Cuando uno traspasa las puertas del Hospital Enfermera Isabel Zendal espera encontrar pacientes mayores, como en la primera ola del coronavirus, o con síntomas leves, como suele pregonarse. Ni una cosa, ni la otra. Al atravesar la entrada se abre un laberinto de pasillos y módulos por el que enfermeras y médicos van y vienen. A primera vista, hay más pacientes jóvenes que ancianos. Algunos, con respirador y mala cara. Otros duermen o ven series en el móvil. Muchos hablan por teléfono. También es fácil cruzarse con familias que acuden a decir adiós a un ser querido.
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