Internacional

Pena de cárcel, ocultación de datos y casos de suicidio: el calvario de los desertores rusos

La aplicación del artículo 337 del Código Penal de la Federación Rusa que regula "la salida no autorizada del lugar de servicio" de un militar se endureció en septiembre y ha generado sentencias severas a desertores

"Fui aceptando paulatinamente la situación, y en mí volvió a despertar un viejo resentimiento. Nuestro entrenamiento era una farsa y nuestros equipos estaban totalmente obsoletos: los camiones militares, vehículos de combate, las ametralladoras y los lanzagranadas era lo que se usaba ¡cincuenta años atrás! (...) ¡incluso nuestras tácticas de combate siguen siendo iguales que las de nuestros abuelos!", narra en su libro el antiguo paracaidista ruso, Pável Filátiev, quien desertó del Ejército después de una grave infección ocular por su servicio en Ucrania y que está ahora exiliado en París. El exsoldado, que batalló en el 56º regimiento de asalto aéreo instalado en Crimea, detalla con todo lujo de detalles cómo fue sabiendo en qué clase de operación militar participaba a medida que pasaban los días, porque nadie hablaba de una invasión. A lo largo de las semanas, cuando la moral empezaba a flaquear y el sinsentido husmeaba en las trincheras, un goteo en la conciencia iba martirizándole entre las sucesivas falta de preparación: paquetes de familiares que no llegan, ropa de invierno que no se suministra, sueldos que no se cobran porque ningún documento certifica la labor militar... y un largo etcétera de silencios frustrantes e incompetencia estatal.

El tratamiento atroz a los militares dentro de Wagner es bien conocida a medida que su fuerza militar ha sido decisiva para Putin en frentes del Donbás como Soledar o actualmente en el norte de Bajmut, donde las fuerzas ucranianas siguen resistiendo.

Sin embargo, su voz no está asilada. Es uno de los primeros que ha contado su historia y ha reconocido, arrepentido, haber saqueado casas ucranianas y disparado a civiles. Tras él, otros desertores han pedido protección internacional tras huir de la guerra. En enero, fue muy mediático el caso del joven comandante del Grupo Wagner Andrei Medvédev, que huyó a Noruega en busca de asilo aunque fue detenido por entrar ilegalmente. Desde entonces, sigue bajo vigilancia policial. Decidió huir cuando fue obligado a ampliar su servicio militar y presenció la ejecución de compañeros del grupo de mercenarios. El tratamiento atroz a los militares dentro de este cuerpo militar es bien conocida a medida que su fuerza militar ha sido decisiva para Putin en frentes del Donbás como Soledar o actualmente en el norte de Bajmut, donde las fuerzas ucranianas siguen resistiendo.

En las últimas semanas han ido en aumento las tensiones entre el Kremlin y el jefe del grupo Wagner, Yevgueni Prigozhin, y la gota que ha colmado el vaso ha sido la declaración ofensiva del 16 de febrero donde el líder de los mercenarios acusaba al Ministerio de Defensa ruso de cortarles la munición y las armas. La disputa ha ido creciendo desde que las altas esferas militares de Putin vieran con recelo la campaña de reclutamiento de prisioneros para las filas de Wagner y el intento de apaciguar la prominencia de Prigozhin en la estrategia rusa, ya que su visión es que su cuerpo de élite es el único capaz de plantear tácticas militares con resultados. En este contexto, las enormes bajas rusas en el frente afectan en especial a Wagner, que actúa como 'carne de cañón'. Como reporta el Institute of Studies of War (ISW) en su informe del 17 de febrero, es probable que el grupo de mercenarios haya experimentado "una tasa de bajas de hasta el 50 por ciento y que las muertes en el Ejército ruso haya aumentado significativamente desde el inicio de la movilización parcial", y estima que Rusia ya ha sufrido al menos 200.000 bajas en sus filas desde el comienzo de la invasión. El medio disidente ruso, Meduza, además afirma que más de 32.000 reclutas convictos del Grupo Wagner han muerto o desaparecido.

La represión del grupo Wagner: el mazo de la justicia como arma identitaria

A lo largo de la guerra, los canales afines a Wagner han difundido las torturas perpetradas por el brazo militar en contra de los que se niegan a luchar una vez se incorporan al cuerpo. En noviembre se hizo viral un vídeo en el que el excombatiente de Wagner, Evgeny Nuzhin, era asesinado a golpes de martillo por "traición". Desde entonces, el martillo se ha convertido en un emblema de terror del brazo militar a sueldo del Kremlin, que incluso llegó a enviar un ejemplar ensangrentado a modo de ofrenda al Parlamento Europeo. No es la primera vez que hacía algo así en una ceremonia del 'culto al martillo', el primer vídeo del horror en este sentido fue grabado en Siria en 2016, cuando Wagner torturó a martillazos y prendió fuego a un desertor.

