Gastrópoli

Tres escapadas gastronómicas para dejarse vencer por la tentación

Dos restaurantes de interior y uno próximo al mar donde puedes parar a comer en tu viaje o también alojarte

Llegan las vacaciones o quieres hacer una escapada y, como no, la gastronomía estará muy presente. Nuevos hallazgos culinarios, lugares atípicos, interesantes planteamientos… Hemos seleccionado tres restaurantes- dos de ellos con hotel- para que descubras otros horizontes de la cocina.

La Mancha suele ser tierra olvidada en el verano pero es perfecta para detenerse a comer y, más tarde, proseguir viaje. O, ¿por qué no?, también hacer noche, como es el caso de Hotel Restaurante El Coto de Quevedo (Torre de Juan Abad, Ciudad Real), que recibió una estrella Michelin en su última edición. En el novedoso Ababol, situado en Albacete, no te puedes perder la cocina creativa y esmerada que elabora su chef Juan Monteagudo.

Un voto por Castilla- La Mancha, ahora trufada de grandes cocineros con un nivel extraordinario: éstos restaurantes son un inmejorable ejemplo de ello. Por último, el Palacio Helguera (Cantabria) despliega todo su refinamiento en un antiguo palacio rehabilitado con una cocina local muy atrayente. ¡No te los pierdas!.

Raíces manchegas en clave contemporánea

El cocinero José Antonio Medina ha sido una de las grandes revelaciones culinarias de estos últimos tiempos. Un profesional autodidacta que ejerce en El Coto de Quevedo, propiedad de su familia, un agradable hotel rural en el campo (4 estrellas), rodeado de jardines y con huerto propio, muy frecuentado por los cazadores cuando levantan la veda. ¡Y con una gran piscina!.

Con una estrella Michelin recién concedida, la cocina de José Antonio Medina hunde sus raíces en su tierra manchega: inspiración y producto cercano para una cocina manchega reinterpretada al estilo contemporáneo con tino y sabiduría. Poseen dos interesantes menús degustación, Raíces ( 65 euros) y Recuerdos Memoria (85 euros) que perfila y revela el estilo de Medina y su creatividad.

José Antonio Medina en los jardines de su hotel y restaurante, perfecto para una escapada.

Ya los snacks del principio hablan por sí solos: esfera de pisto manchego, ensalada de perdiz escabechada, paté de nuestro entorno… Pura Mancha en el plato. Siguen preparaciones como el lomo de bacalao confitado con pilpil de monte bajo (suave y delicioso), la navaja con escabeche de azafrán hecha en kamado (horno japonés) o el cordero manchego con macerado de ostras y trompetas de la muerte; no falta el pato de Los Yébenes. Entre las ‘galguerías’ (postres), no te pierdas el albaricoque, miel y alcaravea.

El bacalao confitado del restaurante El Coto de Quevedo.

Imprescindible pedir algún cóctel, el maître Pepe Villanueva- Campeón de España de Coctelería en tres ocasiones- los prepara a conciencia y, si quieres, puedes armonizar algún plato con originales mixturas de su creación. No te defraudarán, como ese exquisito vermut macerado que elabora y resulta ideal para el aperitivo. Hugo Santiago, el sumiller, desplegará si le dejas toda una panoplia de las últimas novedades vinícolas de la zona, aunque también puedes ir a lo clásico con opciones de otras denominaciones de origen.  También ofrecen maridajes para los menús, 30 ó 40 euros, según el elegido.

Pepe Villanueva, renombrado barman y maître del restaurante, en acción.

Poseen una carta más convencional con platos clásicos como el paté de perdiz, pisto manchego, lentejas con pato y foie o el cochinillo crujiente con migas, a un precio medio de 60 euros. No falta la caza en temporada. Disponen de un menú para días laborables a 27 euros.

Sentido y sensibilidad

En pleno Albacete se encuentra Ababol. Otro restaurante para tener muy en cuenta en nuestra ruta y donde descubrir un tándem único: cocina manchega con guiños a la culinaria francesa. Así, suena raro ¿verdad?, pues te garantizamos que el joven cocinero Juan Monteagudo ha hecho con estas dos corrientes tan lejanas un matrimonio perfecto.

