Patricia Bullrich, excandidata de Juntos por el Cambio (23,84%), decidió respaldar al candidato de La Libertad Avanza, Javier Milei (29,99%), formando una alianza contra el sorprendente ganador y ministro de economía, Sergio Massa (36,69%). Aunque la suma de sus votos supera los de Massa, la ecuación de acceso al poder siempre es más compleja y este 19 de noviembre, en la segunda vuelta de las elecciones en argentinas, se consumará una anomalía empírica.
El tercer y último debate electoral, celebrado el pasado domingo, reveló que Milei, sin motosierra ni experiencia de gobierno, pierde explosividad pero no gana solvencia. Frente a él, Massa dejó constancia de su condición de político profesional, capaz de darle la vuelta a su responsabilidad como ministro de Economía para ofrecerse como solución y no como problema.
Navegando contra la corriente
La confrontación entre Milei y Bullrich fue intensa, pero resolvieron el desencuentro con rapidez. Mano tendida, oferta de puestos en el gobierno y disculpa del ultra a la “montonera tirabombas”. Todo ello en una cena celebrada en casa del expresidente Macri, 48 horas después de conocerse los resultados de la primera vuelta. Así las cosas, la teoría de la alternancia en el poder del oficialismo en América Latina apuntaría hacia un eventual triunfo de la dupla.
Las encuestas indican que el presidente Alberto Fernández tiene una desaprobación superior al 80%. En las democracias de la región, la aprobación negativa del presidente de turno tiende a anunciar de manera consistente la derrota del partido en el gobierno. El oficialismo argentino nada a contracorriente de la teoría.
A su vez, la coalición gubernamental contiende contra La Libertad Avanza, una formación emergente que veintisiete meses atrás no formaba parte del panorama político. En un contexto de aguda crisis, como actualmente vive el país, tradicionalmente los votantes se inclinan por respaldar a la fuerza política emergente, la única que no tiene responsabilidad con la grave situación.
El sorpresivo resultado de la primera vuelta
El oficialismo pudo incluso no sobrevivir a la primera vuelta. De todas las fuerzas principales era la más vulnerable a sufrir el mayor vaciamiento en su caudal tradicional de votos.
Pero en esta ocasión, parece que las elecciones no corren por el carril clásico que marcan la teoría y la historia. La coalición gubernamental desplazó al libertario Javier Milei y asistió al hundimiento de Juntos por el Cambio. Un escenario sorprendente que conmocionó al país y al mundo y cuyas pistas explicativas serían las siguientes:
- Juntos por el Cambio llegó a las elecciones presidenciales de 2023 bajo sospecha de escisión interna y arrastrando un legado desfavorable de la administración de Mauricio Macri (2015-2019).
- Por su parte, Milei se dedicó exitosamente a sabotear su propia candidatura. Atacó frontalmente al Papa. Difundió como lema la explosiva frase de que la justicia social es una aberración. Respaldó una interpretación controvertida del concepto de víctimas del terrorismo. Se mostró intolerante con los que cuestionan sus propuestas. Y cuando extendía la mano, en lugar de un olivo cargaba una motosierra.
- Por último, Massa reactivó la maquinaria electoral oficialista. Dio forma a la campaña del miedo. Les susurró a los oídos a fuerzas descontentas dentro de Juntos por el Cambio. Y promovió controvertidos planes remunerativos, dirigidos a personas con escasos recursos cuya decisión electoral responde a ese tipo de incentivo. Así pudo gestarse la debacle electoral de Juntos por el Cambio, el retroceso en caudal de votos de Milei y el éxito gubernamental en primera vuelta.
Una opción de gobierno no creíble
El sorpresivo resultado electoral responde también a que Milei y La Libertad Avanza constituyen, potencialmente, una alternativa de gobierno no creíble. Ambos cumplen con dos de sus rasgos puros. Provienen de uno de los extremos del espectro ideológico y carecen de experiencia de gobierno a escala nacional.
Los votantes, por regla general renuentes a tomar riesgos, tienden a enfocar propuestas formuladas desde esas credenciales como un salto al vacío. Calculan que los costos futuros por la falta de pericia en el manejo de la cosa pública son decididamente altos.
