo", sentencia contundente.
Javier Iglesias de Ussell, licenciado en Historia Moderna, con una larga trayectoria profesional en el mundo de la banca (fue director general de Bank of New York Mellon y vicepresidente de la Cámara de Comercio Española Americana en Nueva York, entre otras cosas), pero sobre todo gran amigo de Santiago Rodríguez y buen conocedor de todo lo que rodea al bombardeo, comparte con Juan Leña la falta de justificación. "Cabra no tenía ningún valor estratégico, ni comercial, ni de producción de bienes para el Frente Nacional, quedaba muy lejos, a mil kilómetros de El Ebro".
Ganar la guerra de la propaganda
Pasados los años, les surge otra duda a todos aquellos que vivieron de cerca aquel bombardeo de Cabra. ¿Por qué Guernica pasó a la historia y Cabra cayó en el olvido? Sólo la experiencia les ha dado la respuesta: quién gana la guerra de la propaganda. Una guerra que ha ganado, en España, la izquierda.
El bombardeo de Guernica adquirió un valor internacional gracias al cuadro de Picasso. Todo el mundo, en cualquier parte del mundo civilizado, saben lo que es el cuadro de Guernica, y que eso representó una matanza importante en España. Pero Cabra pocos lo conocen. "Tenemos, y con todos mis respetos, el valor enorme que tiene todo el aspecto del bombardeo de Guernica, que hay que respetar, porque aquello también fue una matanza. Cabra, en cambio, no tenía ningún valor estratégico; y es el mismo crimen, la misma matanza pero sin ningún tipo de conocimiento público. Nada, quedó en el olvido. Y Guernica, en cambio, lo recordamos cada año...", desarrolla el historiador.
Esas víctimas han merecido "menor reconocimiento o tratamiento" por parte de las autoridades de la democracia con "el argumento" de que las víctimas nacionales durante la Guerra Civil ya fueron "suficientemente" reconocidas y honradas en la etapa de Franco. "Pero tampoco la derecha en España ha hecho un planteamiento de reivindicación de un bombardeo que fue una tragedia tremenda y un drama". "Las propias autoridades de Cabra, en la etapa de Franco y en el comienzo de la etapa democrática, no han aireado mucho este tema", recuerda Juan Leña.
"Está claro: los nacionales ganaron la guerra militar, pero la izquierda ganó la guerra de la propaganda. Y han conseguido crear su propio santoral compartido por toda la sociedad", añade al respecto Iglesias de Usell. Otro aspecto importante es la confusión entrer memoria e historia. "La memoria es subjetiva siempre. Basar la historia, y más el comportamiento de un gobierno, con todo un aparato legislativo, en lo que es la mera memoria subjetiva, es un dislate. La historia, a menudo, también es muy sesgada, pero mucho más sesgada es la memoria", termina el embajador. Hoy los tres recuerdan a los caídos en aquel ataque sin justificación y tienen esperanza en qué, en algún momento, con el paso del tiempo, las víctimas sean víctimas siempre y para todos, sin importar quiénes fueron los asesinos.
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