Ababol se inauguró el pasado enero y creó tendencia al hermanar las tradiciones de la tierra manchega donde nació y ha vivido el chef, junto a técnicas, salsas y toques galos aprendidos de su padre, el renombrado pintor Philippe Monteagudo. Pura sensibilidad junto a una creatividad que se respira en el aire, con una carta en la que las verduras de huerta propia están muy presentes, así como los aceites virgen extra que elaboran en sus olivares.

Juan Monteagudo en su restaurante Ababol.

El cocinero, con una seria formación de escuela y con prácticas en los mejores restaurantes de nuestro país, ha hecho realidad su sueño y ahora vuela por libre. Toda una sorpresa de un profesional que sonará mucho en los próximos años por su valía. Además de una carta convencional, poseen dos menús degustación (Tierra y Ababol) a un precio de 50 y 80 euros respectivamente, ambos con opción de maridaje ( 35 y 45 euros).

Platos como el buñuelo de morteruelo, flores con atascaburras o las croquetas de jamón (imprescindibles ), sumamente refinados por la mano del chef, se solapan con un delicioso foie de pato asado con yogur o pichón de Bresse con escabeche de hinojo y ajo negro. Pero, en términos generales, manda La Mancha: puerros y gazpachuelo de bacalao,  berenjena en escabeche de mejillón y vainilla con huevos de trufa, una espectacular alcachofa confitada con pepitoria de azafrán, miso y turrón… En temporada, más adelante, tendrán distintas especialidades de caza.

Entre los postres, brilla por su creatividad el hummus de garbanzos con vainilla y cuscús, ras el hanout,  crujientes de mantequilla y helado de cítricos. Laura Caparrós es la sumiller y quien gestiona una carta de vinos muy centrada en bodegas pequeñas de la zona, viñedos singulares… Cocina a la vista, “queremos que Ababol sea transparente” y un encantador equipo con una cuidada puesta en escena en la mesa. Su precio medio es de 60 euros.

Exclusividad y refinada cocina local

Y de La Mancha más genuina y rompedora a la tradicional Cantabria donde Helguera Palacio Boutique Antique ocupa una construcción palaciega del siglo XVIII que aúna diseño, lujo y gastronomía. Situado en plenos valles pasiegos, es un idílico reducto de paz. Lo más llamativo: todos los objetos de decoración del hotel- muchos son antigüedades- están a la venta.

Fachada del hotel.

Con 11 preciosas habitaciones y muy buen gusto por doquier- sábanas de algodón egipcio, servicio de habitaciones, vajillas antiguas…- el hotel se encuentra en un escenario natural de ocho hectáreas que crean una atmósfera única, con bonitos jardines y una impactante piscina infinita.

La piscina infinita del Hotel Palacio Helguera.

El restaurante Trastámara no es menos. Aquí se apuesta por una cocina local, basada en los productos de la zona con verduras de huertanos cercanos, mantequilla, ternera, anchoas… todo en un comedor exquisitamente decorado a base de manteles de hilo, magnífica cristalería o vajillas de coleccionista que, recordemos, se pueden comprar. Carta de la tierra de toques refinados con platos como los puerros de valles pasiegos asados con beurre blanc de albariño, almejas de Carril en velouté de ajos tiernos y soja e, incluso, caviar Amur beluga Tradición con tostas (10 gramos).

Un refrescante plato del restaurante Trastámara.

Muy apetecible la sopa de cebolla al estilo Helguera (si te atreves con estas temperaturas), junto a pescados como la merluza, especialidad de la casa y preparada de cuatro maneras diferentes. No faltan carnes como el jarrete de lechazo glaseado, ni postres como el milhojas crujiente de queso, manzana y helado de cítricos.

Tres restaurantes singulares, dos de ellos también ‘destino’ al tener hotel, que no debes perder de vista.

Nota: Ninguno de los restaurantes mencionados se han seleccionado por algún motivo comercial, su elección es una decisión únicamente de calidad y periodística. Los precios son meramente orientativos.

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