Emmanuel Macron llama a la movilización general. Para un centrista liberal y reformista como él, nombrar a un jefe de gobierno de extrema izquierda es impensable, pero no imposible, si la alianza liderada por Jean-Luc Melenchón obtiene la mayoría absoluta en las elecciones que hoy celebran su primera vuelta.
Un presidente no gobierna Francia con tranquilidad, salvo si cuenta con el apoyo de 289 diputados de los 577 que forman la Asamblea Nacional y nadie pone en duda la elección de su jefe de gobierno, con el que debe trabajar en plena armonía.
Tras los comicios presidenciales de abril pasado, Macron y Marine Le Pen, la finalista derrotada, desertaron la escena política nacional. El tercero en discordia, Jean Luc Melenchón, fracasó una vez más en su intento de alcanzar el Elíseo, pero sorprendió a todos cuando declaró sin pestañear que, si conseguía unir a todas las fuerzas de izquierda, Macron se vería obligado a nombrarle primer ministro.
Nadie apostaba un euro por esa posibilidad, pero Melenchón, 'conducator' indiscutible de La Francia Insumisa, logró someter a socialistas, comunistas y ecologistas; perdedores, como él, en las presidenciales, pero -a diferencia de él- con resultados catastróficos. El programa pergeñado por LFI debía ser aceptado por los componentes de La Nueva Unidad Popular Ecologista y Social (NUPES) y aunque tanto socialistas como 'verdes' tenían opiniones opuestas sobre algunos asuntos, firmaron el acuerdo subrayando sus diferencias. Para los tres socios de Melenchón, el reparto de circunscripciones electorales puede ser una garantía de supervivencia política y financiera que cada uno por su lado no podía asegurar.
Desde ese momento, Melenchón y su proyecto han acaparado páginas, sonidos e imágenes, hasta el punto de hacer temblar la 'macronía'. El presidente electo entró en campaña a sólo cuatro días de la primera vuelta y ordenó a sus tropas un ataque masivo con todo el material de guerra argumental contra el "Chávez galo", como le define el ministro de Economía, Bruno Le Maire. "El peligro rojo" se cierne sobre la segunda potencia de Europa, según las huestes de Macron y, para demostrarlo, nada mejor que torpedear el programa económico de NUPES con misiles o con lanzallamas semánticos. Zafarrancho de combate para evitar una mayoría, incluso relativa, de la izquierda.
El programa del "Chávez galo"
Tras el trabajo de cien economistas que se dividen, según ellos mismos, entre keynesianos y marxistas, la alianza de izquierda que aspira a la mayoría en la Asamblea propone un programa de inversiones masivas y un aumento de impuestos generalizado que afectará, en especial, a "los ricos".
Un "programa de ruptura" que elevaría en 250.000 millones de euros el gasto público: 50.000 millones en inversión ecológica al año, que crearía más de un millón y medio de empleos privados; aumento de empleo público con una factura de 75.000 millones; 125.000 millones para hacer circular la riqueza que provocaría un "consumo popular" de 154.000 millones. Según los economistas de la NUPES, su proyecto arrojaría un superávit de 17.000 millones.
En el paraíso prometido por Melenchón, los franceses podrán jubilarse a los 60 años, el salario mínimo será de 1.500 euros, las vacaciones durarán seis semanas, se trabajará 32 horas por semana, y los jóvenes (18-25 años) que no dependan de sus padres recibirán una "prestación de autonomía" de 1.063 euros mensuales.
Para combatir la inflación, se bloquearán los precios de productos de primera necesidad, tanto de alimentos como de higiene, y, por supuesto, los de combustibles. A Melenchón nunca le han dado miedo los déficits del Estado. La deuda pública francesa alcanzó los dos billones 813.000 millones de euros en diciembre de 2021, es decir, un 112,9% del PIB. En los cinco años de gestión 'macronista', ha aumentado en 540 mil millones. El creador de la NUPES tiene también una solución milagro para solucionar la deuda: no pagarla.
