Abdesalem Lassoued, el terrorista abatido por la Policía belga tras haber matado con un arma militar en Bruselas a dos ciudadanos suecos en el nombre de Alá, responde al patrón de lobo solitario que progresivamente va radicalizándose mediante un incesante activismo en las redes sociales que da cuenta de su paroxismo, ese que le llevó a disparar con su khalashnikov a todo aquel que se encontrara en la noche bruselense mientras se desplazaba en una moto y se distinguía de la oscuridad mediante un casco blanco y un chaleco reflectante de color naranja.
De nacionalidad tunecina, casado y padre de una hija, Lassoued había sido juzgado en su país de origen por actividades terroristas, una información basada en una denuncia vecinal que las autoridades belgas han cuestionado para reducir a delitos comunes las fechorías que le llevaron ante el juez.
Llegó a Europa, en concreto a Bélgica, hace cuatro años. De inmediato solicitó asilo, que le fue denegado. De hecho, pesaba sobre él una orden de expulsión por estancia ilegal en el país. Se emboscaba, junto a su familia, en el suburbio de Schaerbeek, un núcleo con una importante población musulmana, donde finalmente lo localizó la Policía este martes para "neutralizarlo", en expresión empleada por las fuerzas de seguridad.
El radicalismo de Lassoued ha corrido paralelo a su afán de difundir su oprobio, cometido al grito de "Alá es grande" y con la dudosa finalidad, salvo para su mente completamente fanatizada, de "vengar a los musulmanes que vivimos y morimos por nuestra religión". Como excusa de fondo, naturalmente, la guerra de Israel contra Hamás.
Un vídeo en plena calle
Esa necesidad de notoriedad le llevó a subir dos vídeos solo unos minutos después de cometer el atentado, en el que dos aficionados de la selección sueca de fútbol, desplazada a Bruselas para enfrentarse a la selección de Bélgica, tuvieron la mala fortuna de cruzarse en su camino cuando trataban de tomar un taxi. En el primero de ellos, oculto bajo un pañuelo en el rostro; en el segundo, solo unos minutos después, asumiendo la autoría del ataque mientras se graba en plena calle.
Tras esto, Laussed se perdió en la noche hasta que fue localizado en una cafetería de la barriada en la que solía recalar. Cuando fue abatido, todavía portaba el khalasnikov con el que sembró el pánico en la noche bruselense.
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