El novelista John le Carré podría haber firmado el guión: un canje de presos entre bloques que nos retrotrae a los tiempos de la Guerra Fría. El árbitro, el siempre equilibrista Erdogan; el lugar, el aeropuerto de Ankara, territorio OTAN pese a que a veces no lo parezca.
En el contingente de los liberados de uno y otro bando se cuentan periodistas con acreditación, como el vasco con doble nacionalidad española y rusa Pablo González (Pavel Rubtsov para el Kremlin), por fin dueño de su destino tras haber permanecido como preso preventivo en Polonia durante más de dos años. Recibido como un héroe por el mismísimo Vladímir Putin, su entorno -incluido su abogado, Gonzalo Boye, el mismo que defiende al prófugo Carles Puigdemont- ha venido criticando con insistencia la que considera una escasa implicación del Ministerio español de Asuntos Exteriores en lograr su puesta en libertad, materializada ahora mediante una extraña operación plagada de incógnitas que, según algunos analistas internacionales, legitima al presidente ruso para seguir utilizando las detenciones ilegales como un arma de guerra en su particular cruzada contra Ucrania y el resto del mundo occidental. Por eso, resulta singularmente chocante la energía puesta por el 'pato cojo' Biden en consumar el intercambio, así como la recepción un tanto exhibicionista dispensada a unos y otros a su llegada a sus respectivos destinos de origen.
Recibimiento en EEUU
Los perfiles de los integrantes del canje son inquietantemente heterogéneos: en el grupo, se mezclan informadores, como el propio González por parte rusa o, en el otro lado, los reporteros estadounidenses Evan Gershkovich y Alsu Kurmasheva, acogidos a bombo y platillo por Joe Biden y Kamala Harris a su llegada a EEUU, con asesinos indisimulados: es el caso de Vadimir Krasilov, condenado en Alemania a cadena perpetua por matar a un ciudadano georgiano de origen checheno en el complejo contexto postsoviético. Hay también espías, claro: Artem y Anna Dultsev, pareja condenada en Eslovenia tras su detención en 2022. Y hasta delincuentes informáticos, como Vadim Konoshchenko, deportado desde Maldivas a Estados Unidos, donde fue sentenciado a nueve años de cárcel por fraude electrónico.
El agente "desestabilizador" González
En el caso del español, por encima de las críticas implícitas vertidas por los allegados a Pablo González sobre la supuesta inhibición de las autoridades españolas en las gestiones para liberarlo, lo cierto es que el periodista ha sido catalogado oficialmente como espía al servicio de Rusia por el MI6 británico, y por tanto tenido por un elemento más de la red de "desestabilización" de Putin.
Pero nada de esto ha sido incluido en la nota emitida por la defensa (Boye) de González, trufada por otra parte de elogios hacia "el interés real" y "humanitario" mostrado por Rusia para lograr la salida del periodista de su celda polaca en contraste, añade, con la criminalización de que, asegura, ha sido víctima en España.
Por lo demás, el 'camarada Pavel' tendrá una condecoración del Kremlin, como el resto de integrantes del canje ruso, recibidos como hijos pródigos por un henchido Putin que, una vez más, parece haberse salido con la suya.
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