Internacional

Los deberes de Bayrou en la crisis francesa: fomar un nuevo gabinete y atraerse a los socialistas

El nuevo primer ministro debe abordar ya el qué y el con quién y negociar con los partidos que sostengan una nueva política

  • Bayrou y Macron. -

"La reconciliación es necesaria". Son las primeras palabras del nuevo jefe de gobierno de Francia que, en su primer encuentro improvisado con la prensa, ha querido recordar las palabras del socialista François Mitterrand cuando fue elegido presidente en 1981: "Por fin empiezan los problemas". 

El histórico centrista, François Bayrou, es el muevo primer ministro de Francia. El presidente Emmanuel Macron ha optado por un político con experiencia y espesor político que, en teoría, es capaz de dialogar con los socialistas, cuyo apoyo es indispensable para llegar al pacto de no censura que persigue el jefe del Estado.

Bayrou, 73 años, especialista en letra clásicas y autor de varios libros de Historia, lleva en la política desde 1979. Jefe del partido centrista MoDem (Movimiento Democrático), ha sido candidato a la presidencia en tres ocasiones sin llegar nunca a la segunda vuelta. Ministro de Educación en tres gobiernos de la derecha, ha sido también diputado europeo. Actualmente ocupaba el puesto de "Alto Comisario del Plan", un cargo que nadie sabe muy bien qué significa, pero que refleja el respeto que Macron le tiene. 

Bayrou es considerado como el único político cercano a Macron que es capaz de hablarle claro y sin temor, lo que le convierte, también, en un jefe de gobierno que no estará a las órdenes directas del Elíseo, aunque parece claro que tampoco estará en la "oposición" al presidente, como fue el caso de Michel Barnier. 

La implacable videoteca reaparece hoy desempolvando un viejo vídeo en el que Bayrou calificaba a Macron de "candidato de las fuerzas del dinero". Pero en 2017 ambos eran rivales para ocupar el palacio del Elíseo y en campaña electoral, (casi) todo está permitido.

Socialistas, indispensables y sin vuelta atrás

Se conoce ya el quién, pero Bayrou debe empezar ya a abordar el qué y el con quién. Al nuevo primer ministro le compete formar un nuevo gabinete y, sobre todo, negociar con los partidos que sostengan una nueva política. El apoyo del Partido Socialista es indispensable para evitar una nueva moción de censura. Los 67 diputados socialistas se han convertido en indispensables para llevar adelante ese pacto de no censura con la derecha y los macronistas, a cambio de que el gobierno Bayrou no utilice el artículo 49.3 de la Constitución, que permite aprobar leyes por decreto toreando al legislativo.

El PSF se juega mucho si entra en el juego de Macron y Bayrou. Después de haberse desligado de "La Francia Insumisa" de Melenchón, y haber arrastrado al pacto a comunistas y ecologistas, está obligado a evitar las urnas hasta 2027. SU postura negociadora y su deslizamiento a recuperar una actitud socialdemócrata y volver a convertirse en un “partido de gobierno” ha hecho saltar por los aires la alianza electoral de las izquierdas integradas en el “Nuevo Frente Popular”. Unas legislativas anticipadas le costaría muchos escaños si se presentara en solitario, a menos que el nuevo primer ministro y el bloque que va a dejar aislados a los extremos se comprometa a introducir una parte de proporcional en el sistema electoral actual, mayoritario a dos vueltas.

Bayrou está obligado también a poner de acuerdo a la derecha tradicional con las exigencias de los socialistas. Hay puntos donde las posiciones políticas están más que alejadas. Los socialistas exigían la abrogación de la reforma de las pensiones, que aumenta la edad de jubilación de 62 a 64 años, pero estarían hoy dispuestos a “congelarla”, a la espera de revisar el texto. La derecha, apoyada por Barnier, pretendía endurecer la política de inmigración, algo que el PS, comunistas y ecologistas ven como una herejía. 

Macronistas, derecha y socialistas divergen también sobre el llamado "impuesto a los ricos" y la necesidad de indexar un aumento de la pensión a partir del primero de enero y no seis meses más tarde, como pretendía el anterior y breve gobierno. 

La primera urgencia para todos será la presentación de un presupuesto para 2025. Tumbado el de Barnier, los nuevos gobernantes deberán decidir antes aplicar la llamada “ley especial” para que los servicios del Estado sigan funcionando, a la espera del nuevo "budget". La deuda y los déficits van a seguir aumentando mientras se toman decisiones que pueden ser dolorosas para unos u otros.

La Unión Europea y los agentes financieros internacionales esperan con cierta ansia la nueva vía económica de Francia. Los ciudadanos franceses, por su parte, están cansados de negociaciones interminables mientras la economía real se degrada y se multiplican los cierres de empresas, justo antes de la Navidad. 

Francia se enfrenta así a un nuevo desafío: gobernar como mínimo hasta julio de 2025, o hasta 2027 – más difícil todavía - con un proyecto que ponga de acuerdo a la derecha tradicional, al bloque central y macronista, y a unos socialistas que optan por las reformas y se alejan de postulados radicales. 

A diferencia de Melenchón, Le Pen no quiere, de momento, una moción de censura contra Bayrou

En una primera reacción, "La Francia Insumisa" ha confirmado que presentará una moción de censura contra François Bayrou. La extrema izquierda se desliga así del resto de la clase política. Jordan Bardella, presidente del partido de Marine Le Pen ("Reagrupación Nacional"), confirmó que no presentará una moción contra Bayrou hasta conocer sus intenciones. Por su parte, el líder del Partido Comunista, Fabien Roussel, espera conocer también los planes de Bayrou y exige al nuevo primer ministro no utilizar el artículo 49.3, antes de hablar de tumbar, o no, al futuro gobierno. Los ecologistas reaccionaron al nombramiento calificándolo de "vodevil que ridiculiza a Francia y al propio presidente". Marine Tondelier, la jefa "verde" espera también conocer quiénes integrarán el nuevo gabinete y la política que Bayrou seguirá, pero tampoco se ha mostrado, a priori, por la censura inmediata. 

Los socialistas, después de acusar a Macron de "negación de democracia", anunciaron, a través de su secretario general, Pierre Jouvet, que no se integrarán en el nuevo gobierno y que permanecerán en la oposición. Los socialistas pedían un "premier" de izquierda y tienen que justificar su "mini Bad-Godesberg" ante su electorado. El PS está obligado a endurecer su tono; no quieren ser considerados por la extrema izquierda melenchonista como "socialtraidores", pero tampoco se han pronunciado por una censura al nuevo primer ministro. 

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