El presidente estadounidense, Barack Obama, cree que la marihuana no es más peligrosa que el tabaco o el alcohol, aunque no consideró que la legalización sea una "panacea" que resuelva todos los problemas, según una entrevista con la revista 'New Yorker'.
"Como ha quedado bien documentado, fumé marihuana de joven y yo lo veo como un mal hábito y un vicio no muy diferente a los cigarrillos que he fumado durante mi juventud y en gran parte de mi vida adulta. No creo que (fumar marihuana) sea más peligroso que el alcohol", explica Obama en la entrevista. Obama aseguró que fumar cannabis no es algo a lo que anime. "He dicho a mis hijas que es una mala idea, una pérdida de tiempo y no muy saludable".
Para el presidente estadounidense el principal problema con el consumo de cannabis en Estados Unidos son las desproporcionadas penas y la manera en que estas afectan con más dureza a minorías como la negra y la hispana y a personas de bajos recursos.
"No deberíamos encerrar en la cárcel a jóvenes o individuos por largos períodos de tiempo por consumir (marihuana) cuando los que están escribiendo esas leyes han hecho probablemente lo mismo", afirma Obama en una entrevista, que se realizó a finales de noviembre de 2013.
En este sentido consideró que las leyes estatales como la del estado de Colorado, que despenaliza el consumo privado de marihuana, deben avanzar, ya que permiten acabar con la injusta situación en la que grandes partes de la sociedad han violado la prohibición y "solos unos pocos son castigados".
No obstante, Obama opinó que la legalización de la marihuana no es una "panacea", ya que la problemática es mucho más compleja, algo que opinó se verá en casos como los de los estados de Colorado y Washington. Para el presidente de Estados Unidos el gran problema es la idea de dónde poner el límite a la permisividad con las drogas, ya que otros narcóticos más duros siguen provocando "un profundo daño y coste social".
En este sentido alertó de los problemas sobre dónde "dibujar una línea" y sobre aquellos que puedan pensar en la posibilidad de negociar dosis aceptables de otras drogas más duras como la cocaína o las anfetaminas.
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