Santiago Abascal, el presidente de VOX, nació en Bilbao en 1976 y tiene un notable currículum como político. Militó en el Partido Popular desde 1994 hasta 2013. Y por este partido fue parlamentario vasco entre 2004 y 2009. Fue además el creador de la Fundación para la Defensa de la Nación Española. Su padre fue un miembro histórico de Alianza Popular y el Partido Popular del País Vasco. Su abuelo fue alcalde de Amurrio durante el franquismo y su familia siempre ha estado entre los objetivos de la banda terrorista ETA.
Su travesía del desierto comienza en noviembre de 2013, cuando presentó su baja del partido por diferencias con la dirección. Estos desacuerdos iban desde la actuación del partido ante la corrupción hasta la política antiterrorista del Gobierno de Mariano Rajoy pasando por la tibieza ante los nacionalismos.
Meses después anunció la creación de una nueva formación política. Los compañeros de viaje eran José Antonio Ortega Lara, José Luis González Quirós o Ignacio Camuñas. Los objetivos, regenerar la democracia y defender la unidad de la nación española. En el PP cundió el pánico ante la posible sangría de votos. Elegido presidente de VOX, fue el candidato a la presidencia de Gobierno a las elecciones del 20D. Sólo cosechó 58.114 papeletas. ¿Por qué? VOX representa una sensibilidad, próxima a la ultraderecha, que en toda Europa tiene legión de seguidores.
Tiene incluso el mismo lema de campaña que Donald Trump (“Hacer a España grande otra vez”). Lo que no se explican en VOX es por qué aquello que triunfa allende nuestras fronteras no cala aquí. Se les tilda de racistas, pero ellos se defienden, en la convicción de que España forma parte de una historia mestiza. Tampoco se sienten cómodos con la etiqueta de ultraderechista, aunque lo cierto es que comparten algo más que inquietudes con sus homólogos europeos: no a la UE, no a la inmigración musulmana y defensa de la patria.
Una de las militantes de VOX, Rocío Monasterio, entregó al presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, un ejemplar de la Constitución y unas esposas. El independentismo es su enemigo claro. Una reciente encuesta de Forocoches les situaba como la cuarta fuerza política. Pero la realidad se impone, terca. No tienen apenas visibilidad y la extrema derecha no ha emergido en España, como en Francia, Austria o Reino Unido. Abascal no quiere reivindicar el franquismo, pero siempre ha mostrado su oposición a la Ley de Memoria Histórica o al abandono del Valle de los Caídos. La solución a este enigma, el 26J