La alarma entre los economistas no marxistas e, incluso, algunos keynesianos, evoca el recuerdo de los años de gobierno en Grecia del partido Syriza. Pero sin recurrir ese espantajo, hay unanimidad entre estos para considerar el plan económico de la izquierda como "peligroso e irrealizable".
El economista Guillaume Hanezo, exconsejero del presidente François Mitterrand, asegura que el gasto púbico y aumento de fiscalidad a las empresas propuesto por la NUPES "se traducirá en una explosión de los déficits y del paro".
La elevación de un 45% a un 65% de la tasa marginal de imposición, el alza en el impuesto de sucesiones y el retorno del impuesto a las grandes fortunas (ISF) golpeará a particulares. Un impuesto especial para las empresas que "se hayan aprovechado de la crisis en Ucrania" y otro para las multinacionales que generan beneficios en Francia provocará, según otro especialista, Gilbert Cette, "un éxodo fiscal y una caída de inversiones".
"Guillotina fiscal y colectivización"
Emmanuel Macron tuvo que bajar en urgencia al barro electoral para advertir a los franceses de que "no hay dinero mágico" y asegurar que el programa de la NUPES era "un proyecto de prohibiciones e impuestos". "Una guillotina fiscal", clamó el ministro de Presupuesto, Gabriel Attal. Su colega Le Maire agitó el peligro de la "colectivización", ante el empeño de Melenchón de nacionalizar bancos, autopistas, aeropuertos o compañías de gas y de electricidad, como Engie y EDF.
Melenchón ha aprovechado la atonía de una campaña electoral, que los partidos rivales han obviado, para personalizar unos comicios legislativos. Tanto Macron como Marine Le Pen se despertaron como reacción a la actividad del jefe de la NUPES e, inevitablemente también, forzados por la actualidad. En ese terreno, también el más bolivariano de los políticos franceses ha destacado.
Tras el desastre de caos e inseguridad en el Stade de France, Melenchón tuvo muy claro quiénes eran los culpables: los policías. Pocos días después, un delincuente se negó a parar su automóvil como le exigían tres policías. Intentó escapar arrollándoles y un agente se vio obligado a disparar. Una joven que viajaba en el coche fue alcanzada y falleció. Para Melenchón era una nueva ocasión para atacar a las fuerzas del orden: "La policía mata", afirmó, dando a entender que las fuerzas de orden público están plagadas de asesinos, lo que le valió una querella de un sindicato policial.
Insultar a la policía para ganarse a los jóvenes de extrema izquierda
No es la primera vez que Melenchón ataca a la policía. Es un argumento que le sirve para asentar su base electoral entre una parte de la juventud de las 'banlieues' y la franja 'woke' de indigenistas, 'descolonialistas' y otras tribus que proliferan entre los 'bobos' (bougeois-bohemes) que admiran e imitan a los movimientos similares nacidos en Estados Unidos, con soflamas como "Defound the police" o "Black lives matter".
El presidente Macron tuvo que saltar de nuevo al ruedo para subrayar que "no podía aceptar que se insulte a quienes arriesgan su vida por defender la nuestra". En una de sus últimas apariciones previas a la cita con las urnas, Macron abordó el apartado de la inseguridad en general y, especialmente en las áreas rurales, para anunciar el aumento de efectivos policiales y de funcionarios de Justicia.
Emmanuel Macron tiembla ante la posibilidad de "cohabitar" con Melenchón como jefe de gobierno y ya dio a entender que no estaba obligado a nombrarle, aunque la NUPES alcanzara una mayoría en la cámara baja. La Constitución no lo exige, en efecto, pero es una norma política que tanto el conservador Jacques Chirac, como el socialista François Miterrand respetaron.
Si la alianza de partidos que apoya al presidente bajo la sigla Ensemble (Juntos) no obtiene una mayoría absoluta, el macronismo se verá obligado a recurrir a Los Republicanos (LR), la derecha moderada, o lo que quedará de ella tras unas legislativas que pueden confirmar su fracaso en las presidenciales. Es la única esperanza de Los Republicanos para seguir contando en la política francesa, tras ser desguazados entre Macron, por el centro, y Le Pen y Eric Zemmour por su derecha.
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