No faltan en la región los casos en que los electores apoyaron a una formación política emergente. Pero dicho comportamiento no se manifiesta sin la presencia de un catalizador. Una situación particular que compulsa a la mayoría de los votantes a asumir un comportamiento que por regla les resulta impropio. Por ejemplo, una crisis inédita, un escenario signado por un dominio general de pérdidas.
Si ese catalizador existe en Argentina, la transformación del votante no estaría produciéndose con la velocidad y la magnitud suficientes. El caudal de votos de Milei debió crecer de las primarias a la primera vuelta. No lo hizo.
El viraje
Una vez relegado al segundo puesto, Milei emprendió el viraje. Invitó a la candidata de la izquierda Myriam Bregman a ocupar un ministerio en su eventual gobierno, bajo el cálculo de sumar el 2,7% de votos que alcanzó esa formación.
Los destinatarios tacharon de ridícula la iniciativa. Toda la narrativa libertaria sostiene que la izquierda saboteó el privilegiado sitio dentro del primer mundo que en el destino manifiesto supuestamente corresponde a Argentina.
La apertura de Milei solo tenía pleno sentido para fuerzas ideológicamente cercanas. Entonces, para disputar el segundo tiempo, entraron en la cancha Bullrich y Juntos por el Cambio.
Parecía que era todo lo que necesitaban los advenedizos. Juntos por el Cambio podría sumarles muchos puntos positivos. La coalición tiene experiencia de gobierno, un contingente de legisladores, la mayor cantidad de gobernadores provinciales, se ubica hacia el centro del espectro ideológico y obtuvo un jugoso caudal de más de seis millones de votos en primera vuelta.
Significaba la oportunidad de aterrizar las propuestas más controvertidas y atenuar las reservas de buena parte de los ciudadanos. Por primera vez, el líder libertario coqueteó con la posibilidad de constituir una promesa de gobernabilidad.
Vicios ocultos en Juntos por el Cambio
Pero entonces se confirmaron las sospechas. Organizaciones que conforman la coalición, como la Unión Cívica Radical, la Coalición Cívica ARI y Alternativa Republicana Federal, entre otras, rechazaron de plano la decisión de Bullrich. Abogaron por la neutralidad que, en ciertos casos, solapa un apoyo silencioso a Massa.
Dos de los activos más importantes de Juntos por el Cambio, el jefe de gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta y la exgobernadora María Eugenia Vidal, anunciaron también su apoyo a la neutralidad.
Finalmente, Milei sumó un Juntos por el Cambio disminuido y probablemente alejado del peso que convertiría su proyecto político en una alternativa de gobierno creíble.
La excepcionalidad de las elecciones en Argentina
Es en este punto donde la elección argentina parece abandonar el carril clásico y la máxima según la cual los gobiernos que mejoran el bienestar de los electores deben recibir como premio su respaldo, mientras los gobiernos que no lo consiguen deben ser castigados en las urnas.
Anthony Downs (1973), referente de la teoría económica de la democracia, insistía en que la decisión de votar se adopta según la política que el gobierno haya seguido durante el mandato. Se trata de una reacción del votante a la actuación del gobierno. Sin embargo, el propio autor alertaba que la actuación inefectiva puede resultar premiada siempre que el partido de oposición resulte incapaz de ganarse la confianza y los votos de los ciudadanos racionales por no constituir una alternativa fiable.
El oficialismo es una fuerza política electoralmente devaluada por una gestión notoriamente defectuosa de la cosa pública. La evidencia revela que, aunque ganó la primera vuelta, su caudal disminuyó en más de tres millones de votos respecto a la contienda de 2019.
Por su parte, el problema de Milei y Bullrich proviene de un arrastre electoral intermitente, debido a que están resultando incapaces de persuadir a una masa decisiva de votantes de que representan una opción de gobierno creíble.
Las presidenciales argentinas de 2023 se ubican en un terreno inexplorado que la academia bautiza como “excepcionalismo”. La prueba es que, cualquiera que sea el desenlace electoral, obviamente constituirá una anomalía empírica.
La anomalía empírica no se encuentra forzosamente asociada con el fracaso. En cambio, resulta una fuente adicional de incertidumbre, el ingrediente menos requerido por Argentina para superar la crisis actual.
Orestes Enrique Díaz Rodríguez, Profesor investigador en ciencia política, Universidad de Guadalajara.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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