Pablo Iglesias está picado. La vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, está a las puertas de anunciar su candidatura a la presidencia del Gobierno y todos los partidos de izquierda que quieren sumarse a su plan comienzan a juntarse y a tejer alianzas. Solo así se entiende que la semana pasada hasta ocho fuerzas políticas regionalistas se hicieran una foto que bautizaron 'Encuentro del Turia'.
En esa imagen destacan, por encima de todo, dos nombres que irritan sobremanera a los morados: Íñigo Errejón, líder de Más País, y Alberto Rodríguez, exsecretario de organización de Podemos. Una fuente que conoce bien a Iglesias no duda en zanjar que el exviepresidente "está dolido". Y, por eso, atacó con fuerza la alianza comandada por su examigo, por incluir al líder de Coalición por Melilla, Mustafa Aberchan. "En esta foto hay un señor que fue condenado por comprar votos y que fue presidente de Melilla gracias al apoyo de Jesús Gil. Es bueno construir alianzas pero no profesionales eternos de la política ni con corruptos", espetó Iglesias en Twitter.
Pero, como recordó también en la red social el ex secretario general de Podemos en la Comunidad de Madrid Ramón Espinar, lo relevante de la imagen de esa cita "es que hay un señor que fue medio Podemos [en referencia a Errejón] y se lo cargaron por miedo. Y otro fue secretario de organización y lo dejaron tirado cuando una infamia le quitó el escaño (ahí no hay “solidaridad, compas, contra la oligarquía”) porque no obedecía suficiente". Y, en medio de todas estas cuitas internas está Yolanda Díaz, quien la semana pasada se dejó ver con el alcalde de Cádiz, José María González, conocido como 'Kichi'. El anticapitalista terminó mal con Iglesias por la entrada de los morados en el Gobierno de la mano del PSOE.
Lo cierto es que el abrazo en Gran Canaria de Alberto Rodríguez, a los mandos del Proyecto Drago -la herramienta con la que quiere hacerse fuerte en Canarias- e Íñigo Errejón no es más que el deseo de Yolanda Díaz. Es más, es el peaje necesario dentro de la izquierda que se rompió en Vistalegre II si sus rostros visibles quieren tener alguna expectativa de supervivencia en la política española.
Mientras, Podemos también se mueve. Aunque según fuentes de la dirección morada las conversaciones con Yolanda Díaz sobre el proyecto que quieren sumar camina con buen pie, el lío del 'sí es sí' ha reflotado el plan b del partido: Irene Montero. En el cuartel general del Podemos no sientan bien según que fotos con "traidores", porque "humillan" a Iglesias y a los suyos que, defienden, tanto batallaron por llegar al Gobierno. La ministra de Igualdad, Irene Montero, es la máxima expresión.
Sus enganchones con el PSOE han quitado foco a Yolanda Díaz, la cabecilla de la galaxia morada en Moncloa. La vicepresidenta segunda, como lamentan fuentes gubernamentales socialistas, sufre un problema de liderazgo. Su posición es muy difícil, porque no tiene capacidad para imponerse dentro de Podemos, donde manda un núcleo reducido del que forman parte, además de Montero, Ione Belarra, Pablo Echenique y Lilith Verstrynge, bajo la supervisión del exjefe Pablo Iglesias.
Ese abrazo permitió a Alberto Rodríguez, condenado por agredir a un policía, presentar su nuevo partido y adherirse al resto de fuerzas que integran el pacto del Turia: Más País, Verdes Equo, Compromís, Més per Mallorca, Coalición por Melilla, Movimiento por la Dignidad y la Ciudadanía de Ceuta, y la Chunta Aragonesista. El exdiputado morado lanzó todo un guiño a Yolanda Díaz, porque su partido, Proyecto Drago, “quiere recoger la ilusión, la esperanza y la fuerza de las organizaciones sociales, la sociedad civil y el tejido social del archipiélago para una candidatura con una gran implicación ambiental y feminista”. Como ya aventuraban en Podemos, su exsecretario de organización quiere ser el 'palmero' de Yolanda Díaz en las islas.
En verdad, en el equipo electoral de Sumar molesta mucho la influencia de Pablo Iglesias, porque le consideran un estorbo para la reconfiguración de la izquierda a la izquierda del PSOE. El razonamiento que hacen es que si ahora el exlíder morado vive de análisis políticos en medios y en su pódcast, que se dedique a ellos y a no a la política pura y dura en actos de partido que, además, cierra como si aún fuera el máximo dirigente. Es más, le llegan a desafiar: "Si se dedica a la política, que vuelva".
Iglesias, como se encarga de recordar cada vez que tiene ocasión, fue el primero que decidió aliarse con Izquierda Unida y concurrir con los de Alberto Garzón en 2016 tras su éxito electoral del 20 de diciembre de 2015 y muchos desaires previos de Izquierda Unida, un partido que vino a decir a un grupo de jóvenes académicos que no sabían nada de hacer política y campañas. "Recuerdo las cosas que se dijeron cuando Podemos apostó por llegar a una confluencia con Izquierda Unida. Hubo una escisión en mi partido por eso, porque algunos apostamos por la unidad con Izquierda Unida. ¿Cómo crees que se siente la gente de Podemos cuando ve cómo Izquierda Unida ha pactado con en el partido de Errejón para apoyar a otra candidata? Pues claro que se sienten mal", espetó en su día exlíder morado sobre el fiasco del frente amplio andaluz, que nació sin Podemos.
Iglesias considera que su criatura política goza de la legitimidad para coliderar el espacio de Yolanda Díaz gracias a lograr el mejor resultado de un partido de izquierda radical en la historia de España. Y no solo, gracias a haber permitido, por su entrada en el Gobierno, el liderazgo de la vicepresidenta segunda. Ese es el motivo por que el que Pablo Iglesias demanda respeto y por el que lanza un órdago a Yolanda Díaz: primarias para todo con el único fin de que los suyos (lo que queda de Podemos) no se quede si sitio en Sumar.
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