Recientemente, Wagner hizo lo mismo con el mercenario y exprisionero Dmitry Yakushchenko, al que capturó en Dnipro al intentar huir porque "no era su guerra". Primero se publicó un vídeo donde se veía como era ejecutado y, más tarde, Prigozhin difundió un vídeo en el que aparece, aparentemente, Yakushchenko ileso y agradeciendo a Wagner por el perdón. No se sabe bien si se trata de un montaje, un vídeo previo a la ejecución o una muestra gráfica real pero, como detalla el ISW, "la continua justificación y glorificación de tales tácticas brutales es sintomática de la patología más amplia que Wagner ha llegado a representar: una en la que la violencia excesiva y performativa se toma como una táctica necesaria de la práctica militar". Y añade que seguramente el Kremlin tendrá que "equilibrar su deseo de usar Wagner" para realizar operaciones en Ucrania con el daño que la "brutalidad caótica de Wagner" ha institucionalizado. Quizá el material gráfico sacado por Wagner posteriormente para revertir la brutalidad de la ejecución extrajudicial de este recluta es una señal: una búsqueda de compensar su imagen sangrienta.

Procesos judiciales

Como informa el medio ucraniano Mediazona, los datos de las sentencias dictadas por desertar, abandonar o por incumplimiento militar en Rusia son cada vez más opacos por la voluntad del Kremlin de no informar sobre ello. La Corte Suprema del país oculta desde enero las estadísticas, antes abiertas, de dichas sentencias en base a las órdenes del Ministerio ruso y el FSB. El organismo ha justificado este cambio informativo por una orden del Ministerio de Defensa ya que la información puede ser utilizada "contra la seguridad de la Federación rusa por parte de fuentes extranjeras". Como detallaban las estadísticas antes de desactualizarse, el principal motivo de los expedientes judiciales era por "abandono no autorizado".

El endurecimiento para retener a las tropas en el frente ha sido paulatino pero ha tenido su máxima en el anuncio de la movilización parcial, que con el nuevo decreto endurecía las leyes penales y prohibía directamente renunciar al servicio militar. Hay numerosos ejemplos de este cambio. En verano, una decena de soldados que habían huido del frente por fatiga en Lugansk, empezaron a saber que se les habían abierto expedientes judiciales s al aplicarse el artículo 337 por abandonar sin permiso su unidad, algo penado con entre 3 y 5 años de prisión. Justo fue en esa época cuando se reportó un aumento significativo de las deserciones en las filas rusas, con un repunte notorio respecto al año anterior en julio cuando 125 rusos desertaron. En octubre y noviembre de 2022 también hubo al menos 100 casos de abandonos.

La lucha por la objeción de conciencia de militares rusos que no quieren luchar es ardua, e incluso hay casos de suicidio. Como denuncia la Coalición Llamado a la Conciencia, una agrupación de abogados y expertos rusos que lucha por los Derechos Humanos, un joven que realizaba el servicio militar se quitó la vida el pasado 16 de febrero al ser enviado al frente. Dejó una nota con lo siguiente: "Si estás leyendo esto, ya no estoy vivo. Ayer me dieron de alta para la rotación a Ucrania. Nadie ha regresado nunca de ahí. Ingenuamente, me dirigí a mi comandante de pelotón con una solicitud para permanecer en el punto de despliegue, ahora él y los sargentos no me dejan pasar y me intimidan. No lo describiré, pero no puedo vivir con ello. No quiero obedecer a la gente que no inspira más que miedo y repugnancia. Tomé la decisión de morir aquí, en mi tierra natal, sin sangre ajena en mis manos”.

No quiero obedecer a la gente que no inspira más que miedo y repugnancia. Tomé la decisión de morir aquí, en mi tierra natal, sin sangre ajena en mis manos”.

Tal y como denuncia la Coalición, después de un año de guerra a gran escala, los soldados que se niegan a luchar enfrentan amenazas, torturas y encarcelamiento ilegal con más frecuencia. "Los activistas de derechos humanos ayudan a comprender la ley y buscar justicia, pero sin la resistencia activa de los soldados y sus grupos de apoyo, la ley no funciona. Entendemos que el Ejército no es un lugar donde la gente muestre su voluntad y resista a los que están en el poder. Las convicciones de conciencia a veces pueden convertirse en el eje sobre el que se apoye el objetor en un momento crítico. Así como el sentido de la dignidad, la comprensión de que toda vida es valiosa, que toda persona tiene derecho a la vida, a la salud ya la libertad de conciencia", explican en un comunicado en Telegram. Una resistencia que puede salir muy cara.

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