Yolanda Díaz está potenciando una estrategia de lavado de imagen tras la aprobación de la reforma laboral. La vicepresidenta segunda del Gobierno sabe que el proceso de convalidación de su ley estrella la ha dejado tocada. Por eso, uno de los objetivos que se ha puesto el Ministerio de Trabajo en la negociación de la subida del salario mínimo es dejar claro a los ciudadanos que la CEOE no marca el paso de la política laboral del Ejecutivo, según explican a Vozpópuli fuentes de Unidas Podemos de alto nivel.
No es que Díaz se arrepienta de haber alumbrado la reforma laboral con el acuerdo de la CEOE, pero haberlo antepuesto a una reforma más ambiciosa apoyada solo en la mayoría de izquierdas de la investidura la ha restado credibilidad ante los sectores más izquierdistas del país que criticaron con dureza la criatura legal de la ministra de Trabajo, a quien no perdonan su "transversalidad".
Hay que recordar que formaciones como Anticapitalistas no tardaron en sumarse al rechazo que ya expresaron los sindicatos más radicales (CGT Confederación, ELA, LAB, CIG, La Intersindical y CNT) cuando se conoció el pacto entre Moncloa, sindicatos y empresarios. Entonces, todos llamaron a la izquierda parlamentaria a votar en contra de la “no derogación” de la reforma laboral. Y esa llamada surtió efecto en ERC y EH Bildu.
Una pelea diferente
No obstante, ahora la pelea es diferente. La subida del salario mínimo, prerrogativa exclusiva del Gobierno, es un compromiso recogido en el acuerdo de la coalición. El objetivo es subirlo de manera progresiva hasta el final de la Legislatura de manera que alcance el 60% del salario medio español, como recomienda la Carta Social Europea.
Pero la patronal se descolgó de ese compromiso en septiembre porque no cree que el contexto económico del país sea favorable. Los sindicatos, sin embargo, se mantienen firmes al lado del Gobierno, cuya portavoz, la socialista Isabel Rodríguez, reiteró este martes la intención del Ejecutivo de subir el salario mínimo a 1.000 euros a lo largo de este año.
Y ese es ahora el arma de presión de Yolanda Díaz. Su obsesión es erigirse en máxima defensora de los intereses de los trabajadores. Lo cierto es que la vicepresidenta segunda del Gobierno lo ha tenido difícil con el mundo obrero por su pacto con los empresarios: sufrió una pintada en su Fene natal (A Coruña) que la tildó de "traidora a la clase obrera", sufrió un escrache en Valencia de militantes de Frente Obrero que la llamaron "vendeobreros" y un boicot durante su acto con el economista francés Thomas Piketty donde un hombre la interrumpió al grito de "vergüenza de reforma laboral".
Por todo eso, la vicepresidenta segunda está intentando lavar su imagen y jugar fuerte con la subida del salario mínimo. Y eso que ella ha buscado el acuerdo de los agentes sociales y es partidaria de que los empresarios participen de la subida del salario mínimo. Pero no va a estar dispuesta a anteponerlo por encima de todo, como sí hizo con la reforma laboral.
Trabajo se reunió este lunes con sindicatos y empresarios y Yolanda Díaz presidió el encuentro para mandar un "mensaje fuerte de que el diálogo social continúa y es la mejor herramienta para construir país". La cita se repetirá este miércoles a las 12.00, pero la ministra solo contará con el visto bueno de CCOO y de UGT, ya que la CEOE rechazó la subida este martes por unanimidad en su comité ejecutivo extraordinario. Una imagen perfecta.
El muro Sánchez
En Unidas Podemos saben que Yolanda Díaz hizo todo lo que pudo y que la reforma laboral pactó fue todo lo lejos que permitía una entente con la patronal. Pero el sentir de las bases moradas y de algunos altos dirigentes en privado es que Díaz necesitaba llegar a un acuerdo con los empresarios para construir su imagen presidenciable. Y ese es el peaje que la izquierda más purista ha tenido que pagar si quiere soñar con una militante comunista a los mandos del Gobierno de España.
Y es que la titular de Trabajo está construyendo un perfil político basado en el diálogo y en el pacto y alejado de las cuitas de partido. Pero el parto de la reforma laboral ha demostrado que su oferta de diálogo tiene límites, precisamente, por batallas de partido, "los partidiños", como refiere ella misma en modo irónico.
La épica de la subida del salario mínimo, además, tiene un ingrediente más: la reticencia del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a abordar una subida generalizada de los salarios antes de que se cumpla el primer semestre del año. El problema para Yolanda Díaz es que el acuerdo de coalición dice que la comisión asesora que estudia la evolución del salario mínimo tendrá en cuenta en su análisis, el índice de precios de consumo. Y este terminó el año desbocado (6%), aunque Sánchez cree que comenzará a bajar. Eso puede lastrar la urgencia de Díaz en su lavado de imagen.
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