Nelson Mandela decía que la educación es el arma más poderosa para cambiar el mundo. Y junto a una educación de calidad, el trabajo es una de las vías más efectivas para lograr la inclusión de aquellos colectivos en riesgo de exclusión social. Independencia económica, relaciones sociales más ricas, crecimiento personal y mayores niveles de autoestima son algunas de las palancas de inclusión que aporta el empleo.
En España solo una de cada cuatro personas con discapacidad en edad de trabajar lo hace. “La tasa de actividad de empleados con discapacidad en España es muy inferior a la de personas sin discapacidad (35% frente a 77%)”, denuncia Víctor Alberto Lorenzo Pérez, doctorando en Economía y Empresa por la UNED. Ciego desde los 19 años a causa de una enfermedad, este vitoriano residente en Madrid comenzó sus estudios superiores a través de la Formación Profesional, desde la que más tarde pasó a la Universidad. Un programa de Fundación Universia le abrió las puertas para trabajar como Administrativo en Repsol.
Independencia económica, relaciones sociales más ricas, crecimiento personal y mayores niveles de autoestima son algunas de las palancas de inclusión que aporta el empleo
Durante años la Formación Profesional quedó relegada a un rol de “opción b”, y siempre a la sombra de los estudios universitarios. Ahora, el hasta hace muy poco “patito feo” de la formación superior, se quita complejos y reivindica su papel como alternativa diseñada por y para el empleo. Se abre paso una nueva “FP” dinámica, versátil, práctica, en continua evolución y muy próxima y alineada con las necesidades sociales, laborales y empresariales actuales.
Según el informe Datos y Cifras del curso 2021-2022, publicado recientemente por el Ministerio de Educación y Formación Profesional, el alumnado con mayor progresión en España es, precisamente, el de la Formación Profesional, con 39.467 nuevos estudiantes durante el curso pasado (un 4,1% más que el curso anterior), hasta alcanzar los 1.013.912 en total. ¿Las razones de su éxito? En un contexto altamente digitalizado y en continua transformación, los programas duales, modulares, más cortos y dinámicos de la Formación Profesional se adaptan de una manera muy ágil y precisa a los requerimientos del mercado laboral.
Fruto de esa nueva dimensión y con el objetivo de adaptarse a este escenario formativo y laboral, Fundación Universia ha dado un giro a su tradicional programa de becas, que en su 16º Edición ha abierto una línea de ayudas específicas para la Formación Profesional, de las que Víctor se ha beneficiado. En concreto, esta nueva línea se enmarca dentro de sus programas de ayudas dirigidos a estudiantes con discapacidad matriculados en estudios de ciclo formativo de grado medio y superior. Las becas, por valor de 1.000 euros cada una, tienen como objetivo impulsar la formación inclusiva de los estudiantes con discapacidad y actuar como impulsor de su empleabilidad y empoderamiento.
La línea de becas de Fundación Universia se enmarca dentro de sus programas de ayudas dirigidos a estudiantes con discapacidad matriculados en estudios de ciclo formativo de grado medio y superior
Por desgracia, los casos de éxito como el de Víctor no abundan. A pesar de que la Ley General de Discapacidad, en su artículo 42.1, establece que las empresas públicas y privadas que emplean a 50 o más trabajadores están obligadas a contar con al menos un 2% de trabajadores con el certificado de discapacidad (porcentaje de discapacidad igual o superior al 33%), son pocas las compañías que cumplen con esta tasa.
Desconocimiento, prejuicios o la falta de sanciones están, para Víctor Alberto Lorenzo, detrás de este déficit que lastra la inclusión en España. “Solo en las grandes empresas, obligadas a incluir un apartado de diversidad e inclusión en sus informes de información no financiera, o en los casos en los que los empresarios conocen un caso cercano de discapacidad, se está dando ese paso”, lamenta este futuro doctor en Economía y Empresa.
Apoyo a la diversidad
La experiencia de Víctor Alberto Lorenzo en Repsol fue muy positiva. “Me recibieron con los brazos abiertos. Si tenía alguna duda, preguntaba; si necesitaba algo, lo pedía. Y también mis compañeros me solicitaban ayuda a mi. Me sentí como uno más”, recuerda.
Eso sí, para que esa vivencia positiva sea la tónica general, Lorenzo cree que es fundamental que las empresas adopten medidas de adaptación y accesibilidad al puesto de trabajo. Y también que todas las partes tengan “una actitud abierta que facilite ese proceso de inclusión”. Este diplomado en Ciencias Empresariales y graduado en Administración y dirección de empresas apunta la conveniencia de que exista una figura que sirva de nexo entre la empresa y el trabajador con discapacidad. “A algunas personas les cuesta más trabajo relacionarse, por eso es importante que exista una figura de referencia que les sirva de apoyo”.
Que se cumplan las leyes es necesario, pero no suficiente para lograr una verdadera inclusión. La apuesta por la diversidad debe nacer de las propias empresas, ya que redunda en su beneficio. Así lo confirman instituciones como el Fondo Monetario Internacional (FMI), que ya incluye en sus índices a la diversidad como una de las variables que mejoran la competitividad empresarial. ¿Qué se pierden las empresas que no practican la diversidad? Víctor Alberto Lorenzo lo tiene claro: “Talento, experiencia y variedad de enfoques”. Y es que, remata, “las personas con discapacidad nos involucramos mucho en el proyecto y proporcionamos mucha riqueza al equipo”.
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