De los improperios y las condenas, a un acuerdo electoral “histórico” para las elecciones legislativas del 30 de junio y 7 de julio. Las diferentes formaciones francesas de izquierda han borrado sus innumerables diferencias con un solo fin: impedir la victoria de lo que denominan “extrema derecha”, el partido de Marine Le Pen, favorito en los sondeos y vencedor por aplastante mayoría en las europeas del domingo pasado.
La Francia Insumisa de Jean-Luc Melenchón (LFI), el Partido Socialista (PSF), el Partido Comunista (PCF)y los ecologistas de “Europa Ecología Los Verdes" (EELV) , reunidos bajo el nombre de “Nuevo Frente Popular”, aseguran en un comunicado común que “la llegada de Reagrupamiento Nacional al poder no es una fatalidad”
El documento firmado, que se hará público este sábado, es un programa para los primeros 100 días de gobierno y pide la adhesión de asociaciones, sindicatos, partidos políticos y “personalidades comprometidas en el debate público que comparten nuestras ideas”.
Con un programa todavía desconocido en la tarde del jueves, algunos de los dirigentes de la izquierda interrogados no aclararon cómo han podido ponerse de acuerdo con “La Francia Insumisa”, protagonista desde el pasado 7 de octubre de declaraciones antisemitas y en apoyo a Hamás. Allegados a Melenchón llegaron a tratar al jefe de los comunistas, Fabien Roussel, de “colaboracionista”, es decir, de “collabó” con los ocupantes nazis.
Otros responsables melenchonistas descalificaron durante la campaña para las europeas al socialista, Rafael Glucksmann, por su pertenencia a la comunidad francesa judía. Glucksmann fue precisamente vencedor entre las izquierdas en eso comicios.
Socialistas y comunistas tampoco compartían con LFI la postura sobre la guerra de Ucrania ni la pertenencia de Francia a la OTAN. El partido de Melenchón se opone a la Alianza Atlántica y se niega a apoyar a Volodímir Zelenski.
Pero los principios y las ideas han quedado en un segundo plano cuando la necesidad de contar con diputados en la próxima Asamblea es cuestión de supervivencia política y financiera para todos. El sistema electoral francés, mayoritario a dos vueltas, penaliza a quien no se presenta en coaligado. Un candidato común no tiene nada que ver con presentarse por separado.
Reunidos durante cuatro días, los dirigentes de las izquierdas se han dedicado a resolver el rompecabezas que supone la elección de candidatos en las 577 circunscripciones que se ponen en juego el 30 de junio. Una por una, cada partido ha aceptado el candidato mejor situado, siguiendo un pormenorizado estudio de las posibilidades de cada aspirante y un reparto de representantes según la fuerza de cada partido firmante.
Jean-Luc Melenchón, que el miércoles se dijo abierto a proponerse como futuro primer ministro, aunque no optaba al puesto – sabe el rechazo que provoca entre sus “aliados” – expresó su satisfacción por el acuerdo de las izquierdas, un éxito, según él, que contradice el deseo del presidente, Emmanuel Macron, de convertir la elección en una confrontación entre macronistas y el partido de Marine Le Pen.
El alborozo de los dirigentes de izquierda es comprensible, pero no está claro que los votantes de todos los integrantes de la coalición electoral comparten el acuerdo. En especial muchos votantes socialistas han inundado las redes diciendo que jamás votarán por un grupo donde aparezca La Francia Insumisa. La apuesta es, por lo tanto, despertar a los desmoralizados con el recurso del miedo a la “extrema derecha, o desviar el voto de los descontentos hacia el bloque central de Macron o, simplemente, hacia la abstención.
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