Internacional

El camino minado de Meloni: un gobierno de contrapesos para 'anular' a Salvini y Berlusconi

La primera 'premier' en la historia de la democracia italiana inicia un difícil mandato donde deberá lidiar con los egos dolidos de 'Il Cavalaiere' y del líder de la Liga

Bromeaba Silvio Berlusconi durante la foto de familia diciendo que los ministros de Giorgia Meloni le resultaban conocidos. Hacía ver que se sentía como en casa, porque once de los 24 que componen el nuevo ejecutivo ya formaron parte del último gobierno de Il Cavalaiere, hace más de diez años. Reía también Salvini, quien el día anterior había tuiteado -en letras gigantes- Vicepremier, y en minúsculas -casi imperceptibles- ministro de Infraestructuras y movilidad sostenible. En ambos casos había amargura, frustración y una incapacidad lacerante para hacer las paces con la nostalgia, con el pasado. Por gestionar esos egos dolidos pasan los primeros problemas que afrontará la primera premier en la historia de la democracia italiana.

El guion es sencillo: Berlusconi tiene serias dificultades para aceptar que otra persona (sobre todo si es mujer) gobierne la criatura que él mismo inventó, es decir el centro-derecha. De hecho, la mayor parte de esos ministros redundantes los ha vuelto a imponer la élite política para garantizarse un hacer moderado, atlantista y europeísta. En las antípodas de quien pudiera pensar que se trataba de un guiño a Silvio, precisamente el primer contrincante que se puede encontrar Meloni en Palazzo Chigi.

El segundo más cercano podría ser el propio Salvini, contra las cuerdas en una Lega que sueña un líder pro Umberto Bossi que les devuelva el sueño de la autonomía padana y no les martilleé con novelas de inmigrantes ilegales arribados por el Mediterráneo. Porque esta retórica barata ha cansado tanto al país que los votos logrados otrora en el sur por el líder de la Lega ahora han ido a parar al 5 Estrellas.

Precisamente, para enmendar esta doble afrenta a la coalición que acaba de estrenarse en Palazzo Chigi, la nueva jefa del ejecutivo ya se ha puesto manos a la obra privándole la cartera de Asuntos Exteriores (en manos de Raffaele Fitto), pero sobre todo apretando para que Infraestructuras pierda el control de los puertos y la capitanía en beneficio del ministerio del mar y del Sur, controlado por Nello Musumeci, el ex presidente de Sicilia que tiene ante sí una doble función giorgiana: debilitar a Matteo y arrebatar adláteres a Giuseppe Conte, el garante del subsidio.

Una cuestión geopolítica

Meloni fue ministra con Berlusconi, y su partido durante años la tercera fuerza de la coalición, especialmente en la edad de oro de Salvini, quien en 2019 llevó a la Lega a ser el partido más votado en las elecciones europeas, por delante incluso del PD. Ninguno ha digerido este sorpasso, y eso lo sabe Meloni. Por eso ha querido protegerse de sus enemigos íntimos (filo Putin ambos) con la presencia de Alfredo Mantovano como subsecretario en la presidencia del consejo. La disección de esta maniobra se explicaría así: Salvini fuera también del Comité interministerial para la seguridad de la República en favor de un pro Washington.

Ahora se entiende mejor el tuit del nuevo Vicepremier. También la ironía de Berlusconi mientras emulaba tiempos pasados y recordaba a los suyos, anhelando complicidad eterna, cómo construyó su fortuna. "Me tumbaba en el suelo de un terreno que acababa de comprar para mostrar a los posibles compradores la medida exacta del salón de la casa que les iba a vender". Un elogio a su propio yo dorado ante las dificultades de asimilar el presente oxidado, donde no ha podido ni siquiera arrebatar a Meloni la cartera de Justicia, donde soñaba con Maria Elisabetta Casellati. Finalmente recayó en Carlo Nordio (FdI), un liberal iluminado y garantista. Un fedelissimo de Giorgia junto a Guido Crosetto, co fundador de Fratelli d’Italia y actual ministro de Defensa.

Deberes fuera de Italia

Acompañando a Salivini como Vice Premier también se encuentra Antonio Tajani, quien se quedó con la difícil cartera de Exteriores. Difícil por la ambigüedad congénita que siempre mostró Italia en Europa y en el mundo, capaz de pactar a la vez con Rusia y EE.UU., con Francia o Inglaterra y con Libia. Con esa marca de fábrica tendrá que lidiar el número dos de Forza Italia, solo tanto en Bruselas como entre los Populares Europeos, donde se ve obligado a reivindicar su amor a la OTAN constantemente. Con el campo minado por culpa de un Berlusconi que se divierte lanzando guiños a Putin, justificando su invasión a Ucrania.

Estas serán las arenas movedizas internas más relevantes que tendrá que afrontar Meloni, con series dificultades también más allá de Los Alpes. Para minimizar los riesgos, lo primero que hizo fue telefonear a los vértices europeos, y tranquilizarles con su apoyo a Bruselas y al atlantismo en contra de la soberanía que muchos pensaban. Sosegó a Biden y Von der Leyen, asegurándoles una continuidad con Draghi. Además, su primera reunión como presidenta será con Macron, de visita en Roma para un encuentro con Papa Francisco.

Energía, economía, apoyo a Kiev, fondos de cohesión y desarrollo (el último regalo de Draghi al estado) para reducir el precio del gas serán, quizás, los principales temas a tratar. Porque pese a que Giorgia es amiga de Le Pen, Abascal y un buen puñado de soberanistas, también ha declarado su apoyo a Europa, una Europa confederal con 27 naciones que deben gobernar juntas. Es inteligente, y sabe que no ajustarse a esas reglas podría suponerle al país -sólo en caro facturas gas y luz- pérdidas de hasta 60.000 millones de euros. Algo que traería la primera gran estocada para un gobierno que quiere evitar a toda costa, al menos en los primeros meses, revueltas de la gente y tránsfugas en el parlamento hacia el Terzo Polo, liderado por Matteo Renzi y Carlo Calenda. Eso le debilitaría considerablemente.

Algunos derechos en entredicho

El gobierno Meloni, a pesar de todos los hándicaps, apuesta por la longevidad, algo que precisamente escaseó a sus antecedentes y en general a la idiosincrasia de un país joven, inmaduro. No le ayudará una oposición débil y dividida en tres bloques, con un partido socialista que sigue buscándose a sí mismo.

Los italianos, aunque casi un 40% no acudió a votar, están sin embargo expectantes. Lo miran con recelo, pero con cierta curiosidad. Cierto es que no les será fácil aceptar más salidas de tono de Berlusconi o el riesgo que pueden correr algunos de sus derechos con el mensaje ultraconservador de Eugenia Roccella. Y es que la titular de Familia, natalidad e igualdad de oportunidades está en contra de las uniones civiles, la eutanasia, el aborto y la procreación asistida. Una idea tribal, un ritual compartido en algunos casos con Lorenzo Fontana, nuevo presidente del Congreso, un militante ultracatólico.

Todo este difícil puzle tendrá que formar la donna política azzurra más importante desde la II Guerra Mundial. La heredera de Lina Merlin (Socialista; primera senadora en el 58), Tina Anselmi (Democristiana; primera ministra en el 76), Nilde Lotti (Comunista; presidenta del Congreso en el 79) y la radical Emma Bonino, quien en 1995 se convirtió en la primera italiana comisaria en la Unión Europea. De todas ellas, Giorgia es quien, a día de hoy, ha alcanzado el mayor peldaño político, pero también quien más minas podría encontrar -sospechas pro fascistas aparte- en el largo camino que se le presenta.

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