A Aitor Álvarez Hermida lo que más le gusta de Madrid es que “es una ciudad muy viva y en la que hay muchísimas cosas que hacer”. Y aunque solo lleva viviendo en ella cinco meses, cuando se trasladó desde su Santiago de Compostela natal hasta el barrio de Aluche, donde reside en la actualidad, este joven de 27 años reconoce que se sintió muy bien acogido desde el principio. ¿Algún ‘pero’ a la experiencia? “Quizá el ritmo de vida, que es muy acelerado a veces, aunque yo procuro no verme arrastrado por él”, comenta.
Aitor llegó a Madrid para realizar unas practicas formativas en Banco Santander como programador en el Área de PagoNxt. Su rutina laboral alterna el teletrabajo con los viajes en las lanzaderas del banco hasta la Ciudad Financiera dos veces por semana. Él es uno de los más de 200 jóvenes que cada año forman parte del programa Start, una iniciativa de la entidad financiera dirigida a estudiantes o titulados de último año de Grado, Máster o Formación Profesional.
Durante nueve meses, ampliables a otros tres y con posibilidad de ser contratado a su finalización, los seleccionados en cada edición realizan prácticas formativas a tiempo completo en Grupo Santander, además de cursar un programa formativo en una escuela de negocios dotado de un título oficial.
Una etapa crítica
“Un viaje de mil millas comienza con un primer paso”, decía el filósofo chino, Lao-Tse. Pero ese primer paso es muy importante, quizá el más importante. Según datos de la Guía HAYS 2021, las principales motivaciones de los jóvenes a la hora de buscar un primer empleo son ganar experiencia (29%), desarrollo profesional (28%) y relación con sus estudios (21%), mientras que solo un 8% concede importancia al salario (la mitad que en 2020). Un dato sintomático de que las nuevas generaciones son conscientes de la trascendencia de esas primeras etapas en su carrera profesional.
Para Aitor Álvarez, que hasta la llegada de esta beca en el Santander solo había tenido una experiencia laboral previa como camarero, esta beca supone la oportunidad de iniciar una carrera profesional en un campo que le apasiona: la programación. “Cualquier persona puede explotar su potencial si se esfuerza lo suficiente y le dan la oportunidad de demostrar su valía”, asegura.
Según datos del SEPE, los jóvenes menores de 30 años representan el 19% sobre el total de demandantes de empleo
A este gallego, que tiene una discapacidad física en su pierna izquierda, esa ansiada oportunidad le llegó a través de un FullStack Bootcamp de programación web que realizó a través de Hack A Boss y Fundación ONCE. “Son tres meses de formación intensiva en la que aprendes muchos conceptos. Para mi suponía la ocasión de formarme en lo que me gusta, así que me lancé”, destaca.
La llamada del Santander llegó cuando presentó su proyecto de fin de curso. “Eduardo Morón, de Fundación Universia, estaba en el tribunal y algo debió ver en mí porque a los pocos días me llamó para hablarme de esta posibilidad”, recuerda.
Comienzos difíciles
Según el último Informe del Mercado de Trabajo de los Jóvenes (2021), elaborado por el Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE), los jóvenes menores de 30 años representan el 19% sobre el total de demandantes de empleo. En ese contexto complejo e incierto, facilitar su incorporación al mercado de trabajo lo antes posible resulta fundamental tanto para sus futuras carreras profesionales como para la propia recuperación económica y social del país post-covid-19.
El programa Start se ha convertido ya en un pilar dentro del proceso de digitalización de Banco Santander. La mayor parte de los participantes en la iniciativa posee un perfil STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas). Una formación que, unida a sus ganas de aprender y a su condición de nativos digitales y consumidores habituales de servicios vinculados a la tecnología, convierten a estos jóvenes en un catalizador del cambio digital para cualquier compañía.
La posibilidad de poner en práctica en proyectos concretos las enseñanzas obtenidas durante su periodo formativo es una enorme fuente de crecimiento profesional para un joven. Y hacerlo, además, en un entorno seguro, como es el de una gran compañía dotada de recursos y estructura, y bajo la tutela de profesionales contrastados, un acelerador de su curva de aprendizaje.
Diversidad e inclusión son otros dos pilares sobre los que se sostiene el trabajo del futuro
Aitor está aprovechando hasta la última gota de la experiencia. “Estoy disfrutado de la oportunidad de trabajar en un proyecto real y en una empresa que tiene capacidad para generar un verdadero cambio en la sociedad”.
Eso sí, arrancar cualquier proyecto, ya sea personal o profesional, siempre es difícil. “La primera vez que fui consciente de la escala del proyecto en el que iba a trabajar me asusté bastante. Afortunadamente, nunca me he sentido solo y tanto mis compañeros como mi tutor me han ayudado desde el primer momento. Me he sentido muy arropado”, dice el gallego.
¿Alguna clave para compensar la falta de experiencia? “Ilusión, trabajo duro y humildad para admitir que aún te queda mucho por aprender. Si hay algo que no entiendes o no sabes hacer, que no te dé miedo preguntar, porque hay mucha gente dispuesta a ayudarte”.
Diversidad e inclusión son otros dos pilares sobre los que se sostiene el trabajo del futuro. Y la discapacidad y el paulatino derribo de barreras que está consiguiendo en todos los ámbitos de la sociedad, uno de sus estandartes. El caso de este joven programador nunca ha tenido la sensación de que su discapacidad le supusiera un obstáculo para hacer su trabajo. “Al contrario, todo han sido facilidades”.
¿Le gustaría quedarse una vez concluya el programa? “¡Claro! Y no solo porque estoy haciendo lo que me apasiona y creo que lo hago bien, sino porque estoy muy a gusto. El ambiente es muy saludable y me siento muy cómodo trabajando. ¿Y no es eso lo que buscamos todos?”.
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